En la provincia de Córdoba se aplican 105 millones de litros de agrotóxicos al año, mientras que en todo el país la medida es de 600 millones de litros anuales”, explica Medardo Ávila Vázquez, uno de los fundadores de la Red Universitaria de Ambiente y Salud – Médicos de Pueblos Fumigados y pionero en visibilizar las consecuencias del modelo de producción ligado al uso de agrotóxicos
Ya en el 2011, tras un estudio presentado por investigadoras del Conicet, se comprobó la presencia alarmante de agroquímicos y metales pesados en la cuenca del río Paraná. Los niveles de glifosato y de AMPA (metabolito en la degradación del glifosato) halladas en la cuenca cuadruplican las concentraciones que pueden encontrarse en un campo de soja. Misma cuenca con la que conectará el futuro acueducto Córdoba – Santa Fe.
Esta situación se da en simultáneo con el agua de consumo en la provincia de Buenos Aires. Allí, el agua de las capas subterráneas, de entre 40 y 60 metros de profundidad, se extrae con los agrotóxicos que se están aplicando en la superficie.
El silencio no es salud
Desde el año 2004 rige la Ley 9.164 de “Productos Químicos o Biológicos de Uso Agropecuario”. Esta norma prohíbe toda fumigación a menos de 1500 o 500 metros (según el producto) de zonas pobladas.
El glifosato está catalogado de clase III y puede ser aplicado sin ninguna restricción.
El 80% de las aplicaciones no quedan en el predio o en las plantas. Se pulveriza en el ambiente. “En Córdoba tenemos registros en 5 pueblos, donde tomamos muestras de agua de lluvia encontrando glifosato. La lluvia arrastra los agrotóxicos del aire y caen al suelo”, agrega el Dr. Avila Vazquez.
Un riesgo para la salud
Las consecuencias son inmediatas. Un grave impacto para la salud humana de la mano del incremento de enfermedades tales como el cáncer, problemas reproductivos, abortos, niños que nacen con malformaciones, problemas endocrinos como hipotiroidismo, Alzhéimer, esclerosis múltiple, entre otros.
Un estudio publicado por “International Journal of Clinical Medicine” demuestra que la mortalidad por cáncer en los pueblos agrícolas es la primera causa de muerte.
El informe verificó que en estos pueblos el cáncer es casi tres veces más frecuente. Alcanzando en algunos años a justificar la mitad (50%) de todos los decesos, cuando, desde hace 40 años esta enfermedad explica sólo una quinta parte de ellos (20%).
La provincia asiste en las últimas décadas a una radical transformación de su estructura productiva que ha impulsado profundas alteraciones ambientales. Y lo pagamos, entre otras cosas, con nuestra salud.
Por Al Revés
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