Te presentamos la columna de Juarroz, tienda de libros
LO QUE PASA EN LA VIDA ES QUE UN DÍA ESTARÁS MUERTO y eso significa que llegado el caso todo lo que uno haga se desvanecerá en el aire, junto con el cuerpo, los deseos, las peleas, las preocupaciones indecorosas de la rutina y -peor aún, aunque no lo parezca-, el quehacer cotidiano.
La frase no deja de ser un título ganchero, que antes de encabezar esta nota le da nombre al libro de David Shields, un escritor estadounidense que no tiene problema alguno en referirse con igual desenvoltura a Jim Morrison, el Ibuprofeno, Ralph Waldo Emerson, Kurt Cobain, Tolstói o el dolor de espaldas, que es capaz de hablar de chicos y chicas que se desencuentran en la vereda de una ciudad perdida en el mapa, como lo serán la gran mayoría al cabo de los siglos, y de cincuentones que recuerdan (¡la pucha!) que vale la pena estar vivo.
Su libro puede leerse desde distintas posturas y en diferentes lugares: un sillón, el colectivo, el tren, la reposera de la abuela, de este o del otro lado del espejo, de pie o en una alfombra, ya sea camino al trabajo o de vuelta en casa, antes o después de que la fatídica pantalla se apodere de nosotros. Y aunque está claro que requiere la amable atención del lector, se nos presenta como un mosaico de buenas frases que bien sirven para iluminar la tardecita o despertar la mañana mate en mano, tanto para amenizar las conversaciones circulares en una reunión de amigos como para seducir a un compañero dormido en la pausa del café en el trabajo. Porque al autor de nuestro libro le gusta apelar a las voces de los demás, famosos o no, genios y figuras de tiempos que se han ido, para ilustrar las cuestiones difíciles y aquellas que preferiríamos callar.
Cita Shields a McCarthy: “La muerte es la cuestión más fundamental del mundo. Para vos, para mí, para todos. No poder hablar sobre ella es muy raro.” A Charles de Gaulle: “Los cementerios del mundo están llenos de hombres indispensables”.
A Juvenal: “Pesad el polvo de Alejandro Magno y el del borracho del pueblo y veréis que pesan lo mismo”. Y si bien es cierto que no es la vida la que le da sentido a la vida sino la certeza de que llegará el momento en el que no podremos habitarla, no lo es menos que seremos parte de ese universo ausente junto a los árboles caídos, los gatos de los tejados y los perros callejeros, a pesar de que ellos no se preocupan por dejarle enseñanza alguna a la posteridad. Cuenta Shields que Rabelais, el escritor francés que mientras escribía no paraba de reír y comer, dijo al morir: “Voy en pos de un gran quizá.” Y que Karl Marx le respondió a su ama de llaves, quien le había preguntado si tenía algún último mensaje que dar al mundo: “Vamos, vete, las últimas palabras son para los idiotas que no han dicho ya suficiente”. Vamos, que no es cuestión de apenarse, pero sepa quien se niega a los placeres del libro que dejar de leer es vivir un poco menos o morir un poco más.
JUARROZ Tienda de Libros
Alem 257, Zárate
@juarroztiendadelibros
Estamos en Facebook danos un me gusta!