/ Por Damián Duarte
Descifrar la estrategia política de Osvaldo Cáffaro requiere mirar, a través del lente del pragmatismo, su desempeño en la arena local durante sus casi tres mandatos y medio: su noción de hegemonía, en términos pugilísticos, podríamos decir que es la de un boxeador que se atrinchera en no claudicar, pero sin hacer mucho por eso. Que resiste los embates de oponentes poco talentosos y cada tanto asesta un upper-cut con resultados que superan el 60% en elecciones generales.
Pero este año la coyuntura es diferente.
En el 2020 cobró relieve un abanico de deficiencias postergadas en el país, en la provincia y, por supuesto, en el municipio.
Al hablar con comerciantes o propietarios de bares se disparan varias cuestiones, pero fundamentalmente, es explícito el marcado descreimiento a las propuestas que el Ejecutivo lanzó al aire en las reuniones que mantuvieron. Gran parte de ese sentimiento -que comparten varias instituciones y actores culturales- proviene de la mala administración de la crisis durante el año pasado, donde cierta actitud policíaca le ganó a la creatividad al momento de evitar que el circuito comercial local se fuera a pique.
Después hay otro tema y es el profundo deterioro que sufrió el distrito tras el abandono de las tareas de mantenimiento. Y no lo decimos nosotros, lo dijo el propio Cáffaro cuando anunció en octubre del año pasado la licitación de la obra de acceso a la terminal de larga distancia, donde señaló que las acciones tendientes a paliar la pandemia “fue en detrimento de los servicios y el mantenimiento de la ciudad”.
Desde luego, cada decisión tiene un costo y un beneficio; y es ahí donde uno debe detenerse a evaluar la coyuntura. El costo de mantener una ciudad paralizada se vio en diciembre y todavía se arrastra hasta estos días con los incesantes reclamos en distintos puntos del distrito ante los problemas en el servicio de agua, que van desde pérdidas hasta la total nulidad del suministro; serios problemas de infraestructura (que van desde problemas en la transitabilidad hasta los fallidos sistemas de desagües pluviales) y la seguridad.
Este aspecto es lo que nos interesa, porque es el punto de contacto palmario de la gestión y la política. Donde ambos conceptos se funden para ser uno y dejar expuesta la metáfora que ilustra el desempeño de un conductor cada vez más ausente, alejado de los problemas reales.
¿Es la escasa presencia del Intendente una señal de falta de rumbo?
Retomemos lo dicho en el primer párrafo de este artículo. De nuevo: no es una afirmación nuestra sino que es una idea que recorre varias de las dependencias del Ejecutivo Municipal, aunque los funcionarios propios y no tan propios, prefieran susurrar cuando lo manifiestan. Y es que la dinámica política y de gestión de Osvaldo Cáffaro se repite como un mantra y consiste en imponerse de manera contundente en los comicios generales, guardarse durante tres años y medio, para luego salir a patear la calle en el semestre previo a los comicios y volver a empezar el ciclo.
La contingencia entre todo eso son las elecciones de medio término, donde la participación pública del Intendente cobra cierto cariz ligeramente más protagónico e intencionalmente limitado. No es casual, de esa maniobra depende la conservación de la centralidad que ejerce.
Hoy comienza el tercer mes del año y las apariciones públicas del intendente en lo que va del 2021 se cuentan con los dedos de una mano. Cáffaro prefirió no hablar de los problemas en el servicio de agua que atraviesa el distrito, se mantiene ausente ante los reclamos por seguridad que hacen los vecinos y ni siquiera capitaliza las ridículas embestidas de la oposición con operaciones mediáticas en torno a su vacunación.
Lo que está ocurriendo en Zárate es lo más parecido a una virtual co-gestión, donde es el presidente del Concejo Deliberante, Ariel Ríos, quien sigue oficiando de intendente interino aunque la licencia de Cáffaro haya terminado hace varios días. Fue Ríos quien salió a mostrarse en anuncios y recorridas sobre las bombas de agua, es Ríos quien sale a defender públicamente al Intendente ante los medios y es también Ríos el que articula con el cada vez más deslucido gabinete. De hecho, ni siquiera estuvo presente en el inicio de lo que definieron como "una campañana de vacunación histórica", como fue en la localidad de Lima. Allí, la cara visible del partido gobernante fue tambien la de Ríos.
La falta de comunicación no es sólo hacia afuera, si no que el mayor problema es hacia adentro, donde el estado de desconexión pone inquietos a algunos funcionarios que repiten en off the record frases textuales cómo "Osvaldo se la pasa en el edificio vidriado de la costanera", "no atiende el teléfono" o "yo me manejo directamente con Ariel (Ríos)".
En unos dias Cáffaro brindará un discurso en el marco del inicio del periodo legislativo y será otra oportunidad para delinear de manera pública cual será su plan de gobierno post pandemia, pero sobre todo, para revelar si continúa siendo el conductor del espacio que representa.
Lo central es ver que un estado de crisis como el que instaló la pandemia no puede administrarse bajo las mismas lógicas de intermitencia de ciclos anteriores, porque de esa manera queda al desnudo la poca claridad de cuál es el programa de gobierno más allá del Covid 19, a la vez que se expone el agotamiento de un modelo de gestión que se asoma como obsoleto y no alcanza a dar respuesta a las demandas de la comunidad.
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