¿Alguna vez pensaste la forma en la que te referís a tu propio cuerpo? ¿Qué rol tienen esas premisas en tus prácticas y creencias?
/Por Constanza Garbocci
Oriana Sabatini, la actriz y cantante de 24 años, subió hace unos días a su cuenta de Instagram un video mostrando su cuerpo. En el mismo resalta sus inseguridades, dando testimonio acerca de sus trastornos alimenticios. El texto que acompaña la publicación afirma: "Ayer tuve un atracón, con lo cual hoy sería inimaginable subir algo a las redes sociales, mucho menos mostrando alguna parte de mi cuerpo.(...) Después de 10 años de convivir con trastornos alimenticios, pasando de una anorexia hasta el trastorno por atracón, hoy me pinto subir esto. Siempre me saco fotos o grabo cuando estoy entrenando 24/7 y pasando hambre, y hoy me quería sacar ese peso de encima.”
El caso de Oriana Sabatini sirve como puntapié para repensar prácticas individuales y debates en torno a las presiones sociales que sufren todas las identidades feminizadas en relación a sus corporeidades. Como también la reflexión sobre del activismo corporal -o movimento del body positive, anglicismo de positividad corporal- de personas que no se ven como esta celebrity.
¿Qué es el cuerpo?
Para poder reflexionar acerca de esto, hay que empezar por preguntarse qué es lo que entendemos cuando hablamos de cuerpo. Existen una infinidad de estudios sobre esta temática, por esta razón es importante resaltar que una definición del concepto no debe ser considerada estática, ni cerrada.
Para el antropólogo David Le Breton, el cuerpo de un individuo puede entenderse como un espacio de construcción simbólica subjetiva, el cual se ve determinado e influenciado por su interacción con el contexto -social y cultural- desde el que se constituye. Por ello, se puede asegurar que el cuerpo de todo ser humano es un espacio de significación, lucha y comunicación tanto de identidades, como de experiencias culturales, sociales y políticas propias de una época y lugar.
Si pensamos este término desde el sentido común probablemente nos acerquemos a una definición que enuncia a todo ser humano como portador de un cuerpo. ¿Alguna vez te preguntaste de dónde surge esa idea? Para el discurso médico la corporeidad física se considera materia manipulable para la persona que lo posee. Es decir, que cada persona es responsable y poseedor de su propio cuerpo. En una cultura basada en el espectáculo y la preponderancia de lo visual, esta idea de salud corporal asociada a la “vida sana”, conlleva prácticas que estamos acostumbrados a ver en redes sociales y que expresan lo que se podría denominar como culto al cuerpo. Esta premisa se reproduce en distintos discursos mediáticos y del sentido común, junto con modelos hegemónicos de belleza y fisonomías legitimadas socialmente.
¿Son la salud, el fitness y la belleza lo mismo?
Este tipo de paradigma que entiende al cuerpo como un espacio medicalizado, propone un estilo de vida particular conocido como fitness. En palabras de especialistas en el tema, este es un ámbito que comprende prácticas corporales y discursos estéticos, médicos y deportivos. De esta forma, el ámbito del fitness se apoya en el discurso médico para pensar al cuerpo como una máquina biológica, la cual se ve beneficiada por el ejercicio y un estilo de “vida saludable”. Dentro de este mundo, la corporeidad se vuelve un recipiente, el cual muchas veces debe de ser modificado -según su adecuación a los estándares de belleza aceptados- por su portador para conseguir otra vida distinta a la actual. Así, la retórica de la transformación corporal se asocia de manera directa con la idea de bienestar y salud, que tanto reclama el discurso médico.
Toda modificación realizada a un cuerpo se desarrolla asociada a un ideal singular de belleza física: cuerpos con músculos marcados, eficientes, joviales, saludables y cuidados. Una apariencia particular que exige y conlleva una disciplina férrea de alimentación, descanso y ejercicio. Siguiendo con esta idea, se admite que la belleza -ya no simplemente asociada al atractivo de un rostro- no es innata, es algo que debe ser trabajado por esfuerzo personal.
Entonces, se puede afirmar que tanto la belleza, como la salud y la cultura fitness se relacionan con el disciplinamiento y la normalización de los cuerpos. Es decir, cada cultura establece estándares de normalidad o anormalidad a partir de una categoría determinada de belleza.
Con esto, surgen necesariamente prácticas de autocontrol y automodificación para lograr alcanzar un tipo de cuerpo legitimado socialmente: una corporeidad considerada por los parámetros dominantes como ideal, válida, y saludable. En otras palabras, un cuerpo fitness. Incluso cuando la meta final no sea verse como las modelos de las publicidades -o influencers reconocidas por su físico como Jimena Barón, entre otras tantas- miles de mujeres, incluso durante el aislamiento, realizan actividades físicas y de belleza para modificar su cuerpo en pos de acercarse a aquel ideal normalizado y socialmente aprobado.
Cualquiera podría afirmar que existe un vínculo simbólico entre la belleza física y éxito social. Esto precisamente se encuentra organizado detrás de la idea foucaultiana de cumplimiento de la norma y el reconocimiento social que se obtiene por ello. Las normas de los cuerpos considerados como bellos según las pautas culturales hegemónicas, y el consumo que se genera en su entorno, se fusionan en el sentido común ejerciendo un poder sobre la vida cotidiana. Esto mismo logra la clasificación de los individuos en diferentes categorías (Sossa Rojas, 2011), aquellos que son considerados valiosos - en términos de poder e importancia- en mayor o menor medida dentro de una sociedad particular.
Asimismo, se puede afirmar que la lógica mercantil atraviesa el cuerpo, lo vuelve su objetivo, transformándolo en mercancía. Es por eso que se puede decir que - y como comúnmente se asevera- un cuerpo bello vende. Estos tipos de cuerpos son utilizados en campañas publicitarias o contenidos de influencers de las redes. La belleza como símbolo del éxito social y económico son premisas que guían la mayoría de estas narrativas. Volviéndose discursos que afectan el imaginario de miles de adolescentes que terminan sometiendo sus cuerpos a cumplir con aquellos estándares aceptados. En ciertos casos fomentando patologías alimentarias como las expuestas por Sabatini en su testimonio web.
Cuerpos contrahegemónicos y militancia.
¿Qué ocurre cuando quien expresa ese mensaje de ruptura del patrón hegemónico no se ve como Oriana Sabatini? En la cultura del fitness, al igual que con el ideal de belleza dominante, cada individuo es empresario de sí mismo y entiende a su cuerpo como una inversión. Así, “el fitness como un dispositivo de gobierno del cuerpo, se relaciona con un miedo a figuras estigmatizadas, a las que se les asocian determinados valores negativos. Por ejemplo, el obeso es asociado a baja autoestima, pereza, vulnerabilidad a enfermedades e ineficiencia en el ámbito laboral”, asegura María Inés Landa, Investigadora del CONICET en Sociología del cuerpo y la cultura.
Estas narrativas fitness requieren de la construcción de una figura opuesta que condense el desvío estético y de salud que proponen. La figura de la persona con sobrepeso, aún estigmatizada, encarna hoy un espacio contrahegemónico - en otras palabras, en lucha frente a la dominación del grupo socialmente aceptado- frente a la estandarización de la belleza física y la transformación corporal como regla para la salud. Los cuerpos autodenominados como disidentes buscan romper con la naturalización y normalización de estándares de belleza asociados al fitness y la “vida sana”, así como las expectativas corporales que no toda la población puede o desea cumplir.
Para dar cuenta de estas realidades y repensar nuestras prácticas que reproducen discursos estigmatizantes, es central conocer voces que dedican su espacio virtual a la militancia por la igualdad de oportunidades y cese de la discriminación corporal. Algunas recomendaciones para adentrarse en este aprendizaje son: @onlinemami_, @brenda.mato, @solcardiello, @anaharff y @thelemongirl, entre otras cuentas de Instagram.
¿Entonces?
Es necesario que quede claro que la normalización de discursos estéticos y prácticas culturales relativas al cuerpo proyectan presiones sociales en todos los sujetos de una comunidad. Pero mayormente se ven expresadas en los estándares exigidos a las identidades feminizadas por llegar a una belleza hegemónica considerada como la normalidad, cuando esta es fundamentalmente una construcción social e histórica. La misma que produce patologías como los trastornos de alimentación, pero que también reproduce discursos de discriminación y odio frente a quienes no cumplen con ese estándar de lo femenino.
Por ello es importante no negar las experiencias de cada identidad. Aprender de quien se parece a uno como de quien no, aún si el individuo que se expresa tiene privilegios -mejor posicionamiento en cuanto a oportunidades dentro del patrón dominante de éxito- por estar dentro de la categoría de cuerpo hegemónico, como es el caso de Sabatini. Estos testimonios abren el debate para repensar y analizar nuestras actitudes y enunciaciones en torno a nuestros propios cuerpos, como los de aquellos que nos rodean.
Por Constanza Garbocci
Bibliografía recomendada:
Landa, María Inés (2009) Subjetividades y consumos corporales: un análisis de las prácticas fitness en España y Argentina. Razón y Palabra, núm. 69, julio-agosto, 2009. Universidad de los Hemisferios. Quito, Ecuador. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=199520330063
Le Bretón. D. (1995), Antropología del cuerpo y modernidad, Nueva Visión, Buenos Aires.
Sossa Rojas, Alexis (2011) Análisis desde Michel Foucault referentes al cuerpo, la belleza física y el consumo. POLIS, Revista de la Universidad Bolivariana, vol. 10, núm. 28, 2011 Universidad de Los Lagos Santiago, Chile. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=30518550026
Estamos en Facebook danos un me gusta!