Da igual lo letales y poderosos que parezcan. Tampoco que su linaje se remonte millones de años atrás. El tiburón blanco, el pez martillo o el tiburón oceánico no pueden contrarrestar la presión comercial humana: la pesca descontrolada ha llevado a la mitad de las especies de tiburones oceánicos al peligro de extinción. Su abundancia global en las aguas abiertas ha caído un 71% desde 1970, según constata un análisis científico recién publicado en Nature.
El desplome de estos tiburones y también de las rayas pelágicas coincide con el aumento acelerado de la presión pesquera. Los investigadores recuerdan que las capturas comerciales de estas variedades se han triplicado en medio siglo, lo que hace que tres cuartas partes de las 31 especies de ambas familias, es decir, 24 variedades, hayan caído en la categoría de “en peligro de extinción” de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
“Las rayas y los tiburones oceánicos sufren un riesgo de extinción excepcionalmente elevado, mucho mayor que, por ejemplo, una especie de ave, mamífero o rana”, explica Nicholas Dulvy, catedrático de la Universidad Simon Fraser de Canadá, una de las instituciones que conforman el Global Shark Trends Project, responsables del estudio.
La sobrepesca de estos animales ha seguido un patrón claro de “agotamiento en serie”. Los primeros en caer han sido los tiburones de mayor tamaño que ya estaban en mala situación para 1980. Después llegó el declive en las poblaciones de especies medianas y ahora ya se ha extendido a los más pequeños. “Todas las especies de tiburones y rayas oceánicas excepto una, han visto diezmado su nivel de abundancia” a lo largo de este tiempo, afirma este trabajo.
El mercado está esquilmando. Especialmente a partir de 1990, la industria pesquera disparó sus capturas para satisfacer la demanda de aletas, aceite, carne y branquiespinas. Los datos son clarísimos, ya que si en 1980 “solo había nueve especies en peligro” y dos tercios estaban en un estado aceptable, actualmente las tornas se han cambiado y tres de cada cuatro variedades están oficialmente amenazadas.
Solo la flota de buques de la Unión Europea captura 56.000 toneladas de tiburones y rayas en el Atlántico Norte. “Uno de los problemas principales es que es muy difícil tomar medidas de protección de tiburones sin repercutir en las capturas de otras especies”, admiten en la Comisión Europea. En la parte central y austral del océano, la mayoría de las capturas se produce al buscar otras especies, explica la CE. Con todo, esta pesca “accesoria” suma unas 31.000 toneladas en esas latitudes. Está prohibida la pesca de tiburones oceánicos en el sureste del Atlántico.
España, como primera potencia pesquera europea, no es ajena a esta circunstancia. El otoño pasado, el Ministerio de Transición Ecológica detuvo la venta de unas 600 toneladas de marrajo al considerar que la cuota de capturas admitidas en principio por el Ministerio de Agricultura y Pesca en el Atlántico norte (algo más de 900 toneladas) sobrepasaba el límite de comercialización internacional de esta especie –que está amenazada– decretado por Industria y Comercio en 350 toneladas. Una discrepancia que la patronal Cepesca considera que podría llevar al “colapso a la flota del palangre”. Mientras, el marrajo (Isurus oxyrinchus) sigue anclado en la calificación de “en peligro de extinción”.
El problema con los tiburones y las rayas es que, al tener habitualmente un crecimiento lento y pocas crías, son muy susceptibles a la sobrepesca. De hecho, los científicos han evaluado hasta 11 tipos diferentes de amenazas entre los que se encuentran las “perturbaciones humanas” y los fenómenos meteorológicos adversos. Sin embargo, por encima de todas, se repite la de “pesca y captura de recursos biológicos”.
Además del caso del icónico tiburón blanco –que precisamente ha frenado su camino a la desaparición a partir de que se prohibiera su captura en algunas áreas marinas–, algunos tiburones que eran abundantes en casi todas las latitudes marinas han experimentado una “reducción tan vertiginosa” que actualmente están en peligro.
Un gran depredador, crucial para el equilibrio de los ecosistemas, como el tiburón oceánico presenta un estado “crítico”. Igual que el tiburón martillo. También avanzan hacia la extinción los ejemplares del zorro pelágico con su larguísima aleta caudal, el jaquetón lobo, el ya mencionado marrajo o el marrajo negro. La lista es bien larga.
El problema es que estos animales no tienen muy buena imagen y su deslizamiento hacia la desaparición pasa inadvertido a pesar de que tienen una función esencial para que el mar sea un caladero de vida (de la que dependen la economía y alimentación de muchas poblaciones). “Las rayas y los tiburones oceánicos son vitales para la salud de vastos ecosistemas marinos, pero, como se hallan escondidos bajo la superficie del océano, tradicionalmente ha sido difícil evaluar y monitorizar el estado de sus poblaciones”, admite Nathan Pacoureau, autor principal de esta investigación.
Por zonas, si en el Atlántico se han estabilizado las poblaciones, siempre en niveles bajos según el estudio, tras años de caída continuada, en el Pacífico se ha calculado una caída en la abundancia del 67% y todavía peor en el Índico donde el desplome es “pronunciado y continuo” al llegar el declive a un 84%.
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