GÉNERO

21 de Agosto de 2021

Amigas y rivales

/Por Lic. Constanza Garbocci

La supuesta rivalidad entre mujeres es un cuento tan viejo como la vida misma. La idea de que somos difíciles para trabajar, relacionarnos y establecer otros vínculos entre nosotras, es moneda común hasta el día de hoy. Y lo vemos expresado diariamente en los medios a través de ficciones y las noticias. Hoy te invito a pensar: ¿Por qué creemos que las amistades entre mujeres siguen siendo consideradas como difíciles cuando los mismos mandatos que nos enfrentan, nos enseñan a generar vínculos estrechos y amorosos? 

Hace una semana Leonel Messi fue presentado como la nueva incorporación del París-Saint Germain. Lo más interesante -para mí- fue lo que los medios decidieron poner en agenda al hablar de su familia, fundamentalmente de Antonela Roccuzzo y su relación con otra famosa, Wanda Nara -pareja de otro jugador del mismo club-. “¿Por qué Antonela no sigue a Wanda en Instagram?”, “¿Qué pasó en el primer encuentro entre Antonela y Wanda en el estadio del PSG”, “Antonela vs Wanda: La razón de la enemistad”, son solo algunos de los titulares que han circulado en estos días.

La idea de la rivalidad entre las mujeres - impuesta desde la infancia - es uno de los éxitos del sistema patriarcal. Históricamente se ha caracterizado a las mujeres como naturalmente malas y por eso recae la sospecha constante de que así lo somos entre nosotras. De más está decir que muchas reproducimos esta mirada, mediante la utilización de estereotipos de género que refuerzan el desprestigio de otras mujeres. Ahora: ¿De dónde viene esto?

Desde la antigüedad, la literatura, la religión y la mitología nos ha representado dentro de la dualidad de la buena mujer - la virgen, la mártir, la servicial- y la mala mujer - la conflictiva, la sexual, la salvaje, la que viene a causar el desorden-. Ambas caracterizaciones marcaron dos modelos de feminidad conformados exclusivamente para el control patriarcal. Mitos como los de Pandora, la primera mujer creada por Zeus como castigo divino a la humanidad, o el de Eva, la mujer del pecado original que llevó a Adán a la perdición, son algunos de los discursos que funcionaron como germen para estos estereotipos de género. Los cuales se encuentran aún vigentes en cada producto cultural que consumimos en la tele, el cine o las redes sociales.

Repasando un poco más de la historia, es necesario recordar que las mujeres eran educadas con un único destino, el servicio a un hombre como esposas o esclavas. De manera que, mientras el éxito de un hombre moraba meramente en sus logros profesionales o económicos, el de una mujer se encontraba fundamentalmente asociado al del marido con el cual se casaba. En ese paradigma, las mujeres se veían en la obligación de competir -para mejorar sus oportunidades o condiciones de vida- por la atención masculina. Hoy, la validación relacionada al matrimonio ha disminuido pero aún puede verse en otros campos como el profesional, donde el discurso y estereotipo de la enemistad femenina se ha mantenido.

En relación a esto Flor Freijo, politóloga y especialista en género -en su trabajo “(Mal) Educadas”-, aclara: “no alcanza jamás los títulos que tengamos, el reconocimiento público, ni siquiera nuestro poder adquisitivo, seguimos siendo vistas como damas de compañía que vienen a adornar el rol del hombre que se posiciona de manera central. La ‘novia de’, la ‘esposa de', con ‘la que se acostó con’, son además tres formas de dirigirse hacia nosotras aleccionadoras y despectivas. Buscan hacernos saber que nunca será suficiente lo que hagamos en el mundo profesional, lo que se seguirá evaluando y definiendo sobre nosotras es con quien tenemos sexo, incluso aunque esa persona sea nuestro marido.”

El sistema patriarcal ha fomentado el estereotipo de la enemistad entre mujeres a lo largo de la historia con el fin de proteger su poder. Con la rivalidad femenina se ha intentado anular lo colectivo, las experiencias comunes entre nosotras, separando y manteniendo a las mujeres en solitaria disputa. Hoy, los avances del feminismo ponen a la sororidad como una herramienta clave para la lucha frente a estas normas patriarcales. Podemos definir a la sororidad como un pacto político entre pares, un vínculo solidario, una alianza entre mujeres que reconoce y valora sus diferencias en pos de construir mejores realidades colectivas en comunidad.

Durante siglos se creyó que éramos incapaces de generar amistades verdaderas entre nosotras. A su vez, se nos impuso un deber ser caracterizado por el servicio, la empatía y el amor incondicional por un otro. Todo esto, solo para ser consideradas como buenas mujeres. Por esto es fundamental reflexionar identificando los prejuicios, mitos, estereotipos y roles de género que hemos interiorizado, y con los cuales se han llegado a justificar situaciones de discriminación en contra de las mujeres.

Entonces, quizás es hora de que los medios de comunicación dejen de alimentar la narrativa de enfrentamiento entre nosotras para no ser funcionales a un sistema patriarcal que continúa hiriendo, no solo a las feminidades sino también a las masculinidades. Reproduciendo, así, discursos estereotipados que enseñan -a los hombres- comportamientos violentos y ajenos a las emociones. Fomentando la imposibilidad de generar vínculos de cercanía emocional o intimidad entre ellos, los cuales son la base de muchas de las amistades feminizadas.


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