Entrevista a Paula Arraigada

05 de Agosto de 2020

El virus maldito de la libertad

Paula Arraigada es activista y militante trans. Es fundadora de la agrupación La Nelly Omar y el año pasado integró la lista de candidatxs a diputadxs nacionales del Frente de Todxs. En esta nota con Corré La Voz habla de su infancia, la libertad, los desafíos del feminismo popular en general y la lucha de la comunidad travesti trans en particular.

/ Por Damián Duarte

 

Las charlas por teléfono no son lo más cómodo para este oficio, pero aun así tienen un componente atractivo. Porque si uno no puede ver el lenguaje del otro cuerpo mientras lo entrevista, mientras intenta escudriñar el abismal mundo interior de la otra persona, se lo imagina. Y ahí todo se envuelve en una mística superadora, porque se deja de lado el campo invasivo de la interpretación para dar lugar a otras intimidades que juegan a las escondidas en el tono de voz, en los ruidos del entorno y en la propia fantasía. Todo es un cuadro que se pinta en tiempo real.

 

Aun así, ahí fuimos.

 

Marqué el número de Paula Arraigada otra vez para escucharla hablar de su Entre Ríos natal, de su estética popular de paisaje mesopotámico. Donde las calles de tierra y ripio son como una pincelada que se dibuja en el recuerdo, lo mismo que los durmientes de la vía del ferrocarril, o el compás del chamamé después del almuerzo, de las películas argentinas y la novela de la tarde. Quería escucharla hablar de cómo todos esos elementos se mixturaron para dar identidad a una de las referentas de la agrupación peronista que lleva el nombre de la descamisada Nelly Omar.

 

Cumple su palabra y atiende puntual.

 

Son días agitados y no es para menos. Se debate en comisiones del Congreso Nacional la Ley de Cupo Trans. Una conquista postergada y que hoy se apura por la urgencia de la coyuntura. Se apura porque el tiempo es poco y la vida es corta. Y es corta, porque la expectativa de una persona trans (y sobre todo de las mujeres trans) es de 35 años.

La agrupación que fundó lleva el nombre de la cantora popular Nelly Omar

La palabra hogar viene de hoguera, y significa 'donde está el calor'. Paula nació en Gobernador Echagüe. Su papá ferroviario y la mamá ama de casa. Precisamente en su casa, que tenía calor de hogar, también vivieron dos hermanas.

Después de mucho tiempo el año pasado volvió al pueblo. Hizo un ejercicio inconsciente: buscó un recuerdo agrio, algo que haya roto esa atmósfera idílica de infancia. Pero no encontró ninguno. “Mi infancia fue maravillosa, tuve unos papás muy buenos. Viví en un pueblo y fue el lugar donde tenía que crecer, un lugar de mucho verde”, me dice y en la voz se le dibuja cierta evocación.

Su recuerdo no es nostálgico ni melancólico. Es vital. Piensa en su inquietud infante y en su madre, que la veía entrar y salir de la casa con su bicicleta. Solo la retenía la merienda con alguna película o telenovela argentina. Tal vez algún concierto improvisado imitando a Rafaela Carrá y usando un micrófono que le fabricó su papá. Pero rápidamente salía de nuevo a robarles naranjas a los vecinos o tirarse junto algún amigo en los pastizales para sentir el sol del invierno en la piel de su cara.

Cuando la dictadura cerró el ramal ferroviario Gualeguay - Rosario del Tala todo cambió. Su padre, sin trabajo, quedó como relevante en distintas estaciones. Se mudaron a Tala, donde transitó su adolescencia. Pero ahí ya no hay que hacer mucho esfuerzo para traer los recuerdos poco felices de esa etapa. 

En el otoño del gobierno militar comenzó a visitar con más frecuencia la Capital Federal. El camino hasta allí no le pareció nuevo porque ya lo había hecho antes. Recordaba bien el cruce del río Paraná de las Palmas en el ferry; el ruido del tren, la campanilla de las barreras y los automóviles eran su postal sonora de esos años ’80. “Desde que me acuerdo siempre quise vivir acá. Para mí era el lugar en el que tenía que estar, quería estudiar. Nunca me prohibieron nada, nunca fumé ni tomé, pero tampoco me lo dijeron. A pesar de eso, mi madre era imponente de alguna manera y yo buscaba ese deseo de libertad. Vine acá para eso”.

En el paisaje porteño no tenía ese perfume bucólico de su infancia suspendido en el aire. La ciudad era hostil y marcaba como en un pulso las estocadas del desarraigo: “Vine a un lugar mucho mejor que el que han tenido otras compañeras, pero era un lugar espantoso para mí en ese momento, con condiciones de vida que no eran los mejores. En los ‘80 no era como hoy, había mucho desprecio, un grado de intolerancia grande. Era una ciudad que no conocía, con formas que no conocía. No extrañaba porque añorara demasiado, sino que extrañaba estar en paz, tener tiempo para jugar. Las responsabilidades hacen un poco más agria la existencia, pero dentro de todas esas responsabilidades, si se toman en paz hay un goce y hay una felicidad”.

Cuando a Paula se le hace una pregunta, ella responde con naturalidad cristalina. Como si supiera de antemano por donde va la cosa, pero sin dejar de lado su espontaneidad.

En la distancia ¿ves en vos algún reflejo de tus padres?

- Creo que tengo muchas cosas de ellos. Me criaron durante mucho tiempo. Lo que más me queda impregnado de los dos es el Peronismo, el folclore popular. Disfrutaba muchísimo de los chamamés, por ahí estaban terminando de lavar los platos, sonaba un chamamé y ellos se ponían a bailar. Se hablaban mucho, cantaban. El recuerdo que tengo de mi mamá es que era muy ligerita para caminar y la pollera hacía un vaivén cuando caminaba. Tenían huertas, un jardín enorme, animales. No hay cosas negativas en mi niñez, mi papá era muy generoso y conseguía cosas que no hubiera conseguido si hubiera tenido un papá más machista. Hicieron lo que pudieron y como podían, porque tampoco ellos terminaban de entender qué era lo que pasaba.

Los padres de Paula se habían criado en los turbulentos años ’50, donde en la arena social y política se dirimía una matriz cultural que venía de la reivindicación de los derechos de los oprimidos, los trabajadores, las minorías; pero que a su vez que chocaba de frente contra la complicidad militar, política y civil de la antidemocracia que proponía la autodenominada revolución libertadora. “Veinte años después aparece eso que no se sabe que es, y en esa época yo tampoco sabía lo que era. Y aun así lo resolvieron como siempre se resuelve eso, con el afecto. Nunca hubo ninguna imposición”, cuenta Paula.

¿Cómo fue el proceso de asumirte vos misma?

- Creo que siempre hubo algo que estuvo ahí. En la secundaria en el año ‘81 había una novela que se llamaba La Sombra y la protagonista era Silvia Montanari. Cuando empezamos en la escuela la maestra preguntaba quién quería ser, y yo puse, con vergüenza, que quería ser como Silvia Montanari. Estaba eso marcado. Acá es donde hubo más prejuicio y más miedo a la imposición que allá, porque era mucho más hostil. La violencia era explícita y real. Era una época donde podías ir caminando y cualquiera te podía dar un sopapo. El teatro y algunas personas que me tocó cruzarme en la vida me acompañaron en el proceso y lo alivianaron para que los miedos no estén. Es un proceso que en algunos es rápido y en otras lento.

Aunque la dictadura terminó años después, quedó una cicatriz en la conciencia de las personas de que “había ciertas cosas que no las podías romper porque había una norma impuesta”. Vestirse de rosa “era ser puto y más que eso, imaginate tener el pelo largo y mover las caderas más que cualquiera”. Por esos años, Paula ya usaba ropa femenina que le regalaba una compañera del Teatro del Pueblo (el primer teatro independiente de Capital Federal) donde trabajaba, y que después se llamó Teatro de la Campana. El camino de la autopercepción no era solo aquello que ella percibía de sí misma, sino que existía una composición externa, un cerco tan invisible como peligroso que también hacía trunco ese desarrollo: Uno de ellos, la imposibilidad de conseguir un empleo. Un dato: Hasta 2017, su último trabajo registrado había sido en septiembre del ’92.

 

***

Una gata se queja a lo lejos. Camina errante entre los muebles de la casa, algo le pasa. Paula está sentada y la mira desde lejos. “Está mal castrada”, me dice cuando el animal se aproxima maullando y grita más cerca del teléfono para reclamar cariño. Le pregunto por La Nelly Omar, la agrupación que fundó hace varios años y que hoy juega un papel importante en la contención y asistencia en las barriadas de Capital Federal. 

Es difícil funcionar en un tiempo de cuarentena –cuenta- hay cosas que hay que hacerlas porque es la responsabilidad que se tiene. Estaba el deber de hacerlas. Necesitás movilidad, recursos. Gente no necesitamos, tenemos destinada cierta cantidad de compañeras para una cosa, para que la circulación sea limitada. Estamos a 10 cuadras de la 1-11-14 y tenemos muchos compañeros y compañeras que también vienen de ahí”.

El estado de emergencia reclama acciones urgentes. En las zonas donde asiste La Nelly Omar hace poco hubo una fuerte epidemia de dengue y tuvieron que salir a conseguir espirales para que la situación no se desmadre. También ampliaron el rango de ayuda de personas trans a personas cis, lo que implica un mayor gasto de energía.

Es una salida transitoria y el Estado debe tomarla como tal. A los sectores populares lo que hay que garantizarles es el acceso al empleo. Ahora todo está a flor de piel, el que siempre estuvo con la economía al rojo o fuera del sistema, ahora está pasando muchas necesidades”, señala.

Paula entiende que el desafío del feminismo popular –en este contexto de pandemia- es, sencillamente sobrevivir. Luego vendrá lograr la inserción completa y revertir este escenario para que las trans y las travestis que componen el feminismo popular estén dentro de un lugar de decisión.

Explica: “Falta una mirada crítica de quienes vienen de los sectores populares. A veces los gobiernos se llenan de académicos o de CEOs, depende de la elección, y lo que hacen es armar leyes escritas desde la comodidad de un escritorio, pero no pasan por el territorio; y cuando eso llega ahí, lo que está escrito no sirve. El feminismo popular tiene una gran batalla porque no hay compañeras en los sindicatos, en los espacios de decisión, no hay compañeras que puedan incidir del todo para que se modifiquen algunas actitudes, entonces me parece que es algo para pensarlo y trabajarlo”.

¿Y dentro del movimiento feminista?

- Dentro del feminismo hay una lucha enorme, porque hay mujeres que son patriarcales, mujeres que son clasistas y que son Terfs (NdR: feministas radicales cuya sigla proviene de Trans-Exclusionary Radical Feminist), que son parte de un feminismo hegemónico, que generalmente traban esos espacios donde se puede empezar a hacer acciones disruptivas. Ese feminismo blanco, hegemónico, clasista, hace que las mujeres afro no puedan participar con más fuerza, que no participen mujeres sordas o ciegas y que se sientan condicionadas siempre por el mismo discurso.

Hay diferencias en las prioridades y urgencias…

- Dentro de esas agendas lo que existe es el aborto, la agenda de cuidados y las violencias, pero siempre desde una perspectiva cis. No hablan de los cuidados de las mujeres cis y las mujeres trans, no hablan de las de las violencias de género con perspectiva hacia las mujeres trans, hablan solamente de las mujeres cis y, lo que es peor, hablan de los cuidados que tiene una mujer que es parte de un sistema laboral, que no está precarizada. La discusión sobre el aborto es un tema que no termina de darse. hay muchas compañeras de barrios populares que no están de acuerdo, y creo que es porque no se ha discutido ni se ha terminado de explicar porqué es necesario que haya una ley que contemple la necesidad de algunas y que no obligue a todo el resto a practicarlo. Esas discusiones a veces se dan desde la clase media como saldada y resulta que nunca llegaron al territorio.

Ves una mirada porteñocentrica en torno a ciertos debates…

- Ese es un problema que tenemos como país, que creemos que todo pasa por Buenos Aires y que es la cuna de todo. Hay cosas que son inaplicables y otras que no suceden. La Ley de Identidad de Género es muy buena, pero no se termina de aplicar en el país. No hay en todas las provincias ni los municipios, ni en los hospitales están disponibles los quirófanos para hacer la adaptación de los cuerpos. A veces ni siquiera hay hormonas, entonces ¿qué podemos pedir nosotros desde Buenos Aires? Es como el lenguaje inclusivo, vos podés hablar lo que quieras aquí, pero ¿cómo vas a ir a las provincias a plantear esa discusión, cuando todavía no se cerró la discusión que a los varones trans los tienen que tratar con O y a las mujeres trans con A?.

Y están los feudos del interior donde el universo de violencias se desenvuelve con total naturalidad.

- Lo que un compañero dice es que es el falso progresismo que intenta ir siempre marcando la línea, pero lo que marcan es un momento, donde se ve algo disruptivo, pero que no sirve para nada porque no marca la tendencia ni tampoco hace que se modifiquen las conductas. El mundo sigue siendo el mismo, nosotros estamos en Buenos Aires en un mundo y las compañeras que viven en el interior están en otro. Y lo que es peor, es que ese mundo no es mejor, es marginal. Y muchos compañeros y compañeras creen que son cool cuando vamos y nos sentamos a hablar con “les”. Cuando nuestras compañeras no son respetadas con el uso del “la” y ni siquiera tienen los insumos para que su adecuación sea garantizada.

Recomendación: Archivo de la Memoria Trans

 

***

La Ley de Cupo Travesti Trans es una de las deudas históricas del Estado Argentino con la comunidad. Hace algunas semanas, la Comisión de Mujeres y Diversidad comenzó a tratar el proyecto en comisiones en vistas de un posterior tratamiento en la Cámara de Diputados. No se trata solo del acceso a un trabajo –como si eso fuera poco-, se trata del acceso a una cobertura de salud, a la educación y de la finalización de una continua postergación de derechos, que no opera solo como un dispositivo de opresión, sino como uno de invisibilización constante. Las aspiraciones apuntan, en el mejor de los casos, a que el 1,5% de los puestos en la administración del Estado Nacional sean cubiertos por personas trans.

La Secretaría de Empleo del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) informó ya en el año 2007 que el 94,8% de la población travesti trans se encontraba excluida de los trabajos formales. Poco cambió la situación de discriminación estructural durante estos años, dando lugar a la profundización de una violencia subrepticia que las empuja a un terrible grado de marginación y vulnerabilidad que cercena de cuajo la posibilidad de un atisbo de movilidad social. De nuevo aquí la invisibilidad perpetua: a causa del binarismo de los censos, se desconoce el número exacto de personas travestis trans del país, aunque organizaciones independientes estiman que rondan las 10 mil.

¿Por qué no se pudo aplicar la Ley de Cupo Travesti Trans en trabajos del Estado?

- Porque no hay voluntad para hacerlo, sino se hubiera hecho. Acá hay un colectivo que se muere a los 35 años y no ha habido una respuesta del Estado para que eso se termine, con voluntad política se logran las cosas, se puede reunir el congreso para sacar una ley, o para hablar lo que le sucede a las personas trans. También con voluntad política se hace ingresar a las compañeras sin necesidad de una ley, pero hasta ahora eso no pasó. Como no pasó, tenemos que reclamar que se cumpla lo que dice la Constitución y que los derechos de todos y de todas estén expresados y contenidos dentro de las prerrogativas y de todos los hechos que suceden en el país.

Los designios patriarcales por los que se encuentra bañada nuestra sociedad distan bastante de la autopercepción tolerante y solidaria que muchos tenemos de nosotros mismos. Quien corra ligeramente el velo de la normalidad tendrá ante sí mismo un complejo entramado de violencias que sufre el colectivo travesti trans en todo el país. Entonces, podría pensarse que una ley que permita acceder a la comunidad travesti trans a puestos de trabajo en el Estado solo sería una acción reparatoria en este contexto. Pero no es solo eso. Es también una instancia ejemplificadora para que no se permitan nuevos colectivos excluidos y marginados del acceso al empleo.

Dice Paula: “Está bien que vayamos por una ley más amplia, pero ahora tenemos que ir por la que tiene prioridad. No podemos estar cuatro años discutiendo una ley mucho más abarcativa y extensa, cuando lo que estamos diciendo es que las compañeras se mueren hoy y por lo tanto lo que hay que resolver es una urgencia. Si bien esto no va a resolver todo, va a tratar de resolver en algo y vamos a salvar un par de vidas. Así haya salvado 15 personas, ha salvado mucho más que si estamos en una discusión de cuatro años”.

Algo que asegure la comida, el techo y salud…

- Hace que mucha gente de sectores populares acceda a otro modo de vida que no sea la precariedad. El derecho al trabajo te lleva al derecho al ocio creativo, al ocio recreativo; tenés tiempo para descansar, para vacacionar, aportes jubilatorios, si te enfermas también vas a cobrar tu sueldo. Se cubren situaciones que no estaban cubiertas. Nosotros no somos Uruguay, somos un país muchísimo más grande y las discusiones se atraviesan desde otro lugar. Por eso en la discusión no solo nos sentamos nosotras, sino también otros actores que la saldan y que son personas cis que están en el Congreso. Entonces, cuanto más aparateo haya, cuanta más imposición de armar más proyectos haya, lo único que puede pasar es lo que pasó el año pasado que, por diferencias de organizaciones, la ley otra vez volvió para atrás. Qué casualidad que son organizaciones que no son trans, porque las trans son una más y no conductoras. Y eso es porque las personas cis pueden pensar -como nos dijo alguien- ‘bueno, pero tengan un poco de paciencia’. Es muy fácil decirlo con la heladera y la barriga llena, pero para la que está padeciendo no es fácil de soportar.

En su libro “El miedo a la libertad” (1941), Erich Fromm aborda tres conceptos mediante los cuales las personas buscan morigerar los efectos negativos de la libertad. Fromm menciona allí el autoritarismo, la destructividad y la conformidad. 

Este último es el aspecto que nos interesa. La conformidad es ese naufragio que nos hunde en el océano de la impersonalidad, flotando acríticos en una marea de anonimato y pérdida de autenticidad. Es entonces, cuando la otredad disruptiva emerge de la heteronormatividad y se hace acreedora de la marginación de sus cuerpos, del castigo y el sometimiento.

¿Como se concibe que todavía exista una parte de la sociedad que no se libera del lastre de la intolerancia a la comunidad travesti?

- Son grandes temerosos de la libertad, porque nuestros cuerpos son libres y hay un miedo al goce, a la libertad. Yo parecía Carmen Miranda y así andaba a la calle, con los collares. Ese carnaval era parte de lo que tiene que ver con nuestra alegría, no siempre la gente se anima a vestirse con colores, sin importar la moda, los prejuicios con la libertad de nuestro propio cuerpo; en una sociedad que tiene tantos tabúes el goce es una mala palabra. Eso molesta y ha dado el pie para que los dogmáticos nos tilden de diabólicas. Si pudiera yo no dormiría, pero a mí el tiempo se me va como agua. Me encanta ver películas argentinas. Vivimos muy poco tiempo, no solo las personas trans.

Para Paula sus referentas son sus propias compañeras, con la que anda todos los días, con las que convive. Con las que piensa, discute y llega a nuevas construcciones. Pero excepto Evita, Perón, Néstor y Cristina, el resto de imágenes que toma surgen del pueblo.

“El mundo –enfatiza- para lavar su culpa necesitó entronar santas y después quiso que a esas santas nosotras les prendamos velas. Pero nosotras no las entronamos, entonces que les prenda velas las personas cis. Nosotras venimos a cuestionar todo el orden  de lo que está establecido, no vamos a adorar los altares a nadie que no sintamos como santas propias y tampoco vamos a aceptar a cierto feminismo que también quiere ser popular y que rechaza la fe como algo que no existe dentro de los sectores populares. Podemos cuestionar la institución, a los miembros de la institución católica, pero muchas de nosotras cuando nos estaban pegando patadas, lo que pedíamos por favor es que dios nos dé una mano. Entonces eso no se puede ir a escupir sobre lo que hemos adorado. A ese feminismo burgués le falta cierto anclaje en el territorio porque siempre cuestionan lo que nosotras traemos como bagaje. La televisión, las novelas pedorras de las que muchas se mofan, han sido el instante donde muchas de nosotras -como la señora que está en su casa viviendo una vida que quizás no quiere vivir- encontramos el único espacio para poder salir de nuestra realidad”.

 

Leer: La Dictadura de las buenas costumbres. Artículo de Paula Arraigada para Caras y Caretas, 2020.

 

Cuando era adolescente, Paula tenía como amigas a una bicicleta y la televisión. El aparato era un umbral que la abrazaba con un mundo de deseos y aprendizajes. No le interesa ocultar su enfado cuando habla de la descalificación que se hace sobre quienes consumen producciones audiovisuales como películas o telenovelas. No lo oculta porque sabe que la historia donde la heroína pasa por innumerables peripecias y se casa con el príncipe, es la historia de muchas. Y sabe, por sobre todas las cosas, que mientras algunas clases sociales ven en esas peripecias una aventura que condimenta la plana normalidad de sus vidas, para otras clases las peripecias forman parte de toda la existencia. Entonces, ver una novela o una película implica que durante una hora y media, muchas hayan podido relajarse y soñar con otra cosa que no son.

¿Crees que dentro de cierto feminismo y de parte del Estado se invisibiliza a las travestis y trans bajo el concepto más abarcativo como diversidades o disidencias

- Nosotras venimos diciendo que no nos sentimos contenidas dentro de la palabra disidencias, y ahora lo vamos plantando con la palabra diversidad. Porque desde los ministerios se han puesto como Ministerio de la Mujer y la Diversidad, y dentro de la diversidad están las personas trans que no viven las mismas situaciones que las otras personas cis y que tienen todo en su contra. Hay un informe que el año pasado publicó la Federación Argentina LGBT donde hablan de las violencias que sufren: las identidades trans superan el 60%, el 24% las masculinidades gays cis, el 8% las lesbianas. Imagínate con esos porcentajes que nos sigan englobando como si todas pasáramos lo mismo. A nosotras no nos pongan rótulos porque nos invisibilizan. Lo que hace la academia es arrogarse la potestad de que, así como hicieron santas, denominarnos y clasificarnos y nosotras como borreguitas tenemos que aceptarlas ¿La disidencia se muere a los 35 años? ¿Tiene problemas económicos, no accede a determinados derechos? No, las personas que no terminan el secundario porque el sistema educativo es exclusivo, son las personas trans travestis. Esa palabra lo que hace es ocultar algo que al Estado le conviene, que a ese feminismo le conviene.

Nuestro público se compone, en gran parte, por personas jóvenes ¿Qué te gustaría decirles?

- Que disfruten, que vivan la vida que es hermosa. Que sean piadosos con los errores ajenos, porque la vida en esta época es maravillosa. Depositamos en ellas y ellos todo lo que viene en el futuro. Nosotras estamos terminando un ciclo y la posta la tomarán otres dentro de poco, y esperamos que todo lo que ha sido esta lucha lo puedan levantar como bandera. Si nosotras no llegamos a la victoria, que ellas, ellos y elles lo puedan lograr. Y si llegamos a esta pequeña victoria que es el cupo, van a estar las luchas que seguramente vamos a tener. Tienen que enfrentar las cosas con convicción y siempre con lealtad al pueblo, que tengan una vida hermosa, que disfruten y que sean libres. Y que piensen que siempre es hermoso hacer algo por nuestro país.

 


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