LECTURA

05 de Septiembre de 2025

La recomendación de la semana: “El amor después del amor”

Amor ciego reúne seis de sus mejores relatos: La bella de Camberwell, El santo, Sentido del humor, El esqueleto, El regreso y el que le da título al volumen, todos en una excelente traducción de Martín Schifino. Se trata de una obra maestra en la que cada uno de los cuentos invita a encontrar sentidos que en una primera lectura pueden escabullirse, pero que justamente debido a ello permiten construir un observatorio de las pasiones y las derrotas de la vida cotidiana. Según Eudora Welty: «Cualquier relato de Pritchett está lleno de vida y ajetreo, como un fuego que arde bien. Se eleva en llamas, sin desperdicio y al mismo tiempo bien alimentado, desde su propia chispa, como un poema o un pase de magia, consumiéndose a sí mismo, sin dejar nada atrás. Es uno de los grandes dadores de placer de nuestra lengua».

Victor Sawdon Pritchett prefería que lo llamaran por sus iniciales, en rebeldía no sólo con su propio nombre sino también con el nombre del padre. Quizá en la decisión de éste de sacarlo del colegio a los dieciséis años y mandarlo a trabajar a los talleres de curtido de cuero de Bermondsey se encuentre el germen de su estilo: la capacidad de escuchar las voces de la gente común y transmutarlas en tramas perfectas. Aunque sus relatos han sido comparados con los de Joyce y Chéjov, Pritchett afirma que fueron escritores irlandeses como Sean O'Faolin, Liam O'Flaherty y Frank O'Connor quienes le enseñaron lo que podía ser un cuento.

Los relatos cortos de V.S. Pritchett son retrospectivos aunque no proustianos, provincianos pero no ingenuos. El suyo es un arte al que no le importa lo periférico que pueda parecer a veces. No hay giros estrafalarios, recompensas ni golpes bajos. Las tramas se construyen con lentitud, incluso convenciendo al lector de que aquello que es imprevisible no podría darse de otra manera. Pritchett utiliza las formas y los registros de un arte menor con la maestría de un narrador clásico. Frank Kermode, el famoso crítico británico, ha dicho que su literatura es la prueba de que una tradición antigua puede sobrevivir a lo extemporáneo  y seguir siendo moderna, respondiendo con delicadeza al mundo tal y como es. Martin Amis afirma que Pritchett no se siente cómodo con lo estilizado y lo ejemplar, que si hiciéramos el ejercicio de imaginar la ficción como un globo terráqueo, con el realismo como su cinturón ecuatorial, entonces Borges ocuparía una ciudadela espectral en el Polo Norte, mientras que Pritchett sudaría y sufriría en los trópicos.

Los cuentos de V. S. P. son divertidos en su efecto y sorprendentes en su ejecución. Los lectores que deseen descansar por un momento de las exigencias de la actualidad agradecerán especialmente estos relatos porque su ficción nos recuerda que las personas son interesantes por su individualidad. Uno de los temores típicos de la modernidad es que la vida pueda estar perdiendo sus múltiples formas. Pritchett siente tanto afecto por los grandes cuestiones de la existencia como por los caprichos y las arrugas, «conservando especialmente», como dice Saul Bellow, «lo que ocurre en los momentos en los que no ocurre nada».
 

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