El filósofo italiano Rocco Carbone desarrolló un artículo el cual publicó en el portal "El Cohete a la Luna" donde explica la vinculación del coronavirus y el gran contagio en la cuna del capitalismo italiano: Lombardía y sus vínculos con la familia Rocca.
/ Por Rocco Carbone
Si es cierto que “la pandemia no ha sido una consecuencia directa del capitalismo”, tal como sostiene Jorge Alemán, no lo es menos que Covid-19 y capitalismo tienen una vida entrelazada. Podemos rastrear en la propagación inicial del virus un componente clasista, tanto en Italia como en la Argentina. En Italia el virus se propagó inicialmente en los centros neurálgicos del capitalismo peninsular de la mano (o las toses) de viajerxs que habían vuelto de China. Entre ellos, la Lombardía, la misma que en I promessi sposi de Alessandro Manzoni, publicado por primera vez en 1827, se ve asolada por la peste milanesa de 1600, contra cuyo fondo terrible se desarrolla la historia de amor de Renzo y Lucia. Lombardía, síntesis del capitalismo italiano, región que hoy en día vemos arrasada de nuevo por la peste del coronavirus. En la Argentina el virus se propagó con la llegada de viajerxs provenientes de Europa. Pero cuando empezó a tener transmisión comunitaria el componente clasista (inicial) se matizó y esta nueva peste adquirió contornos policlasistas.
Que coronavirus y capitalismo van de la mano lo verificamos también en el entramado urbano de la CABA. Si miramos el Boletín Epidemiológico Semanal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, vemos que la mayor cantidad de casos confirmados están ubicados en las comunas: 2 (Recoleta), 13 (Belgrano/Colegiales/Núñez) y 14 (Palermo). Además, Recoleta presenta la tasa más elevada de casos confirmados de Covid-19. Otra franja en la que se verifica una concentración sensible de contagios es el cordón norte de la ciudad. Esta información la explicitó el Presidente Fernández en la conferencia de prensa que se emitió desde Olivos el 10 de abril. Las comunas porteñas indicadas, más el cordón norte, están habitadas por los sectores sociales de mayores ingresos y mejores condiciones de vida en términos socioeconómicos. Por cierto, en estas consideraciones no entra la comuna 3, correspondiente a Balvanera/San Cristóbal, que también presenta muchos contagios. Ese caso hay que considerarlo en el marco de los contornos policlasistas que mencionaba antes.
Verificamos una vez más el avance paralelo que estoy entramando si miramos los cuadros 11 y 12 que presentó el Presidente en su última intervención pública en la que anunció extender la cuarentena dos semanas más. Ahí, contorneado por su adjunto, el JTP y el ayudante de primera –de acuerdo a un meme que integra la profusa producción de humor popular nacional en tiempos de encierro–, mostró un tablero de repatriados (de 28 y 14 días). Y las cifras o los picos de la curva se corresponden con los lugares adonde llegaron la mayor cantidad de viajerxs: Buenos Aires, CABA, Córdoba, Santa Fe, Mendoza. De nuevo, esos porcentajes hablan de la concentración del capital en ciertos sectores sociales. Pero capitalismo y coronavirus van de la mano también porque existen sujetos empresarios que están especulando y que hacen negocios ubicados de los dos lados del mostrador.
¿Lxs capitalistas que tienen intereses en el sistema sanitario privado y que además son dueñxs de fábricas, cómo van a querer que la economía se pare? Pues, a más enfermxs mayor enriquecimiento, esta es la ecuación que se explicita en un artículo interesantísimo escrito en castellano por una periodista ítalocatalana, Alba Sidera, en Ctxt. Contexto y Acción, titulado “Bérgamo, la masacre que la patronal no quiso evitar”. La nota hace foco en la ciudad de Bergamo, ubicada en Lombardía, capital de provincia y cuarto centro más populoso de la región, luego de Milán, Brescia y Monza. Cuenta con un récord ambiguo: 305.000 contagios. Esto es: 1 de cada 4 habitantes (aquí es posible mirar un informe esquemático en italiano). Asimismo, en la región de Lombardía surgieron Berlusconi con su Forza Italia y Umberto Bossi con la Lega Nord (ahora Lega, comandada por el Bolsonaro italiano, Matteo Salvini, personaje político con múltiples vínculos con la ‘Ndrangheta calabresa). Lombardía es el centro nuclear del neoliberalismo italiano, de hecho encarna el modelo de mercantilización de la sanidad. La pregunta que propone y contesta Sidera es: ¿por qué la situación es tan dramática precisamente en Bergamo?
Y la respuesta es: Techint. El valle Seriana nunca fue declarado zona roja y, sobre todo, nunca entró en una cuarentena estricta. Lxs trabajadorxs fueron obligadxs a movilizarse para concurrir a sus trabajos y nunca se limitaron las entradas y las salidas de los comuni del valle Seriana porque allí “se concentra uno de los polos industriales más importantes de Italia, y la patronal industrial presionó a todas las instituciones para evitar cerrar sus fábricas y perder dinero […] quienes tienen intereses en mantener las fábricas abiertas son, en algunos casos, los mismos que tienen intereses en las clínicas privadas”. El 28 de febrero, en plena emergencia pandémica, «la patronal industrial italiana, Confindustria, inició una campaña en redes con el hashtag #YesWeWork. ‘Tenemos que bajar el tono, hacer entender a la opinión pública que la situación se está normalizando, que la gente puede volver a vivir como antes’, dijo el presidente de Confindustria Lombardía”.
Hace menos de tres semanas, a fines de marzo, en el valle Seriana 1800 fábricas seguían en actividad: “Una de las empresas de la zona es Tenaris, líder mundial en la fabricación de tubos y servicios para la exploración y producción de petróleo y gas, con una facturación de 7300 millones de dólares y sede legal en Luxemburgo. Emplea a 1.700 trabajadores en su fábrica de Bérgamo y pertenece a la familia Rocca, con Gianfelice Rocca, el octavo hombre más rico de Italia, de propietario. En la provincia de Bérgamo, como en toda la Lombardía, la sanidad privada es muy potente. Las dos clínicas privadas más importantes de la zona, que facturan más de 15 millones de euros anuales cada una, pertenecen al grupo San Donato […] y al grupo Humanitas. El presidente de Humanitas es Gianfelice Rocca, también propietario de Tenaris, la industria que no ha querido mandar a sus trabajadores a casa”.
En cuanto al grupo Techint Compañía Técnica Internacional S.A.C.I./Rocca, que constituye un caso emblemático de capitalismo nexado con coronavirus y que, como es consabido, funciona en Italia y también en la Argentina, van algunos datos contextuales. El grupo fue fundado en Italia por Agostino Rocca, que había revistado en las filas del fascismo italiano, pues fue un alto funcionario de Mussolini. Luego de la Segunda Guerra migró a la Argentina y “se convirtió en una de las principales fortunas del país, […] participó de manera activa en los saqueos de la dictadura militar y en las rapiñas privatizadoras de la era memenista […] toda la historia del grupo Rocca aparecería atravesada por tramas estatales-privadas de corrupción y vínculos con estructuras mafiosas italianas, al igual que sus compatriotas del clan Macrì; su nieto Paolo, actual jefe del grupo Rocca-Techint, da continuidad a esa trayectoria ‘empresaria’” (Jorge Beinstein/Daniel Cieza (comp.), El lado oscuro de la famiglia Macrì, CICCUS, Buenos Aires, 2019, pp. 87-88).
Síntesis: el sistema empresarial funciona a escala global. Tiene su internacional y capacidad de teleacción. Experimenta en un país e implementa en otro donde tiene empresas satélites. Los gobiernos nacionales, en cambio, operan sobre un espectro reducido: un único país. De esto desciende que las corporaciones privadas son más potentes que muchos Estados. No tienen ningún mandato pero gobiernan y lo hacen sin ninguna vigilancia. Es más: expresan sus pareceres –votan– todos los días. Para el mundo empresarial italiano, que en parte coincide con el argentino, el capital está por encima no digamos de la salud, sino de la vida. Pero no de la vida stricto sensu sino de la vida de la clase trabajadora. Cuando un empresario está ubicado de los dos lados del mostrador, es decir, en este caso, cuando tiene empresas y hospitales, la ecuación que articula es: a más trabajadorxs trabajando, más trabajadorxs enfermxs. Una win-win situation: no tienen cómo perder. De esto desciende: mayor enriquecimiento. Estamos frente a la explotación capitalista más descarnada sobre la que oportunamente reflexionó Marx: lo que produce valor es el trabajo humano. Al cual hay que adosar, en este caso, la enfermedad humana. Si lxs trabajadorxs no producen, y en el caso específico de la pandemia, no se contagian y no recurren a la salud privada, el capitalista no puede quedarse con la llamada plusvalía.
Cuando Paolo Rocca, el hombre más rico de la Argentina, cesantea (apelando al Estatuto de la Construcción, Ley 22.250) a casi 1.500 trabajadorxs en pleno torbellino pandémico, no tiene como objetivo ahorrar capital –y de paso sabotear las pertinentes medidas del gobierno nacional (el Decreto 329 del 31 de marzo que prohíbe los despidos)– sino exponenciarlo. Apela al sentido estricto que rige a todo capitalista, sujetos que logran volver rentable incluso la muerte (o en este caso, la enfermedad). Al desvincular a casi 1.500 trabajadorxs de sus obras particulares en las provincias de Tucumán, Buenos Aires y Neuquén, Techint da un revés a las políticas explicitadas por el gobierno nacional, de mantener el empleo, pese a la crisis desatada por el coronavirus, pero hace también otra cosa. Manda una señal: de presión para todxs esxs trabajadorxs que aún no perdieron la fuente de trabajo. De hecho, SIDERCA paró sus actividades y TERNIUM SIDERAR, ubicada en San Nicolás, que elabora y fabrica aceros laminados, por ahora mantiene una guardia mínima porque no se pueden apagar los altos hornos. Pero Paolo Rocca desea poner en funcionamiento sus plantas cuanto antes, siguiendo el ejemplo bergamasco. Y cuando lo haga no quiere que los trabajadorxs y las organizaciones intermedias que lxs representan –los gremios– se insubordinen. La bajada de línea además impacta en otros sectores de la producción siderúrgica. Es el caso de Acindar. Explica Victorio Paulón: “La comisión interna de Acindar de Villa Constitución denuncia presiones y amenazas para arrancar con la producción”.
Una parte del empresariado argentino se maneja con una lógica mafiosa. En “Violencia, cartelización y solidaridad” he desarrollado algunas hipótesis al respecto con motivos de los sobreprecios que afectaron el Ministerio de Desarrollo Social. Si seguimos algunos avatares de las lógicas mafiosas, encontramos que en sus estructuras de pensamiento los capo mafia se presentan o acaso se autoperciben como benefactores, sobre todo en los tramos críticos de la historia. En Italia, por ejemplo, cuando el pueblo pasa hambre ofrecen de comer, preparan mesas repletas de comida en sus domicilios o en algún restaurante de la famiglia. Con esto de la pandemia los capo bastoni facilitan créditos y aún minicréditos (50 euros) a través del sistema de la usura, que permite soslayar el aparato burocrático propio de un banco. Se trata de la figura del “benefactor”. Que encarna don Paolo también. Esto lo explica Fernando Latrille en “La crisis es toda tuya”. Muestra cómo en la Argentina Paolo Rocca asiste a los hospitales “Gomendio de Ramallo y al provincial San Felipe de la ciudad de San Nicolás. ‘Hoy entregamos 65 camas en el marco del plan de acción que lanzamos para apoyar a las comunidades […]. Son 19 camas de terapia intensiva y 28 de internación para el Hospital San Felipe y 18 camas de internación para el Hospital Gomendio. En los próximos días llegarán los colchones y almohadas junto con otros insumos que serán donados para fortalecer el sistema de salud de la región’”. Por cierto, Paolo no pone en foco el sector de la salud con un objetivo filantrópico. De hecho, Techint viene impulsando una iniciativa en Capital Federal para el desarrollo de un proyecto con el nombre de “Complejo Hospitalario Sur”. Esta propuesta empieza a implementarse en 2010 cuando el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires era Maurizio Macrì. Estamos hablando de una obra magna de 172 millones de dólares que consiste en unificar cinco hospitales de la Ciudad en uno solo. Las estructuras en cuestión son: el Hospital Municipal de Oncología “Marie Curie”, el Hospital de Rehabilitación Respiratoria “M. Ferrer”, el Hospital de Gastroenterología “Udaondo”, el Instituto de Rehabilitación Psicofísica (IREP) y el Hospital de Infecciosos “Francisco Javier Muñiz”. El pretexto de la unificación es crear un hospital de alta complejidad. De llevarse a cabo, el mantenimiento de las instalaciones y del equipamiento y la limpieza de los edificios estaría a cargo de Techint. Capítulo dos: Rodríguez Larreta había dispuesto todo para hacer realidad el proyecto. Para diciembre de 2018 había planificado tener lista la parte burocrática de la iniciativa, la licitación se hubiera tenido que resolver a lo largo del primer semestre de 2019 y los trabajos hubieran tenido que arrancar a partir de julio de dicho año. Preveía terminarlos para 2021. Pero luego llegaron las elecciones nacionales y la pandemia. De todos modos, el proyecto sigue en pie y el interés del grupo Roca en el sector de la salud, también. Para ampliar esta información se puede leer un artículo de Ari Lijalad o escuchar por Spotify (3/4/2020) la entrevista que Alejandro Bercovich le hizo en Pasaron cosas al diputado nacional Federico Fagioli. Si en Italia Gianfelice opera en la salud privada a través de Humanitas, aquí en la Argentina Paolo prefiere meterse en cada fisura del Estado –vía Rodríguez Larreta y el Complejo Hospitalario Sur– para extraer ventajas pecuniarias. Pero el resultado es siempre el mismo: el negocio privado. Lxs trabajadorxs del sector de salud que se resistieron a la iniciativa Techint + gatomacrismo CABA lo hicieron entendiendo que ese negocio implica dos acciones correlativas e inversas: “el cierre de hospitales” y “el fin de la atención pública sanitaria para ceder espacio a clínicas privadas”.
De todo esto desciende que como humanidad estamos atravesando un momento único. Una oportunidad creativa acaso: la de un nuevo orden. Un proyecto emancipatorio para un sujeto que encarne otra forma de vida no-capitalista en el período post pandémico. Para el “día después”. Y ese acto creativo de ruptura cultural con el capitalismo depende de una voluntad de lucha, no del optimismo o del pesimismo momentáneo, de algún dogma o de una metafísica inmóvil. Depende de las luchas de una clase abigarrada –plural, atravesada por las borrascas de la historia popular, atenta a la diversidades genéricas, habitada por las enseñanzas de los feminismos, que ha hecho propias las formas descolonizadoras, antirraciales, antiesclavistas, que sabe de los cuidados necesarios para la ecología, que recuerda palmariamente que nuestra América es también un continente indígena y campesino– que está en la situación histórica y humana de decir basta y ponerse a andar. Abigarrada y solidaria.
Con un Estado que funciona bajo los preceptos culturales y económicos del capitalismo o que se deja colonizar fácilmente por la codicia empresarial –cuando no es copado en toda su estructura por un poder mafioso–, el llamado a la solidaridad –que responde a una lógica colectiva– es un slogan esperanzador. Pero al mismo tiempo es un slogan que no respira cómodamente si se lo mantiene bajo la captura del reformismo. No respirará cómodamente mientras se siga haciendo pie en el lucro (soportando los negocios de las minorías y su principio individualizante: el egoísmo, contrario a la solidaridad). Con sagacidad, discusiones y otras paciencias es preciso inventar una alternativa real al capitalismo: el modo socialmente justo para horadar el cerco en el que nos ha arrojado la historia. El cerco del capitalismo pandémico. Eso implica las luchas por la transformación de nuestra sociedad en dirección hacia la igualdad de todxs lxs ciudadanxs en los planos cultural, económico, social, jurídico, sanitario.
Dicho de otro modo, ¿no será el momento de organizar nuestras prácticas alrededor de la vida de la clase trabajadora? Una suerte de humanismo que piense la temporalidad del mundo a largo plazo. Pues para el capitalismo el mundo sólo existe en una temporalidad cortoplacista. Como escribió Maurizio Lazzarato en “¡Es el capitalismo, estúpido!”, : “el tiempo para hacer que el capital invertido dé frutos”. Socializar para la clase trabajadora lo que hoy se socializa para los bancos y las corporaciones. La chispa: la organización del poder popular –de los intereses populares, de las clases medias y de pequeña y mediana empresa nacionales– con vistas a desplazar los privilegios y beneficios de las clases dominantes. Al Estado dirigido por el gobierno de todxs le toca la lucha en contra de la corona-crisis y la deuda gatomacrista. Le toca también la tarea de las regulaciones que impactan en las prácticas. Pero podría hacer propio también y sobre todo la proyección de formas culturales que cuiden menos el capital y el poder de las corporaciones que a la clase trabajadora.
Desde ya, este último desafío se vuelve un imposible trágico si se amasa la mera idea de un “capitalismo serio”. Porque el capitalismo en todas sus dimensiones mata, siempre. Y ese no es un slogan. Entonces, se trata de empezar a elaborar un nuevo orden nacional, que puede ser el gran legado histórico de la Argentina que lucha a América Latina y a una “Unión europea” que sabe solo de fraccionamientos y al mundo del siglo XXI. La solidaridad que responde a una lógica del cuidado colectivo es un punto de apoyo. Otro lo es ir a contrapelo de esa frase que formuló el ex Vicepresidente Amado Boudou: “El neoliberalismo y su lenguaje son claros: humanizar las cosas (sobre todo el capital) y cosificar a las personas”.
Podría achacársele a estas ideas conclusivas (nada sibilinas) cierto… ¿candor? Pero si a las ideas reflexivas (a la filosofía, digamos) se les adosa el necesario componente de la lucha (de la praxis, volvamos a decir), los resultados que se logran en el ámbito de la realidad política (de la vida común) nunca tienen un desarrollo lineal ni ocupan una sola dimensión.
* Universidad Nacional de General Sarmiento/CONICET
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