LECTURA

01 de Agosto de 2025

La recomendación de la semana: “Todos los momentos son este momento”

Qué mejor libro para leer mientras el invierno da las últimas estocadas de un largo adiós que aquel en el que se puede recuperar el sabor de la inocencia sin dejar de lado el pálido reflejo del peligro, de la aventura, de lo siniestro. Al final de un río de abejas es una colección de diez cuentos de la escritora estadounidense Kij Johnson en la que el lector puede sumergirse en el fantasy, en la ciencia ficción, en paisajes típicos de película yanqui y también en un laberinto de imágenes que nada tienen que envidiarle a Borges, y hasta en un campo de estrellas.

La literatura fantástica es ese género en el que caben tantos autores como en una bolsa de gatos, lo que hace a veces que la calidad de los textos se resienta. Y en rigor de verdad los límites entre uno y otro género son bastante difusos. No es casual que en general se use el desapegado rótulo de “ficción especulativa” para etiquetar gran parte de la literatura que no es realista.  No obstante, la referencia a los felinos no es casual, porque en varios de los cuentos de Al final de un río de abejas estos curiosos compañeros de garras afiladas aparecen y desaparecen emulando al gato de Schrödinger, bajo la trama circular de una historia que al fin y al cabo, podría leerse como otra en cada caso y como la misma al final de Ponis, el cuento que cierra el libro: la del movimiento irrefrenable de la vida. Hay otros animales que recorren el sistema literario de Kij Johnson: el entrañable perro Sam, que es en sí mismo un misterio, un sueño, una imposibilidad y finalmente el amor; monos que son capaces de hacer equilibrio en el trapecio de lo real mientras se acomodan en una bañera, caballos que corren, que enferman, que son curados, que huyen; un alienígena que no es bípedo pero tiene cilios y entradas y salidas y silencios; algunos peces que muerden la carnada y, por supuesto, el animal que encierra la herida del mundo: el ser humano.

Escribe Kij Johnson: “Nada es seguro. Puedes perderlo todo. En algún momento, incluso cuando estés en tu período más afortunado, morirás y entonces lo perderás todo.” Como le sucede a Linna, la protagonista del relato que abre el volumen, lo que llamamos “todo” y “nada” puede comenzar con la simple picadura de una abeja, con un aguijón que permanezca clavado en la carne o que nos lleve, al quitarlo, a recorrer parte del futuro que queríamos evitar. La cuestión pasa por detenerse, mirar dónde estamos, pisar la tierra, seguir la línea más allá del horizonte, encontrar el lugar de donde surge la primera abeja. Kij Johnson nació en 1960. Unos años antes Pasolini publicó Las cenizas de Gramsci, un poemario en el que los universos que chocan son bien distintos de los que retrata la escritora norteamericana. Aún así, en el canto VI enuncia una metáfora sonora que pinta el mismo paisaje narrativo: È un brusio la vita, la vida es un zumbido. Probablemente, de abejas.
 

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