EDUCACIÓN

18 de Mayo de 2020

La difícil vuelta a clases en tiempo de pandemia

Comentarios sobre un artículo escrito en 1878 referido a la construcción y disposición de las escuelas públicas en relación con la higiene.

/Por Sergio D. Robles

Es bien conocida la preocupación que tuvieron los sectores de la élite gobernante argentina sobre la educación pública durante el último tercio del siglo XIX, siendo uno de sus tempranos y principales frutos, la ley 1420 de educación obligatoria, gratuita y laica. Esa preocupación vinculada con una idea de progreso económico y social fue, probablemente, uno de los factores que ubicaron a la Argentina en tiempos de festejar el primer centenario de la Revolución, entre los diez primeros países del mundo por su prosperidad. No es entonces casual la afluencia de millones de inmigrantes a una tierra promisoria y la significativa movilidad social que los llevó a ellos, y elevó a muchos de sus hijos, a integrarse a la naciente y dinámica franja que conformó los sectores medios argentinos. Las desigualdades sociales y políticas -también presentes en el concierto internacional entre las principales potencias mundiales- encontraron en nuestro país un movimiento de resistencia sistemático, que llevó a reformas políticas sustanciales, como ley de 1912 (Sáenz Peña) que estableció el voto obligatorio y secreto  y un conjunto de leyes sociales, producto de la iniciativa de los primeros legisladores socialistas.

Dicho esto y como un aporte a la interesante nota publicada recientemente por Laura Iturria, “El espacio escolar como condicionante” y teniendo en cuenta la situación edilicia en la que, desde hace muchas décadas, se desenvuelve la enseñanza en muchos establecimientos educativos, tanto públicos como privados, quería compartir algunos comentarios sobre un modelo de edificio escolar a partir de un meduloso estudio realizada por Carlos Stegman, primer secretario de la Sociedad Científica Argentina, nada menos que en el año 1878, en un tiempo en el que la población estaba sometida a frecuentes epidemias y aún quedaban cuestiones pendientes en la consolidación del moderno Estado argentino. Resulta por demás significativa la minuciosidad con que es abordado el tema de los edificios escolares en relación con la higiene y con el objetivo de proporcionar a los estudiantes  “todas las comodidades y bienestar, a fin de evitar las fatigas corporales de una permanencia relativamente larga en las escuelas”.

El estudio se inicia con la elección del terreno para escuela: “Si para una casa habitación las condiciones higiénicas del terreno son de importancia, mucho mayor serán las mismas al tratarse de la construcción de las escuelas, a más de un terreno seco y despejado, debe exigirse una vecindad adecuada, patios espaciosos, entradas cómodas, corredores alegres, un aspecto serio y todas sus localidades provistas con abundante luz y aire”.

Más adelante señalaba la orientación que deberían tener los edificios para recibir mejor luz natural: “debe mirar si es posible al NO. Al E., de manera que las salas de escuela reciban la luz del mismo lado”.

Con respecto a las dimensiones de las aulas, el autor indica que “la longitud no debe ser mayor de 13 o 14 metros, porque dificulta no solo la vigilancia de los alumnos, sino también el uso de objetos que emplean en la enseñanza, mapas, pizarras, que vendrían a estar colocadas a gran distancia de los discípulos que ocupan los últimos bancos, además que el preceptor (el maestro) tendrá que forzar la voz para hacerse oír de todos los niños”.

También se ocupa de cómo debe ser el revoque de las paredes de las aulas y su pintura: “no debe ser áspero, sino liso y llano, para impedir que se pegue el polvo y facilitar la pronta y eficaz limpieza de las mismas… la pintura al ´leo es preferible al blanqueo común con cal, el que por producir una luz que deslumbra, debe emplearse únicamente cuando las clases carecen de día de la suficiente luz”.

Y en cuanto a la buena iluminación y ventilación, decía: “Siendo una de las condiciones esenciales de una sala de escuela, la abundancia y buena distribución de la luz solar, es necesario aumentar lo más que se pueda el número y tamaño de las ventanas… para ventilar las clases, deben construirse las ventanas de tal modo que puedan abrirse fácilmente por completo y se mantengan abiertas, por medio de un mecanismo sencillo…la importancia de la buena luz crece a medida que aumentan los estudios, que no fomentan solamente el incremento de la miopía, sino también de otras afecciones a la vista”.

Entre otras consideraciones, el autor señalaba, además, que “las escuelas deben tener otras dependencias para la biblioteca, gabinete de física e historia natural y una pieza para las reuniones de los maestros”.

Por último, “toda escuela debe estar provista abundantemente de agua potable y de vasos para beber y suficiente agua para las necesidades de la limpieza y contra incendios”.

Al margen de la situación de crisis que generó la pandemia, sería útil que las políticas de Estado pudieran retomar muchas de las ideas aquí comentadas y escritas hace 142 años, para que la enseñanza de nuestros alumnos pueda desenvolverse en un marco que garantice, al menos desde el punto de vista edilicio, mejores resultados ya que, como señaló Laura Iturria en su nota, aunque desde otra perspectiva, el espacio escolar es un condicionante en el proceso de enseñanza- aprendizaje.

 


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