Hoy 23 de mayo es el “Día Mundial de las Tortugas” (World Turtle Day), un evento patrocinado por la American Tortoise Rescue, que intenta llamar la atención y mejorar el conocimiento sobre las tortugas en general, el respeto a su existencia y a su hábitat por parte de los humanos y, a reflexionar sobre las medidas para frenar su rápida extinción.
El Día Mundial de la Tortuga se inició para aumentar el respeto y el conocimiento de las criaturas más antiguas del mundo. Estos animales llevan en la tierra alrededor de unos 200 millones de años, sin embargo, están desapareciendo rápidamente, como resultado de la industria de la comida exótica, la destrucción del hábitat y el comercio de mascotas.
Existen algunas razones que las hacen especiales: de las siete especies de tortugas marinas que existen, seis están amenazadas de extinción debido a nuestra forma irresponsable de actuar, por lo que necesitan especial atención. Las tortugas marinas son unas verdaderas viajeras oceánicas. Las hembras vuelven a las playas en donde nacieron para desovar, mientras que los machos no tienen nunca la necesidad de volver a tierra.
Los peligros a que se ven expuestas son múltiples: presencia de plásticos en el agua, que las atrapan y se asfixian, la contaminación por sustancias orgánicas, inorgánicas y de otro tipo, capturas fuera de talla y época de reproducción para consumo, destrucción de sus nidos, (se incuban a temperatura ambiente en las playas de arenas, en donde duran de 45 a 65 días antes de eclosionar los huevos), consumo de sus mecanismos de diseminación (huevos), uso de su caparazón para artesanías (collares, pulseras, etc.), construcciones en las playas de arena, en donde ellas suelen poner sus huevos, uso de palangres, uso de vehículos en las arena, entre otros factores.
Las tortugas son ágiles en las aguas marinas, pero muy lentas en la tierra. Desarrollan en agua una velocidad de hasta 35 km por hora. Sus depredadores son también las aves marinas, los tiburones y algunos peces. Durante las primeras semanas de vida, ellas no pueden permanecer mucho tiempo bajo la superficie del agua ni tampoco son capaces de nadar con la rapidez y fuerza suficiente para salvarse de estos depredadores.
La tortuga es un reptil vertebrado y poiquilotermo, es decir, es capaz de regular su temperatura según la temperatura ambiental. Está formado por un tronco con una envoltura o caparazón que protege los órganos de su cuerpo. De su caparazón sale la cabeza, las patas anteriores y posteriores y su cola. El caparazón está formado por dos partes: Plastrón (parte inferior o ventral) y Espaldar (parte superior o dorsal).
Algunas tortugas no son especialmente delicadas cuando de comer se trata, pero otras sí. Por ejemplo, a las tortugas laúd, también llamadas ‘baula’, les encanta alimentarse de medusas; las tortugas carey prefieren comerse esponjas marinas. Ambas especies se han adaptado para resistir las ‘picaduras’ y toxinas que su alimento base utiliza como defensa, y así mantener sus preferencias alimenticias. Lamentablemente muchas veces las tortugas laúd se confunden de alimento, y en vez de medusas ingieren bolsas plásticas, que suponen una verdadera tragedia para todo el océano.
Las ‘tortugas cabezonas’, de la especie Caretta caretta, disponen de una fuerte cabeza para morder y triturar el caparazón de las ostras de las que se alimentan.
Las tortugas verdes son las únicas vegetarianas de entre sus primas del mundo oceánico. Pero cuando son jóvenes son un poco menos selectivas y pueden comer cualquier cosa. Es sólo en la adolescencia cuando se vuelven estrictas vegetarianas.
Las tortugas laúd son sin duda las que más récords han batido: pueden viajar hasta 15.000 kilómetros al año, bucean hasta profundidades de 1200 metros, y pueden ser vistas desde Argentina hasta Canadá. Logran adaptarse a las aguas más frías, a través de su sangre caliente y una capa de grasa aislante. Todas las tortugas laúd son muy grandes, casi gigantes. La más grande que ha sido registrada fue hallada en una playa de Gales: medía mas de dos metros, 2,20 para ser exactos; como el tamaño de una cama de matrimonio. En comparación, la tortuga marina más pequeña mide 60 cm al ser adulta.
Hasta la más grande de las tortugas laúd comienza su vida siendo un huevo del tamaño de una pelota de ping-pong, depositado en un nido en una playa. Recién nacidas, las tortugas deben realizar un peligroso recorrido desde la playa hacia el mar y evitar ser comidas por diferentes depredadores. Hasta las más grandes tortugas adultas corren riesgos frente a depredadores cuando se dirigen a tierra firme. En algunas regiones de Sudamérica, por ejemplo, los jaguares suelen recorrer playas en busca de tortugas marinas.
No es difícil proteger a las tortugas: hay que comenzar por proteger las playas en las que anidan y el mar que las rodea. El desarrollo urbanístico en esas áreas significa mayor presión sobre la supervivencia de esas especies.
Algunas regiones donde las tortugas fueron tradicionalmente cazadas por su carne y caparazón han decidido cambiar de actividad y dedicarse a actividades de ecoturismo. Y es que se ha comprobado que las tortugas, al igual que las ballenas, son mucho más valiosas vivas que muertas. Las tortugas son embajadoras de los océanos, al tiempo que actúan de indicadores de cómo los humanos estamos destruyendo el medio marino. Proteger a las tortugas significa cambiar los métodos de pesca, proteger sus áreas de reproducción y alimentación y dejar de tratar al mar como si fuese un vertedero.
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