En un mundo donde hoy el cuidado de la salud se ha impuesto como prioridad, los efectos del Aislamiento Social Obligatorio empiezan a observarse también en términos de salud mental. La angustia por la falta de contacto con familiares y amigos, la preocupación por la falta de ingresos, el duelo por las personas fallecidas, el miedo al contagio, la incertidumbre y la inseguridad de la sobreinformación y la desinformación.
/ Lic. Ángela Ríos Encina
Nuestra sociedad con los años fue estableciendo un valor prioritario a la salud mental. Donde en la mayoría de los ámbitos, se fue valorando cada vez más las dolencias y el malestar en relación a las emociones y los pensamientos.
La salud supone siempre un equilibrio físico social y mental. Hoy, en medio de una pandemia por el Covid-19, las tres esferas de la salud se encuentran en riesgo. Angustia y trastornos de ansiedad son los más observables. Desgano, desinterés, tristeza. El estrés que disminuye las defensas, síntomas psicosomáticos. Vulnerabilidad, inseguridad, desconcierto. Incapacidad de proyectar y de encontrar contención necesaria en éste momento.
Efectos de una epidemia que en Argentina aún se siente más fuerte por las características de la cultura. Un país donde el mate es compartido o no es; donde el miércoles se corta el fin de semana con amigos; donde el jueves ha perdido su categoría por esperar ansiosamente el fin de semana para realizar actividades sociales y de ocio. Pasear, ver a amigos, viajar, hacer deporte, visitar la familia, salir al cine, ir de shopping... ¡salir!
Hoy la prohibición de todas esas actividades irá incrementando sus efectos a nivel mental con el correr del tiempo. No solamente tendrá sus consecuencias el personal que trabaja en la primera línea de batalla, con sus frustraciones y ansiedades, con el apoyo de muchos y la discriminación de otros. Con el estrés del trabajo continuo y la responsabilidad que implica ocupar ese rol. También la sufrirán aquellas personas que no pueden salir a trabajar, porque tal vez 15 días sin actividad pudo haber sido un descanso obligado, pero hoy significa un riesgo social inminente; porque no alcanza la creatividad para responder a semejante falta de trabajo. No alcanza la voluntad. La ansiedad y la preocupación se hacen cada vez más grandes para cubrir necesidades básicas.
Cientos de niños y adolescentes que pierden lo que tal vez fuera lo más importante de la institucionalización escolar, el vínculo con pares y el respeto a la autoridad. Tanto los pequeños que fueron sus primeros días de clase del primer ciclo, como los adolescentes que deben sustituir lo genuino del aprendizaje en contacto con un par, por el aprendizaje virtual meramente desde lo cognitivo. Las consecuencias incluso de todas aquellas personas que quedan por fuera del sistema tecnológico, por carencia o por ignorancia. Pacientes con patologías que han perdido terapias y tratamientos psicológicos por no tener cobertura médica, o por no poseer recursos tecnológicos para implementarlas. Sobre todo los mayores, quienes hoy son el mayor riesgo. ¿Quién los contiene de la angustia y el miedo a ser sometidos a éste virus?
Más aún aquellas personas en situación de vulnerabilidad extrema, donde la mayoría de las veces la solidaridad y el contacto con un otro es un respiro a su situación de riesgo constante, personas en situación de calle; víctimas de violencia de género; niños y adultos mayores en vulneración de derechos. Sin olvidarnos de las conductas impulsivas y de sustitución que estamos adoptando, tanto de harinas como de alcohol, que en muchos países ya están siendo estudiados.
La nueva normalidad empieza a resonar mucho, tal vez falte tiempo para poder instalar una nueva forma de vida, mientras tanto hay que ocuparse de las consecuencias tan grandes a nivel emocional que implican una adaptación subjetiva... y en éste caso obligada.
Se espera un "cambio" que muchos atribuyen a cuestiones culturales: ¿cómo será un partido de futbol?, ¿Qué harán los cines?, ¿Un boliche tendrá forma de adaptarse?, ¿Nos seguiremos saludando con un beso?.
No olvidemos que la cultura supone una interrelación de conceptos, donde creencias, saberes, y conductas adoptadas por un grupo de personas para resolver necesidades y comunicarse entre sí; se ponen en juego en una dinámica continua. Y que además supone una identidad, la posibilidad de identificarse con tales características y sumarse a ellas.
Tenemos un gran trabajo personal por delante, para que nuestra sociedad tal como la conocemos no se autodestruya, y podamos seguir generando las mismas pautas de convivencia, de costumbres y de normas que hasta el momento nos regían. Es necesario que la salud mental vuelva a estar en el eje de la discusión, nadie desea que todo esto concluya en una sociedad donde se multipliquen los trastornos mentales y se tornen la nueva normalidad.
Ángela Ríos Encina
Lic. Psicología
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