TELETRABAJO Y EDUCACIÓN A DISTANCIA

31 de Mayo de 2020

¿El Coronavirus, agente impensado del neoliberalismo?

En estos extraños días, tan parecidos a las descripciones de Oesterheld en “El Eternauta”, en el que salir a la calle es desafiar al enemigo invisible y poder perecer en el intento, se han escuchado frases de todo tipo: “el mundo será distinto después de esto”, “la naturaleza se está vengando y empieza a ocupar ese lugar nuevamente” y otras por el estilo.

/ Ing. Luis Perna

Pero una expresión ha corrido como reguero de pólvora en todo el mundo, y cuando se la escuché a nuestro Presidente, Alberto Fernández, decirla en una de sus primeras apariciones para hablar de los planes para enfrentar a la pandemia, siendo que soy totalmente del mismo palo que él, me produjo un escalofrío: “El teletrabajo y la educación a distancia vinieron para quedarse”. ¿Hay algo más útil al capitalismo en su fase neoliberal actual que el teletrabajo y la teleinstrucción?

Ya aclararé por qué digo “teleinstrucción” y no educación a distancia o teleeducación. Porque si estos métodos se imponen, se habrá logrado producir sin presencia masiva de trabajadores (y digo trabajadores para que estén incluídos los obreros y aquellos empleados que son llamados “white collar” y que, en algunos casos, se creen que ya no son trabajadores como el obrero industrial). O sea que toda aspiración de la clase trabajadora de mejorar su situación laboral o su nivel de vida (no hablemos ya de hacer “la Revolución”) queda disuelta al evitar la posibilidad de reunión en asamblea en el lugar de trabajo. No habrá ya compañeros de trabajo, sólo habrá individuos aislados, más solos que el personaje de Chaplin en “Tiempos Modernos”. Este quedaba solo en medio de su puesto de trabajo porque no tenía tiempo de conectare con sus compañeros por la velocidad que la línea de producción le imponía.

El teletrabajador ya no conocerá más a sus “co-trabajadores” en la misma empresa. Esto ya lo vemos desde hace años con muchos trabajos, en especial los vinculados a Informática, en los que los empleados trabajan desde sus casas, inducidos a pensar en las innegables ventajas que le trae la comodidad del hogar, especialmente trabajar 14 o 16 horas sin probablemente darse cuenta del grado de explotación al que está siendo sometido. Claro, se evita el viaje en colectivo de una hora o dos horas de ida y otro tanto de vuelta, o los cuarenta y cinco minutos u hora y media de tensión al volante de su auto. Pero aún en esas incómodas situaciones, tenía la posibilidad de compartir su infortunio con otros seres humanos que también sufren las mismas vicisitudes parados en el colectivo o atascados en los embotellamientos, aunque se insulte con el del auto de al lado o el de adelante o el de atrás. Porque la pena y la ira, inclusive, son sentimientos humanos.

El trabajador encerrado en su casa ya no siente empatía por otros porque ya, para él, no hay otros. El capitalismo ha encontrado su robot perfecto, sólo interactúa con la máquina que tiene enfrente en la soledad de su casa para que otra máquina a 2 kilómetros, o 20 o 1000, haga su gracia productiva bajo sus comandos. Pero este robot “humano”, quizá pronto a recibir implantes biotecnológicos en un futuro para convertirse en un “cyborg”, tiene todas las habilidades humanas que le permiten utilizar de la mejor manera la “instrucción” que ha recibido.

Me gustaría aquí explayarme sobre cómo la informática ha contribuído a la financierización de la economía global, economía que ha desplazado al capitalismo industrial, pero que requiere aún que haya producción de bienes para mantener activo su circuito especulativo, pero la palabra “instrucción” me da pie para otro aspecto que me preocupa.

¿Es posible la “Educación a distancia” o “Teleducación”?, ¿Es posible “educar” sin la presencia física del educador y los educandos en un mismo ambiente? No voy a mencionar lo que veo en las clases “virtuales” que estoy llevando adelante, muchos ingresan a la sesión, no se sabe si realmente están o no, ya que están con sus videos y sonido apagados, y son muy pocos los que realmente se interesan con preguntas o participando.

No voy a negar que en las clases presenciales muchos escuchan sin participar, otros no escuchan y otros pueden estar haciendo el práctico de la asignatura siguiente, pero el docente los ve, saben que hacen, puede caminar entre ellos e interactuar aún con el que está metido en otra cosa totalmente ajena. En las clases presenciales se comparte el aire, el mate, las galletitas, hasta los problemas particulares de los alumnos, pues uno se los ve en el rostro. Y ni hablar que el docente se da cuenta al toque si se está explicando correctamente o nadie llega a comprender lo que explica.

La actividad grupal, los alumnos sentados en torno a una mesa o juntando bancos para trabajar en grupo, se pierde con esta actividad virtual. Muchas cosas se están perdiendo y podría ser, lo admito, que sea resultado de la improvisación con que en esta oportunidad salimos masivamente a hacer las cosas.

Pero la gran pregunta que me hago es: ¿es posible recrear el ambiente del aula en forma virtual? Íntimamente estoy convencido de que no. Pero justamente, esta es la gran ventaja que para el capitalismo representa esta imposibilidad.

El sistema no requiere gente “educada” sino empleados “instruídos” en realizar una tarea específica, que tenga las “competencias” adecuadas. Aquí es donde entra a tallar un peligro adicional, especialmente en la formación de profesionales de la Ingeniería.

En los últimos años se ha extendido la idea de formación por competencias, lo cual no es intrínsecamente malo, por el contrario, siempre digo que una Facultad de Ingeniería forma profesionales con destino al medio productivo, y por tanto deben estar preparados en el conocimiento práctico de la profesión. Sin embargo, uno se pone en guardia cuando lee lo que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) ha expresado al respecto: “los empleadores han reconocido en ellas (las competencias) factores claves de dinamismo y de flexibilidad. Una fuerza de trabajo dotada de estas competencias es capaz de adaptarse constantemente a la nueva demanda y a medios de producción en continua evolución” (Pont, Beatriz; Werkin, Patrick, 2001). Si al modelo de formación por competencias le sumamos la teleeducación tenemos lo que di en llamar “teleinstrucción”, la formación de los individuos en las competencias estrictamente necesarias para realizar un trabajo determinado, tanto más “individuo” en cuanto está trabajando aislado en su casa y estudiando aislado en su casa.

Ya no habrá más “educación al soberano” como pretendía Sarmiento, habrá el entrenamiento al “robot” humano tal como se entrena un artefacto de inteligencia artificial. Me asusta ver con qué facilidad y entusiasmo hoy muchos directivos y docentes de diversas Universidades Nacionales no sólo adhieren con entusiasmo a estas metodologías sino que ya preven su empleo exitoso en el futuro, ya que se han convencido de que “vino para quedarse”. Esto lo veo en distintas actividades universitarias, en el campo del Arte, de Ciencias Sociales, de la Ingeniería, a todos les germinó la idea de la ”teleinstrucción”.

Y me duele particularmente que esté pasando también en la Universidad Tecnológica Nacional, habida cuenta que es la heredera de la Universidad Obrera Nacional. Nada está más lejos del espíritu de la UON y del movimiento político que le dio origen, que una Universidad vacía, una Universidad sin alumnos, sin profesores, una Universidad donde la relación interpersonal, la relación entre claustros y con el medio, haya desaparecido en virtud de un presunto progreso tecnológico.

Fábricas sin obreros, Universidades sin alumnos. El sueño de Onganía en 1968, plasmado en el Plan Taquini para descongestionar las Universidades grandes, Córdoba, Buenos Aires, La Plata, Rosario, del Sur, ubicadas en centros industriales por excelencia, para evitar las huelgas y movimientos conjuntos de obreros y estudiantes, se concretará finalmente con la total pasividad y aceptación, e incluso promoción, de los propios afectados.

Referencias: Pont, Beatriz & Werquin, Patrick, “Nouvelles competences: vraiment?” en: L’Observateur de l’OCDE, Paris: avril, 2001.

 

Por Ing. Luis H. Perna

 

 

/// Articulo del Ing. Perna fue publicado en el Blog de Espacio de divulgación académico-científica en el área de Educación Superior dirigido por Dr. Fernando Pablo Nápoli ///


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