El cine documental registró la resistencia y las luchas de la época.
Durante la semana pasada y en el marco del fallecimiento de Carlos Saúl Menem, distintos programas de TV reflejaron imágenes de lo que fueron los años de la década menemista. En su mayoría eligen archivo de la política como farándula, frases para el recuerdo como “pizza con champagne” y demás, pero aquella época estuvo marcada también por otras imágenes, las de la resistencia y lucha observadas en distintos rincones del país enfrentando las políticas neoliberales.
Mientras las autoridades del INCAA se suman a los homenajes a Menem, existe una importante obra de realizadores de documental y ficción que retratan de forma crítica las consecuencias de sus políticas.
El Grupo de Boedo Films nace en los primeros años del menemismo y en sus documentales dan cuenta de gran parte de esta historia, desde las luchas contra las privatizaciones en Somisa, las rebeliones provinciales como el Santiagueñazo y los piquetes de Cutral-Co. Sus producciones ponen el foco en estas historias silenciadas.
Claudio Remedi relata sobre esos años: “Intuitivamente filmamos documentales como respuesta a una política que comenzaba a desmembrar y destruir aspectos culturales y económicos de nuestro país mediante fuertes campañas oficiales en los medios masivos de comunicación. Sin querer comenzamos a transitar un camino de realización contrainformativo, que daba voz a los sectores que estaban siendo desplazados, atacados”. En ese sentido, Sandra Godoy rescata: “teníamos la decisión y acción de contar realidades que no eran abordadas por muchos, meterse a contar cómo destruyeron familias, hogares y pueblos enteros, era ponerle el cuerpo".
Horacio Almada agrega: “La década de fin de siglo y de fin de milenio, en el país del fin del mundo, fue una década acelerada. Donde la caída libre hacia la destrucción coincide justamente con el fin de todos los fines. Un gobierno que coronaba la tarea de espías y genocidas, que habían comenzado bombardeando a su propio pueblo, desapareciendo a sus propios jóvenes y mutilando toda posibilidad de desarrollo económico para beneficio de unas cuantas “familias patricias” devenidas en oligarcas. Nosotros podíamos verlo... pudimos filmar como se desmantelaba la matriz productiva. Se extranjerizaban las empresas del estado... nosotros lo filmamos. Mientras la ficción hablaba en pasado. Tuvimos la particularidad con nuestros documentales de hablar en presente".
Lucas Martelli señala también la soledad del momento en el que trabajaban “No solo me refiero al mundo documental, o a la falta de financiación, sino que tratábamos de mostrar la otra cara del plan menemista en el momento que la mayor parte de la población apoyaba esa transformación. Pero nosotros nos divertíamos mucho yendo en contra de la corriente".
Por su parte, Gabi Jaime rescata sobre esos años: "Registrábamos las experiencias de organización y resistencia de los trabajadores, que las hubo y muchas, nuevas formas de organización que se daban en distintos lugares. Y además proyectábamos en todos los lugares donde podíamos, para difundir, pero también para los mismos protagonistas y en otros conflictos, creando una conciencia de que no están solos, que otros también resistían. Esto fue tejiendo una red, olla popular o toma que había, ahí íbamos nosotros".
Una de las primeras producciones del grupo fue una serie documental llamada Ultimas imágenes , que se emitía por Canal Utopía, una señal alternativa de TV ubicada el barrio porteño de Caballito que reflejaba el impacto del neoliberalismo en la transformación cultural de Buenos Aires.
Para 1992 comienzan a trabajar en el registro de testimonios sobre el proceso de privatización de un gigante de la siderurgia argentina: Somisa y de allí surge el cortometraje No crucen el portón . Remedi relata sobre esos años “Para nosotros fue descubrir que había una resistencia silenciada y la motivación era representarla a través de las imágenes. Resistencia a un plan de despidos, privatizaciones, exilios internos, cambios profundos en la vida social de las personas. La fantochada del discurso de la modernización, nuestra entrada en el primer mundo era discutida y respondida por un obrero de Somisa diciendo en el documental: "Un país de pordioseros no puede entrar nunca en el primer mundo... Prefiero estar en el cuarto o en el quinto mundo, pero bien, con un trabajo para poder mantener a mi familia…"
Gabi Jaime recuerda particularmente la realización de este trabajo y de cómo quedó registrado el rol traidor de la burocracia sindical. Ella comenta “El propio título surge de una frase de Naldo Brunelli, un burócrata que quería impedir que los obreros tomaran la fábrica, y en un discurso ante miles les dice “por favor y por lo que más quieran les pido... No me crucen el portón” en alusión a que no ocuparan Somisa”. Otra frase que recuerdo de ese mismo documental, en un playón de centenares de obreros, Brunelli les dice: "Estos conflictos tradicionalmente lo pierden los trabajadores"...”
El documental Después de la siesta fue un racconto del santiagueñazo, la rebelión popular que llevó al pueblo santiagueño a incendiar la casa de gobierno provincial. Así se proponen seguir dando la palabra también a sectores que surgían como vanguardia en la lucha, como los jubilados y docentes santiagueños. Desde el grupo apuntan que en las provincias, la crisis se presentó en forma radical y recuerdan la voz de una maestra que da cuenta de una paciencia que se agotaba.... pero que no fue suficiente para torcer el brazo del gobierno: "... cuando proponíamos movilizaciones en la calle, los docentes nos decían: no queremos más movilizaciones de tipo procesión, queremos romper vidrios, queremos hacer algo”
Claudio Remedi retoma el hilo de la historia “La década menemista estuvo plagada de movimientos y situaciones sociales invisibilizadas. Como documentalistas fuimos evolucionando al calor de este proceso, inaugurando espacios de exhibición pública, instancias de debate, utilizando las nuevas herramientas tecnológicas a nivel cámaras, pasos y formatos, dando un paso más allá del documental de carácter informativo-periodístico. En Fantasmas en la Patagonia se combinó la producción de un largometraje con un aprendizaje humano. La historia de Sierra Grande, un pueblo golpeado por el cierre de una mina de hierro, se convirtió en una experiencia de vida, tanto para nosotros como así también para los protagonistas del film. Encontramos una poesía trágica en el devenir de los destinos truncos que provocó una decisión macro política: profesiones perdidas, familias desmembradas, exilios, barrios fantasmas. El gallego, nuestro quijote que peleaba por mantener en alto la dignidad, reflexiona mirando la estepa patagónica: "Cómo se siente uno cuando es manejado por fuerzas ajenas a la comunidad donde está inserto? Uno se siente muy mal. Y hay que hacer un gran esfuerzo para seguir creyendo en los valores de la humanidad".
En cuanto a la realización de esta película, Lucas Martelli rescata también las peripecias de trabajar con escasos recursos, la imaginación se ponía en juego para superar todos estos escollos. “Armaba nuestro extraordinario equipo de luces con latas de Nestlé. El equipo portátil para la mina estaba armado con baterías de moto y reflectantes que me ponía en el cuerpo…para el estreno caminé en zancos vestido de minero para promocionar la película en calle Corrientes... peleamos por las copias en 35mm de Fantasmas con color corregido para enviar al festival de cine de Cuba ¡Cuando no teníamos plata para pagarlas!”.
Gabi Jaime agrega: “En esos años no había subsidios para filmar, no había ley de cine. Hacíamos cine también resistiendo en un sistema que nos excluía. Era impensado largarse a filmar sin plata. Nosotros hicimos cine por pasión y convicción del lado que teníamos que estar".
En los años siguientes la reacción social a los procesos de privatización de la petrolera estatal YPF no se hizo esperar. Surgió en otra localidad patagónica, Cutral-co, un movimiento joven, los piqueteros -luego llamados fogoneros- que tomaron la ruta, la cortaron, crearon barricadas con fuego, pusieron un conflicto en escena. Como relata Remedi “Agua de fuego da cuenta de ese proceso y de las consecuencias de la desocupación, de cómo los planes sociales suplían pobremente al trabajo genuino, en un contexto en donde la crisis daba pie -por ejemplo- a la proliferación de sectas religiosas. Por otra parte, las mujeres tomaban las riendas de la resistencia cotidiana, en un paisaje donde el petróleo se seguía extrayendo, pero ahora a través de empresas privadas. Una de las protagonistas del film reflexionaba: "La única arma que tiene el pueblo es pelear unido. Y lo más original que tenemos como forma de pelea, han sido los cortes de ruta"
Sobre la realización de esta película, Sandra Godoy recuerda también cómo fueron perseguidos por la policía. “Nosotres íbamos en el auto de un taxista que era también ex-laburante de YPF, estábamos recorriendo las calles y veíamos que nos estaban persiguiendo, nos interceptaron en una calle y nos llevaron a Candela, a Claudio y a mí. Nos separaron y nos empezaron a preguntar qué hacíamos. Nos demoraron varias horas. Fue una advertencia, pensaron que íbamos a cagarnos en las patas y que no íbamos a seguir grabando ni nada... como íbamos a todos lados y visitamos a varias personas se alertaron un poco y nos quisieron asustar. No solamente nos perseguían a nosotres, sino que estábamos en el patio de la casa de una de las entrevistadas y veíamos cómo pasaba el patrullero, despacito, mirando para la casa. Sí, sí, era un pueblo destruído y un pueblo sitiado”.
Esta serie de documentales constituye un importante registro de época, un capítulo de la intensa historia de luchas y resistencia de los trabajadores y el pueblo. La producción de Boedo Films no se detiene ahí, al calor de las luchas del 2001 se proponen reflejar las nuevas experiencias que surgen, en particular la protagonizada por las obreras de la textil Brukman, entre otras realizadas junto al grupo Contraimagen. Hasta estos días sus integrantes continúan con la producción documental, con miradas hacia el pasado y el presente, con historias colectivas o personales, experimentando estilos y formatos, rescatando siempre una mirada crítica que ponga en cuestión el discurso dominante.
Fuente: La Izquierda Diario
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