MEDIOAMBIENTE

09 de Junio de 2022

Una voz que hoy es un grito: “Paren de fumigarnos”

Un 9 de junio de 2019 moría Ana Zabaloy, una docente fumigada de San Antonio de Areco. Falleció de cancer, pero su lucha contra las fumigaciones en escuelas rurales no fue en vano. Formó la Red de Docentes por la Vida y sembró conciencia en el pueblo.

Ana Zabaloy se convirtió en una referencia en la lucha contra las fumigaciones, el uso del glifosato, que a partir de 2014 le empezaron a dejar marcas en su cuerpo con una parálisis facial y una insuficiencia respiratoria mientras ejercía su oficio de docente en la escuela rural 11 de San Antonio de Areco

Había criticado fuertemente a la gobernadora María Eugenia Vidal por permitir la fumigación con agrotóxicos tales como Atrazina, 2.4-D, Glufosinato de Amonio y otros sobre escuelas rurales, hasta minutos antes de la apertura de esas escuelas. 

¿A quién le cobraremos las vidas que este modelo de extractivismo y agronegocio se sigue llevando?

Desde la Red de Docentes por la Vida expresaron: “Nos enseñó a denunciar las graves consecuencias que acarrea el modelo de muerte del agronegocio, y mostrar la agroecología. A inundar las aulas de compromiso. A que desde los proyectos educativos los niños y las niñas eran los maestros, quienes mejor difunden el mundo en el que queremos vivir. A que observando la naturaleza, las mariposas y las abejas nos enseñan que es Vida y que no lo es. A que las madres, cuando se les da un espacio, son las mejores compañeras que se asombran en una cocina escolar y que entienden perfectamente qué es la Soberanía Alimentaria. A que las escuelas no tienen que ser fumigadas con agrotóxicos y que el campo es un espacio hermoso, que tenemos derecho a habitarlo sin exponer nuestra salud. La recordamos y seguirá viva a traves de nuestra lucha”.

Ana Zabaloy: “Somos testigos obligados del costo humano del actual sistema productivo”

“Mi nombre es Ana Zabaloy y fui durante seis años directora de la escuela número 11 de San Antonio de Areco. Ese período sufrimos junto a mis alumnos constantes fumigaciones con agrotóxicos en las proximidades de la escuela y en pleno horario escolar. En una de esas ocasiones el producto utilizado fue 2,4-D, y me volví a mi casa con una parestesia facial y con una insuficiencia respiratoria. Somos muchas las docentes rurales que padecemos esta misma realidad, las fumigaciones nos atravesaron la vida y en muchos casos se llevaron por delante nuestra salud. Nadie nos los contó, no lo leímos en ningún diario, nos pasó, lo vivimos, como una cotidianidad inevitable. Somos testigos obligados del costo humano del actual sistema productivo” denunciaba Zabaloy en una nota para Revista Critica.

 


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