Vivir en un ambiente sano podría considerarse un derecho humano fundamental. Magalí Corujo, Informadora Ambiental egresada de la Universidad Nacional de Luján, nos explica lo que significaría este enorme avance a nivel mundial
Como si la novela de James Patterson ZOO hubiera cobrado vida, pero con la trama cambiada. Como si los personajes fueran buenos, estuvieran libres, y la pandemia no los acechara; el mundo se transformó en una suerte de escenario que ni la mejor película estadounidense “salva planetas” hubiera podido filmar: la polución disminuyó hasta dejar descubierto el Himalaya, los lobos marinos coparon las calles de la feliz, los ciervos emergieron de los pantanos y silenciosos y confundidos, los animales volvieron nuevamente a los espacios que alguna vez supieron compartir en armonía con el ser humano; quien ahora parece coronarse como el principal causante de los estragos que a él mismo lo atacan.
Otra de las tantas paradojas del mundo quizás, ¿O será tal vez que tendremos que aceptar bajo una suerte de resignación desagradable, que el hombre es el lobo del hombre, y como tal, lo que está pasando es sólo otro ejemplo que lo justifica?
Quizás, aunque prefiero reservar mi opinión para contarla en otra nota porque de todas formas, algo cambió. O está cambiando: los seres humanos (la mayoría al menos), por primera vez ante un virus sin conciencia de clase, empezaron a escuchar la palabra “ambiente”.
Esto es, empezaron a notar por primera vez que si no se cuida el lugar donde viven, es probable que éste no se pueda seguir sosteniendo por sí sólo. Y primitivo o no, es sin dudas un gran paso.
Quienes siempre la escuchamos, nos sentimos sorprendidos y esperanzados ante tal increíble episodio: la palabra ambiente parece ser ahora una de las mejores amigas del COVID-19, y junto a ésta, ocupa las primeras tapas de los diarios, revistas y portales de internet. Tal es así que ahora se esboza la idea de que vivir en un ambiente sano pueda considerarse como un derecho humano fundamental.
Ambiente sano como derecho humano. Ni en mis sueños más locos me lo hubiera imaginado. El ambiente, ahora silencioso y pleno, está queriendo colarse como un artículo más dentro de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, gracias al pedido de BirdLife International, una asociación global de organizaciones de conservación que se esfuerza para proteger a las aves, sus hábitats y a la biodiversidad toda, trabajando con las personas hacia la sostenibilidad en el uso de los recursos naturales. Esta organización tiene socios en aproximadamente 120 países y su sede central se encuentra en Cambridge, Reino Unido.
Sucede, que desde la organización aseguran que la pandemia del nuevo coronavirus que estamos atravesando tiene sus raíces en la pérdida de hábitat y el comercio ilegal de especies, y ante esta idea, el pasado 22 de Abril y bajo el contexto de la celebración del día de la Tierra, su CEO Patricia Zurita, afirmó: "El COVID-19 es la mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial. Pero si bien la pandemia es devastadora, también ofrece a los líderes mundiales la oportunidad, y de hecho la obligación, de transformar la sociedad, para proteger aún más nuestro bienestar y el de las generaciones futuras". Asimismo, aseveró: "La salud de nuestro planeta es nuestra salud. Los humanos dependemos de la naturaleza para nuestra supervivencia, pero nuestras acciones han alterado el equilibrio natural de la Tierra".
La carta escrita por la organización reclama a las Naciones Unidas que, como parte de su respuesta a la pandemia del coronavirus, añada un "Artículo 31" a la Declaración Universal de los Derechos Humanos que sea incluido en la agenda de la Cumbre de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la Biodiversidad en septiembre de 2020, con el objetivo final de su aprobación en diciembre de 2023 para conmemorar el 75° aniversario de la adopción de la Declaración Universal por la Asamblea Nacional; con el propósito de que se consagre el derecho universal a un ambiente sano garantizado por las políticas públicas y regido por la sostenibilidad, el conocimiento científico y la sabiduría tradicional.
"El artículo 31" sería un regalo para el mundo y las generaciones futuras. Y qué momento más apropiado para lanzar un manifiesto por ello que el Día de la Tierra", expresó Asunción Ruiz, directora ejecutiva de BirdLife: "En lugar de aprender de la crisis del coronavirus, algunos líderes la utilizan cínicamente como excusa para hacer retroceder la protección del medio ambiente. Consagrar un medio ambiente natural sano como un derecho humano será un logro que beneficiará a la humanidad en los siglos venideros, y es la única manera de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas".
En el plano nacional, el derecho a un ambiente sano está reconocido en el artículo N° 41 de nuestra Constitución, y desde Aves Argentinas (la organización miembro de BirdLife International en nuestro país), avalan la iniciativa asegurando que ante la pandemia este tiempo es propicio para reclamar al ambiente sano como un derecho humano, considerando que los seres humanos “están teniendo más tiempo para observar lo que pasa en el planeta”.
Finalmente, si la iniciativa de BirdLife International logra ponerse en marcha, sería la primera vez que se añade un artículo desde que se proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 que enuncia los derechos humanos fundamentales que deben protegerse en el mundo entero.
Habrá que esperar pacientes ante los nuevos cambios que sin duda alguna se vienen en materia ambiental, creyendo en que el desarrollo deberá alcanzarse esta vez bajo la práctica de políticas públicas sostenibles y amigables con el ambiente, que apelen a la protección de los recursos naturales y de las demás especies, y de esta manera, a las nuevas formas de economía verde que podrían empezar a ponerse en práctica.
Magalí Corujo: Informadora Ambiental
E-mail: magacorujo@hotmail.com
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