Ambiente

19 de Julio de 2020

El camino hacia un pacto eco-social: una mirada a la sustentabilidad del sistema productivo

La informadora ambiental Magalí Corujo reflexiona sobre los cambios que se proponen en nuestro planeta para dentro de diez años. El objetivo de repensar nuestro sistema de producción se encuentra latente.

/Por Magalí Corujo

18 de Julio del año pandémico. Acá, en Argentina, ya pasaron más de cien días y otra nota haría falta para enumerar las cientos de teorías conspirativas que surgieron al respecto de la pandemia.

Lo cierto es que nos seguimos preguntando el motivo por el cual un murciélago de repente cerró la puerta de los bares, acalló el bullicio en las calles cercanas al Obelisco de Buenos Aires, y acá en Zárate, dejó las plazas vacías, como si estuvieran pintadas al óleo. ¿Un murciélago dije?

Empecemos otra vez: 18 de Julio del año pandémico. Acá, en Argentina ya pasaron más de cien días… Lo cierto es que nos seguimos preguntando el motivo por el cual un ser humano, de entre los miles que existen, de repente cerró la puerta de los bares, acalló el bullicio en las calles cercanas al obelisco de Buenos Aires, y acá en Zárate, dejó las plazas vacías, como si estuvieran pintadas al óleo. ¿Un qué? ¿Un ser humano?

Al decir verdad, no lo sabemos. La ciencia aún no ha podido demostrar con certeza los orígenes del COVID- 19. Pero lo que sí ha podido demostrar es que se trata de una enfermedad emergente de origen zoonótico, esto es, que inicialmente fue transmitida hacia el ser humano por un animal que actuó como vector. Y lo cierto también es que en las últimas décadas el ser humano ha ido apropiándose del territorio de una manera tan incompatible con la vida de los otros seres vivos con los que tiene que convivir necesariamente, modificando el espacio natural y contribuyendo de esta manera a la generación y proliferación de enfermedades zoonóticas, cuyos casos han ido aumentando drásticamente.

En este contexto nos preguntamos una vez más ¿estamos ante la posibilidad de cambiar la mirada en relación a nuestro vínculo con nuestro territorio y los seres vivos que conviven en él en pos de la protección y conservación de nuestro ambiente? ¿Cuáles son las alternativas? ¿Cómo podemos seguir generando recursos económicos, alimenticios y tecnológicos en un sistema productivo que apela al modelo neo- extractivista desarrollista imposibilitando la capacidad de regeneración de nuestros recursos naturales? ¿Es posible empezar a pensar en un pacto eco-social?

La respuesta es sí. Y es que en los últimos tiempos, y de cara al cumplimiento de los ODS en el marco de la Agenda 2030, temas tales como cuidado del ambiente, preservación y conservación de la biodiversidad, soberanía alimentaria, energía limpia, huella hídrica, entre otros, son los temas que están a la orden del día.

En este sentido, nuestro presidente, días atrás, junto a otros mandatarios en la Cumbre de Presidentes del Mercosur, se manifestaron a favor de una agenda para el desarrollo sostenible que contemple las dimensiones política, económica, social y ambiental. Así, informaron: “fortalecer un desarrollo sostenible que priorice a las personas en el marco de una economía y ambiente sanos”-

Estas cuestiones van de la mano con el informe “COVID-19: llamado urgente para proteger a las personas y la naturaleza” llevado a cabo por la Organización Mundial de Conservación” (WWW son sus siglas en inglés). El mismo asevera que los factores ambientales pueden generar la aparición de nuevas pandemias e identificaron cinco como los más peligrosos: comercio y consumo de animales silvestres, deforestación, conversión de espacios naturales y la expansión de actividades agrícolas y ganaderas no sustentables, esto es, bajo el modo tradicional de agricultura y ganadería industrial.

Es necesario hacer cambios sistémicos para abordar los promotores ambientales de las pandemias y los riesgos asociados a las vías actuales de desarrollo económico. Para ello, debemos replantear nuestros sistemas alimentarios y productivos con el objetivo de diagramar un futuro saludable y sostenible en el que se pueda compatibilizar la producción con la conservación de nuestros ambientes naturales”, expresó Manuel Jaramillo, Director General de Fundación Vida Silvestre.

La pandemia evidenció la vulnerabilidad de la especie humana. No sólo afectó nuestra salud, sino que también el aislamiento al cual nos sometió, redujo la actividad económica global y sólo en América Latina dejará 35 millones de personas más vulnerables económicamente, lo que acentúa la creciente desigualdad social, según los datos aportados por la misma Fundación.

Entonces, ¿cuál es el camino? ¿Seguimos bajo este modelo de producción? ¿O empezamos a pensar en cómo ir hacia un sistema productivo sustentable? Maristella Svampa, socióloga e investigadora a quien invito a que lean, afirma: “No podemos caer en la tentación del progresismo selectivo buscando la reactivación económica de la mano de más extractivismo". Si con agronegocio, fracking (Vaca Muerta) y megaminería tenemos más de la mitad de los niños bajo el nivel de pobreza y las “soluciones” que se proponen son profundizar más de lo mismo, ¿no será entonces que llegó el momento de debatir seriamente los modelos de (mal) desarrollo?

Efectivamente, creo que sí. Y creo también en que este es el momento oportuno para empezar a debatir acerca de estos modelos de mal desarrollo. ¿La solución? La solución está en lo cultural. Las tradiciones. Volver a la tierra, a las costumbres de nuestros antepasados, abuelxs, tíxs, que nos enseñaron que a la pacha no se la lastima, se la venera y se le agradece lo que nos ofrece.

El cambio hacia un nuevo paradigma eco-social que imprima las bases de un desarrollo sustentable para que podamos emerger de esta crisis como un país que sabe explotar sus hermosos y enormes recursos naturales de una manera sustentable con el medio, está en cada uno de nosotrxs. La agroecología, el turismo rural comunitario, la economía circular, la nueva ruralidad, la educación ambiental, la información ambiental, la justa redistribución de la riqueza, el fortalecimiento del vínculo urbano-rural, la mejora en el entramado de relaciones entre productores y consumidores, la regulación en el uso de agrotóxicos, la apropiación del territorio respetando los hábitats naturales de la flora y fauna autóctona, la reducción del consumo de plástico, el fomento de la acción participativa de las cooperativas en el proceso de reciclaje, la licencia social en los procesos de toma de decisiones en políticas públicas; son sólo algunas de las iniciativas que este cambio de visión global propone.

El desplazamiento de pueblos originarios frente al avance de la frontera agrícola, la contribución al cambio climático por parte de los métodos de la agricultura convencional, la eutroficación de los cuerpos de agua y la contaminación de los mismos debido a los efluentes industriales, la desertificación a causa de la pérdida de masa boscosa, las inundaciones que en varias ocasiones se producen por la pérdida de masa vegetal a causa de la tala indiscriminada, la erosión de los suelos, la contaminación del agua a causa de la minería a cielo abierto, entre otras cuestiones, son sólo algunos de los tantos ejemplos de lo que seguirá pasando si no cambiamos nuestra forma de pensar.

No estamos lejos. Ya empezamos. La clave está en ir desde lo local, hacia lo global, incentivando la participación de los ciudadanos en estas cuestiones, entendiendo que la situación pos pandemia será bajo este pacto eco social, o lamentablemente, no será.


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