AMBIENTE

27 de Julio de 2020

Más daño ambiental: China negocia con Argentina la instalación de granjas industriales de cerdo

Acuerdo estratégico entre ambos países, con respecto a la producción de carne porcina donde se anuncia una “inversión mixta entre las empresas chinas y las argentinas” para producir 9 millones de toneladas de carne porcina. Se aceleraría un modelo agropecuario insostenible por mayor cultivo de soja, una de las principales fuentes de forraje animal e importaciones de China, que conlleva efectos adversos para la calidad del ambiente, como el incremento de la deforestación en bosques y otros espacios verdes de importancia global para la conservación entre ellos varias selvas, incluyendo la Amazonía y el Bosque Atlántico, sabanas y paisajes mixtos como el Cerrado y el Gran Chaco, así como pastizales naturales y seminaturales se perderían.

/Por Matias Lango - Estudiante de Ing. Ambiental, Universidad Nacional Tres de Febrero (UNTREF)

El pasado 6 de julio, se difundió un acuerdo estratégico entre ambos países, con respecto a la producción de carne porcina donde se anuncia una “inversión mixta entre las empresas chinas y las argentinas” para producir 9 millones de toneladas de carne porcina lo que le daría a China absoluta seguridad de abastecimiento durante muchos años de carne porcina ya que actualmente enfrentan la erradicación de la peste porcina africana (PPA), enfermedad hemorrágica altamente contagiosa con capacidad para liquidar hasta el 100% de las granjas de cerdos, hasta el momento llevó a sacrificar entre 180 y 250 millones de cerdos para evitar la propagación del virus y se estiman que erradicar la enfermedad podría demandar más de 10 años provocando impactos ambientales, sociales y económicos.

Ante esta crisis en la producción porcina China decide ir en busca de territorios para instalar granjas industriales de cerdos y así a poder seguir abasteciendo a la población que consume 55 millones de toneladas de productos porcinos por año, y uno es nuestro país, transportando así no una fábrica de cerdos, sino todas las problemáticas que con lleva sostener la crianza industrial de animales. Asumiríamos un combo altamente problemático con grandes daños ambientales en nuestra región, donde remediar tendría un gran costo social y económico. No solo se instalarían estas nefastas granjas, sino también se aceleraría un modelo agropecuario insostenible por mayor cultivo de soja, una de las principales fuentes de forraje animal e importaciones de China, que conlleva efectos adversos para la calidad del ambiente, como el incremento de la deforestación en bosques y otros espacios verdes de importancia global para la conservación entre ellos varias selvas, incluyendo la Amazonía y el Bosque Atlántico, sabanas y paisajes mixtos como el Cerrado y el Gran Chaco, así como pastizales naturales y seminaturales se perderían.

Asimismo se incrementaría el uso de pesticidas y el deterioro de los suelos, la extinción de insectos polinizadores fundamentales para diferentes especies de vegetales relevantes nuestra alimentación como las abejas, ya que se vuelve más dependiente de los químicos para controlar las plagas como los insectos y los hongos creando riesgos ecológicos, incluyendo nuevos o crecientes problemas de plagas y enfermedades como la roya de la soja – algo que ha crecido dramáticamente en Brasil (Altieri y Pengue, 2006). No podemos aceptar que, en nombre de la reactivación económica o en el altar de las exportaciones, la Argentina se convierta en una factoría de cerdos para China (o para quien sea).

Los criaderos industriales de animales ilustran un modelo agroindustrial cruel e insustentable que no sólo genera focos de contaminación en el plano local y regional sino también se convierten en incubadoras de nuevos virus altamente contagiosos y, por ende, en fábricas de nuevas pandemias. Necesitamos urgentemente encontrar formas de producir más responsablemente o estos ecosistemas podrían perderse para siempre junto con la biodiversidad invaluable que soportan y los servicios vitales que proveen.

No existe una “bala de plata “. Lo que se necesita es un conjunto de intervenciones complementarias de un amplio rango de actores, incluyendo a los gobiernos de los países productores y consumidores, compañías a lo largo de la cadena de suministro, instituciones financieras, organizaciones de la sociedad civil y consumidores para tomar decisiones que velen por un desarrollo pensando en el bien estar común.

Actualmente los estados unidos, Brasil y argentina producen cuatro quintos de la soja mundial y representan el 90% de las exportaciones globales.

Soja y deforestación, una problemática ambiental a nivel global

Millones de hectáreas de bosques, sabanas y pastizales se han perdido en décadas recientes, amenazando la biodiversidad, reduciendo la provisión de servicios ecosistémicos, y emitiendo cantidades enormes de dióxido de carbono. Hoy, la soja continúa presionando a los bosques, incluyendo la Amazonía y el Bosque Atlántico, además de paisajes mixtos, sabanas y pastizales naturales como el Cerrado, el Gran Chaco, la Chiquitanía, las Pampas argentinas, los Campos uruguayos y las praderas norteamericanas. ¿Se imaginan nuestra región con la implementación de las granjas industriales, donde la soja es la fuente de alimentación?

Nueve de cada diez especies de plantas y animales terrestres viven en los bosques la mayoría de ellas en los bosques tropicales de Sudamérica, África y el Sudeste de Asia. Cerca de 1.600 millones de personas, incluyendo 60 millones de pobladores indígenas, dependen de los bosques para su alimentación, albergue, combustibles y formas de ganarse la vida. Los bosques proveen servicios ecológicos vitales como la regulación del ciclo hídrico, la prevención de la erosión del suelo y la estabilización de nuestro clima: los bosques en crecimiento absorben y almacenan carbono, pero cuando son desmontados, grandes cantidades de dióxido de carbono son emitidos a la atmósfera.

 La mitad de los bosques del mundo han sido destruidos en el curso del último siglo, y los bosques naturales continúan declinando en muchas partes. Existen alternativas que nos permitirán satisfacer la necesidad de soja y otros commodities agrícolas, conservando a la vez la biodiversidad y los ecosistemas cruciales. Estas incluyen iniciativas legislativas tanto en los países productores como en los consumidores, incentivos de mercado para recompensar a los productores que adoptan mejores prácticas y mecanismos voluntarios para catalizar el cambio, buenas prácticas de manejo (BPM) y políticas responsables de inversiones pueden incrementar la sustentabilidad de la producción, limitando a la vez la expansión irresponsable de la agroindustria. Por el lado del consumidor, iniciativas para reducir los desperdicios y el sobreconsumo pueden asegurar que la necesidad de expansión sea real en lugar de excesiva.

Incluir compromisos voluntarios individuales y/o colectivos para evitar la deforestación, desarrollados en colaboración con organizaciones de la sociedad civil estimulando y apoyando a las compañías a comprar solamente soja que haya sido producida de acuerdo a estrictas medidas de seguridad ambiental y social para que la soja producida responsablemente, sin daños a los ecosistemas, se transforme en la norma. Promover a un ordenamiento territorial, que sean transparentes, participativos y democráticos para lograr una distribución óptima de bosques naturales, plantaciones, áreas agrícolas, áreas urbanas y otros usos de la tierra, determinando a las zonas “permitidas” y “no permitidas” áreas aptas para la producción, como tierras degradadas y pasturas con una productividad baja y áreas de alto valor para la conservación que deberían ser evitadas.

 Hacer uso de la certificación voluntaria para aquellos productos que respondan con estándares sociales y ambientales. Ya que así se pueden ayudar a elevar las normas industriales, influenciar las políticas nacionales o hasta llegar a ser requisitos legales. El cumplimiento de los criterios también puede ayudar a mejorar la productividad, restringir el uso de agroquímicos y otros insumos dañinos, y reducir conflictos sociales y problemas legales.

Incluir buenas prácticas de manejo pueden ayudar a los productores agrícolas a reducir el uso de insumos y recursos como los agroquímicos y el agua, y a mitigar los impactos ambientales negativos.

Por ejemplo, las técnicas de manejo integrado de plagas, como el control a través de trampas, o utilizando insectos benéficos, permiten reducir el uso de pesticidas. De la misma manera, agregar compost, reducir la labranza del suelo y hacer rotaciones de cultivos puede mejorar la salud del suelo y mejorar su productividad. Y sin dudas la presión de los consumidores de los consumidores juega un rol importante en influenciar el cambio hacia prácticas de producción de soja más responsables en los países productores.

 

Por Matias Lango - Estudiante de Ing. Ambiental, Universidad Nacional Tres de Febrero (UNTREF)

 


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