Siglo XXI, las tecnologías avanzan sobre todas las áreas de la vida humana, a veces mucho mas allá de lo fantaseado por las películas de ciencia ficción del último cuarto del siglo XX. La medicina, la educación, la comunicación, la robótica son progresivamente controladas por la tecnologización de los procesos más simples hasta los mas complejos, en muchos casos salvando vidas, pero en otros… ¿complicándolas? Sobre esta pregunta girará el presente artículo, invitando a la reflexión y, por qué no, al debate: ¿hasta adónde han cambiado los juegos de seducción en los tiempos de la inteligencia artificial? ¿Hasta adónde se sacrifica la conexión real entre los seres humanos en pos de estar hipercomunicados/relacionados a través de una pantalla? ¿Qué sucede con las competencias sociales al estar atravesados por la cultura de las pantallas? Y para cerrar: ¿que pasa con los paradigmas que asignan a los distintos sexos roles concretos dentro del “cortejo”?
Muchas veces creo ser de la última generación criada bajo las pautas “la mujer debe esperar a que el hombre dé el primer paso”, “es pecado capital demostrar interés sexual, te van a tomar como fácil y serás desechada inmediatamente” y otras cuestiones por el estilo que hacían al credo de la diferencia entre los hombres y las mujeres en materia amorosa, correspondiéndonos a nosotras asumir el rol pasivo como rasgo de la “mujer desposable”. Estos discursos fueron forjados históricamente en la cultura burguesa occidental como las bases para formar una familia monógama, acentuándose a mediados del siglo XX en los países capitalistas: en mis clases presento La Sonrisa de Mona Lisa, película de 2003 que la tiene a Julia Roberts entre su reparto estelar. Ambientada a principios de los años 1950s en la rígida sociedad de los estados del norte de Estados Unidos, vemos a algunos personajes, hasta cierto punto estereotipados, desenvolverse bajo la lógica expresada mas arriba y otros que representan la ruptura con el status quo, siempre dolorosa y hasta cierto punto solitaria.
Setenta años luego, ¿cómo andamos? El mundo ha dado un vuelco enorme desde los tiempos de la película (fecha de nacimiento de muchos de nuestros padres para los que andamos por los treinta/cuarentas) al día de hoy: desde el triunfo aplastante del pensamiento único capitalista hasta los avances vertiginosos de la tecnología, las relaciones humanas han tomado nota de este cimbronazo. En la naciente era de la inteligencia artificial, separador de aguas a nivel civilizatorio, los modos de conexión sexo-afectiva han dado un giro copernicano. A este respecto contamos con la asesoría de la Licenciada en Psicología por la Universidad del Salvador Pilar Alonso, quien con toda asertividad ha accedido a responder algunas cuestiones.
Comenzando por la pregunta de cómo se conoce hoy día la gente con fines romántico sexuales, ella sostiene que hubo un cambio fundamental en el espacio: lo que antes eran los boliches bailables/discotecas como ámbito para conocer gente han sido desplazados por las aplicaciones de citas, las cuales brindan sus motores de búsqueda hacia los tipos de personas y vínculos que estamos buscando mediante la selección, a veces exhaustiva, de rasgos específicos compatibles. Este nuevo humano, así, se va disgregando en fases de su personalidad y las expone en distintas redes sociales y aplicaciones: las de citas buscan satisfacer la necesidad de vínculos socio- sexuales-romántico- afectivos, otras muestran nuestras fotos, otras videos de temas random y así hasta el infinito. La pregunta es: ¿qué pasa cuando nos tenemos que presentar físicamente ante otro ser humano sin la mediación de las pantallas, los filtros y la segmentación de los aspectos de nuestras vidas? ¿Cómo resolvemos a nivel psicológio- conductual este choque con la realidad (la real, no la virtual)? El problema con esto surge del hecho de que los seres humanos somos seres totales que en la vida real no podemos separar los distintos aspectos de nuestra personalidad como explicamos mas arriba, hay que integrarlos nuevamente. Allí es cuando surge la cuestión que “en la app presenta X y en la cita me encuentro con Y-Z”, no hay química, no hay conexión es decir, no basta con que un motor de búsqueda nos compatibilice con alguien: a ese alguien hay que verlo en concreto, mas allá de los filtros.
Moviéndose hacia un tópico relacionado, Alonso se explaya sobre la dinámica entre los sexos: ¿quién toma la iniciativa? ¿Se rompieron los patrones de masculino activo/ femenino pasivo? Allí sostiene que hay un conflicto interno e instintivo para muchas mujeres que han sido criadas en la llamada “generación Disney”, replicando los modelos explicados mas arriba; estas mujeres se encuentran con que “nadie las busca ni encara” pero ellas mismas todavía sienten el peso de la socialización conservadora bajo la cual crecieron y no se animan a dar el primer paso. Así las cosas, las vemos avanzando en el plano profesional y económico de sus vidas, erigidas muchas veces como jefas de familias monoparentales, pero cercenadas en el plano romántico-sexual y ante varones que no saben qué rol adoptar ante ellas, ilustrándose con la metáfora siguiente: “si antes la comida venía a la mesa y ahora no, soy yo la mujer, la que debe tomar la iniciativa y salir a buscarla”. Habrá que ver qué sucede con las nuevas generaciones si definitivamente dejan de lado los ropajes Disney, si la mujer toma el rol de cazadora abrazándolo sin culpas mas allá de una pantalla, abogando por conexiones mas profundas y reales que apelen a la integración de las distintas facetas de los seres humanos.
Por Gabriela Beck
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