CARTA DEL HOGAR SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS Y EL HERMANO MARCELO PRADO, A TODA LA COMUNIDAD Y A TODOS LOS AMIGOS Y AMIGAS DEL HOGAR.
Queridos amigos, hermanos y hermanas, gente linda que están siempre en nuestros corazones, nos dirigimos a ustedes en esta carta, porque son el motor de esta pequeña obra de Dios, acompañándonos día a día para hacer presente su Reino, a nuestros hermanos tan olvidados de esta sociedad.
Hoy nos encontramos ante la necesidad imperante de acudir a la ayuda de todos ustedes, y confiarles la problemática que estamos viviendo, estoy convencido que, cuando la comunidad se une, para un mismo fin, todo se logra y todo sucede. Antes de explicar nuestra situación, referiré brevemente nuestra pequeña obra, por si alguien que lea la carta, no la conoce.
Mi nombre es Marcelo Prado, cuando yo tenía 14 años en el hogar de las Misioneras de la caridad, en Zárate, conocí a un hombre llamado David, un ser muy especial, quién lo había perdido todo, a causa de un accidente. Había quedado postrado, y su cuerpo estaba lleno de heridas. Me resultaba muy difícil mirar y oler sus heridas, pero, sin embargo, fue en ellas, que por primera vez pude ver el rostro de Cristo crucificado, y aquello que me generaba dolor y amargura, se convirtió en dulzura y misericordia, y desde ese momento todas mis ambiciones se hicieron vanas. Así experimenté el amor tan profundo de Dios, y un pedido urgente: “que nos amemos los unos a los otros, como él nos ama, ya que todos fuimos creados por su amor y a su imagen, y esto nos hace hombres y mujeres de fe, justicia y misericordia”.
Compartí por seis años, con los Misioneros de la Caridad, su trabajo y misión, dentro de esta Institución religiosa, y ahí volví a experimentar que Jesús me llamaba a otro desafío, más radical aún, me pedía dejarlo todo nuevamente, para vivir una vida de manos vacías, ya que dentro de la institución me sentía cómodo y con seguridades que otros no tenían, allí pude entender, que para seguir a Dios no necesitamos de ninguna seguridad.
Por este motivo pedí salir y hacer otra experiencia. Comencé visitando a personas que vivían en la calle, y dormían en las estaciones, llevándoles algo de comida y algo de abrigo, pero aún sentía que Jesús me pedía más. Poder brindar un lugar que albergara a los que dormían en las calles, y así devolverles su dignidad, haciéndoles sentir que Dios los amaba. En el año 2001, una familia donó un terreno, el día del Sagrado Corazón de Jesús, y viéndolo como una señal de la Providencia, adoptamos ese nombre para el Hogar.
En un contexto de plena crisis, donde todo parecía imposible, la pequeña casa para indigentes comenzó a funcionar, trajimos a los primeros hombres de la calle, con muchos problemas de salud, a quien nadie miraba. Recuerdo las largas noches de trabajo artesanal, haciendo rosarios y tarjetas para vender, y poder comprar las cosas necesarias. La crisis era muy dura, pero gracias a Dios y a la gente sencilla de buen corazón, obtuvimos la ayuda para lo necesario. El esfuerzo de todos ustedes lo hizo posible. También el infatigable padre Carlitos, fue uno de los pilares, compañero de fe y de camino para mí, y las hermanas pasionistas, de quienes llevo algo de su espiritualidad en mi vida de fe.
Quiero recalcar, que, desde los inicios del hogar, nunca hubo intención de fundar una institución, ya que yo había pertenecido a una, y es por eso que, me queda claro, que cuando una obra tan sencilla se institucionaliza, pierde su fin en muchos sentidos. Cuando respondí a este llamado sentí que Dios me pedía algo muy sencillo y humilde, un hogar para los pobres de Jesús, viviendo juntos, como era la vida de las primeras comunidades cristianas, es por ello que, todos estos años nunca tuvimos personería jurídica, ni cuentas bancarias, sólo vivimos de la ayuda de toda la gente de buen corazón, como lo pide el evangelio.
Esta obra ya lleva 24 años, de un largo caminar, muchas vidas pasaron por el hogar, casi 200 personas para ser más específicos, historias de abandono, vidas muy destruidas, lastimadas, por diferentes motivos, pero este pequeño hogar, fue para ellos un renacer con dignidad y humanidad.
Durante el tiempo de pandemia, me di cuenta, que, en el Hogar, los abuelos estaban muy reducidos en su espacio físico, el predio es muy chico y somos muchos, no tenemos patio, todo el espacio está edificado. El lugar donde pasan la mayor parte del día es el comedor, y eso hace que muchas veces se peleen, por la falta de espacio.
Las medianeras y la cercanía con los vecinos, provocan situaciones complicadas, ya que la mayoría de los abuelos tienen problemas psiquiátricos, lo más difícil es que por las noches, los abuelos no pueden dormir debido al alto volumen de la música de las casas circundantes, han pasado situaciones, en donde hemos tenido abuelos en su agonía final, y la música tan fuerte dificulta el momento tan delicado, en donde sólo deberíamos poder estar en un ambiente tranquilo y de paz, para acompañar este tránsito ya de por sí difícil y doloroso
Lo he hablado con el médico y la psicóloga que nos ayudan, y nos aconsejan que un Hogar de estas características debería estar en un lugar menos urbanizado, con algo de espacio verde, para que, se sientan más libres, y a la vez, se puedan implementar actividades que les permitan, estar más activos y despejados, como huerta, gallinero, jardinería. Actividades indispensables para la vitalidad de los abuelos. También es preciso tener en cuenta, que son personas que vienen de situación de calle, y se vuelve muy difícil, el encierro y la convivencia, sin tener posibilidades de actividades que les brinden otros espacios y otras formas de relacionarse. También, otra situación que nos alerta, es que cada vez estamos menos posibilitados de recibir más personas, por la falta de espacio, frente a la demanda, que es casi permanente.
Por todo esto, desde hace un tiempo, he tomado la decisión, de buscar otro lugar que reúna las condiciones que necesitamos para que los abuelos puedan pasar sus días en un espacio más adecuado a sus necesidades.
Hace más de dos años que he visto un lugar, que parecería el ideal, ya que cuenta con mucho espacio verde y una construcción muy importante, cercano a la ciudad, que también es algo necesario, sobre todo, por la cercanía al hospital, y por las personas que trabajan, para que tengan posibilidades de acceso por medio del transporte público. El inconveniente, es que el lugar se encuentra en venta, y no reunimos el dinero necesario para poder comprarlo, e incluso, el año pasado, tuvimos algunas propuestas y promesas, pero no se concretó ninguna, eso nos creó muchas ilusiones, que luego no se pudieron concretar.
Amigos, siempre he sido sincero con todos ustedes, y me cuesta mucho, hablar de esto muy abiertamente. Desde mi adolescencia, Dios me ha manifestado las decisiones más difíciles de mi vida a través de mis sueños, cuando se vuelven recurrentes, siento que es ahí donde Dios me habla. Hace un año que sueño que la virgen me dice que ese es el lugar para trasladar el Hogar, y que la providencia nos va a asistir, para conseguir el dinero y comprarlo, que no me detenga, que siga insistiendo. Muchos me dicen que no me preocupe, que los tiempos de Dios no son los nuestros, que, si tiene que ser, va a ser. Pero pienso, ¿cuál sería el tiempo de Dios para los abuelos?, ¿cuánto tiempo?, sus necesidades son hoy, brindarles la dignidad que una vez les fue arrebatada, no tiene tiempo, no hay plazos, no hay cuotas… ya he agotado todas las instancias y no tengo nada concreto, es por ello que les pido a todos ustedes, que juntos podamos encontrar la ayuda para comprar este lugar. Yo sé que es un monto importante, y que la situación económica no es la mejor, pero yo sé que, con la ayuda de todos, las cosas se pueden lograr. Entre todos podemos buscar las personas que nos ayuden a viralizar esta carta, y que llegue a todos aquellos que quieran compartir su granito de arena, para que este primer paso se haga realidad.
Ante esta urgencia que implica movilizarnos, actuar, no dejar de buscar una solución a esta situación, prácticamente agotamos todos los recursos, las opciones eran abrir una cuenta bancaria, lo que no fue posible. O pedir prestada una cuenta, lo que tampoco se pudo concretar. La única opción que nos queda, a la que podemos recurrir, es a poner el dinero que vayamos juntando en una caja fuerte, en el banco. Y como no es opción bajar los brazos, vamos por esa. Los abuelos merecen, no simplemente salir de las calles, sino poder pasar sus últimos años en un espacio adecuado para ellos, acorde a sus necesidades, eso es lo que llamamos “devolverles la dignidad”.
Y con gran esperanza, ya hemos recibido las primeras donaciones, de voluntarios que siempre nos apoyan, para continuar llevando adelante esta obra, que sigue, en el amor de Dios y en la generosidad de todos ustedes.
No me queda más que decir que sólo, trato de vivir día a día, con mis hermanos, el evangelio, como Jesús me lo ha pedido, y estoy convencido, que así lo quiere Él. Por eso les pido, y les imploro, que por favor nos ayuden, ya que este lugar que tanto luchamos para conseguir, es muy importante para los pobres de Jesús, para que puedan, en sus últimos años, experimentar el calor de un hogar.
La lucha verdadera y la ayuda son las que cuestan sacrificio desinteresado, así podremos conseguir este gran propósito, logrando que este lugar se convierta en el último hogar para nuestros hermanos más abandonados de esta sociedad. Dios verá el corazón de cada uno y lo bendecirá por su gran amor al prójimo. Desde ya, los abuelos y yo, les agradecemos tanto amor y les decimos que los queremos mucho por compartir su vida con nosotros.
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