/por María Victoria Agnes
La crisis climática es una realidad innegable que está transformando nuestro
mundo de manera alarmante. La semana pasada, nuestra ciudad salió en los medios nacionales debido a la caída de granizo de grandes dimensiones y el desprendimiento del techo de la Escuela Técnica N°2. Cada vez con mayor frecuencia, presenciamos eventos climáticos extremos que desafían la capacidad de las comunidades y sus ciudades para adaptarse y recuperarse.
Desde hace una semana que el Servicio Meteorológico Nacional está emitiendo alertas naranjas debido a estas tormentas y vientos intensos que pueden ocasionar daños materiales y hasta físicos a las propias personas. Es innegable que el impacto del cambio climático se hace sentir en todos los rincones del planeta, y está última semana ha sido noticia en nuestra región. Lo que solía ser un fenómeno meteorológico regular y predecible ahora se ha vuelto impredecible y peligroso. Las calles se transforman en torrentes de agua, arrastrando consigo todo a su paso, mientras que el granizo cae del cielo como piedras, destrozando cultivos, vehículos y todo tipo de estructuras.
Nuestros medios locales difundieron los destrozos que atravesó nuestra zona y la desesperación de los vecinos de las zonas más afectadas. Las inundaciones repentinas y los fuertes vientos golpearon con fuerza a los barrios más vulnerables, exacerbando las profundas desigualdades estructurales. El agua se convirtió en una fuerza destructiva que
inundó todo a su paso. Los hogares de los vecindarios más alejados del centro, carentes de un adecuado sistema de drenaje, terminaros aislados y devastados tras el desborde de los arroyos aledaños. Los barrios Otamendi y San Cayetano son algunos de ellos, donde los vecinos continúan pidiendo ayuda al Municipio para paliar esta grave situación.
Pero estas inundaciones no fueron el único desastre que golpeó a Campana. El viento, arrasó con árboles y estructuras como la del techo de la Escuela Técnica N°2 Generala Juana Azurduy, del barrio Malvinas. Afortunadamente, no hubo heridos, pero si enormes daños materiales, como la pérdida de 60 computadoras que pertenecían al colegio y que, en este contexto de recesión y brutal ajuste, serán difíciles de restaurar. Por otro lado, como si esto no fuera suficiente, enormes piezas de granizo cayeron del cielo destrozando todo a su paso. Vehículos, establecimientos educativos y domicilios particulares quedaron irreconocibles. Muchas zonas también quedaron sin suministro eléctrico debido a las roturas en el tendido eléctrico por la caída de árboles.
Cabe enfatizar que, una vez más, son las comunidades más marginadas y los barrios más carenciados los que pagan el precio más alto por los errores de una sociedad que ha priorizado el crecimiento económico. Mientras que aquellos sectores con más recursos económicos pueden permitirse protegerse y reconstruir sus viviendas, otros sectores se encuentran en la desesperación de salvar las pocas pertenencias que pueden.
Estas inundaciones no son hechos aislados, sino que están directamente vinculados con la deforestación masiva, la urbanización mal planificada y el avance de barrios privados sobre los humedales.
Mientras tanto, el gobierno local y provincial se enfrentan a una carga económica abrumadora para hacer frente a la crisis. Los recursos limitados, que están siendo recortados por el Poder Ejecutivo Nacional, dejan un escenario de incertidumbre y angustia colectiva. Con un Presidente que cree que el cambio climático es un invento del socialismo y que ha disuelto al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, resulta difícil imaginar que pueda implementar políticas públicas para prevenir estos desastres.
Por otro lado, más allá de las pérdidas inmediatas materiales, es fundamental
remarcar que la crisis climática también tiene un impacto económico a largo plazo. Los costos de reconstrucción y reparación son enormes, y la economía local se ve gravemente afectada.
En este sentido, la crisis climática no es solo una cuestión ambiental, sino también una cuestión social y económica. Las comunidades con menos recursos económicos son las más afectadas, tanto en términos de pérdidas materiales como de impacto en la salud y el bienestar. Por eso, es fundamental que se tomen medidas urgentes de adaptación en nuestra ciudad para paliar estos escenarios y fortalecer la resiliencia de las ciudades. Esto implica aumentar la inversión en infraestructura básica adaptada a estos fenómenos, así como la implementación de programas de protección social para apoyar inmediatamente a las comunidades afectadas. En medio de una crisis económica, debemos priorizar a quienes no tienen los recursos para enfrentar la destrucción y las pérdidas materiales.
En definitiva, la crisis climática es un desafío global, pero nos afecta localmente cuando ocurren estos terribles acontecimientos. Por eso, necesitamos tomar medidas concretas urgentes para prevenir estos eventos que, lamentablemente, cada vez serán más comunes
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