El arte de comer despacio, de comer con todos los sentidos: la vista, el olfato, el gusto, el tacto, el oído e incluso conocer las sensaciones que proceden de nuestros órganos internos, como por ejemplo el hambre o la saciedad, son herramientas importantísimas a la hora de saber cuando tenemos hambre y cuando ya estamos saciados . Por eso voy a seguir dándoles algunas de las herramientas que nos proporciona la denominada alimentación consciente o “comer con conciencia plena” que es el arte del Mindfulness llevado a la nutrición.
En notas anteriores comente sobre: hambre visual, hambre olfativa, hambre bucal, hambre del tacto y el hambre auditivo. En esta oportunidad voy a explicar los tipos de hambre restantes que contemplan la teoría del “Mindfulnesseating”: el hambre estomacal, el hambre corporal, el hambre mental y el hambre del corazón; conociendo y diferenciando cada uno de ellos podremos llegar fácilmente a una alimentación consciente.
Hambre estomacal: Es el hambre real, el que sentimos en el estómago cuando está vacío. Sin embargo, puede ser confundido por otros tipos de hambre cuando no sabemos interpretar las señales, como miedo o ansiedad, que se manifiestan en nuestro estómago como resultado de la contracción de la musculatura lisa. Las personas suelen decir que se les ha hecho como un «nudo en el estómago» y esta sensación puede ser muy similar al estómago vacío. Inclusive la sed a veces se puede confundir con hambre.
Es importante, para aprender a conocernos y distinguirlo, estar atentos a las señales que nos manda nuestro estómago cuando necesitamos comer de verdad.
Hambre corporal o celular: es el que nos piden las células de nuestro cuerpo cuando se presentan déficit de algún nutriente. Por ejemplo, cuando tenemos anemia incorporamos carnes y alimentos ricos en hierro o cuando necesitamos vitamina C para hacer frente a una infección consumimos cítricos. Aunque a simple vista parece imposible, cuando aprendemos a estar atentos a nuestro cuerpo y a sus señales, aprendemos también qué tipo de hambre tenemos a cada momento, incluso a niveles tan aparentemente sutiles como el hambre celular.
Hambre mental: está relacionado con todos los pensamientos y normas que tenemos integrados sobre la comida, muchos de ellos mitos, por ejemplo: tengo que comer cinco veces al día, la palta engorda, no puedo comer hidratos por la noche, y otros tantos muchas veces asociados a las ideas y normas de las “dietas estrictas”.
Hambre del corazón: Es un hambre que está ligado a las emociones que nos induce a comer para reconfortarnos. Puede ser una respuesta para cubrir diferentes necesidades como la falta de amor, de cariño, deseos de ser vistos y escuchados, etc.
Muchas veces se transforma en una herramienta para gestionar diferentes emociones, tanto negativas como positivas. En estos casos es fundamental saber reconocer nuestras emociones y cómo gestionarlas adecuadamente.
La alimentación consciente, se trata de conocer y atender cada uno de estos tipos de “hambres” encontrando un equilibrio. Comer sin conciencia genera mayor ingesta. Comer conscientemente permite que el cerebro se entere y que la saciedad llegue antes.
Lucia Cortinovis - Lic. Nutrición MP 4151 - MN 8929
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