Turismo rural

02 de Agosto de 2020

Una estrategia de diversificación de los espacios rurales bajo el enfoque de la nueva ruralidad

La re-significación del territorio rural, el escenario en pos pandemia y la situación en la provincia de Buenos Aires. Por Magalí Corujo.

Por Magalí Corujo

Cada comarca en la tierra, tiene un rasgo prominente”, decía un buen poeta por ahí. El poeta continuaba su octavilla hablando de Buenos Aires: “Buenos Aires, patria hermosa, tiene la pampa grandiosa, la pampa tiene el ombú”.

Y es verdad que cada comarca en la tierra tiene con qué lucirse. Pensemos, por un ratito, este poema en la Argentina: Mendoza luce sus vinos, allá cosechados en la montaña. En el invierno los viñedos se tiñen de blanco y se convierten en uno de los escenarios más fotografiados por los turistas asiáticos maravillados ante tal obra de arte de la naturaleza. No sé si encuentro palabras para contarles de la hermosa Ushuaia: la ciudad más austral de todas. En un abrir y cerrar de ojos, esos enormes monstruos de hielos se alzan frente a tu persona, imponentes, majestuosos. Ese tipo de color blanco solo se encuentra en nuestra bandera. En Neuquén, las manzanas y los bosques. En Jujuy, esos colores de la tierra: dorados, marrones, que se confunden con las caras de los turistas maravillados ante la artesanía de los pobladores locales. Salta siempre linda, Misiones siempre roja, verde, amarilla, marrón; el ejemplo más fiel a las acuarelas que saben reflejar la diversidad biológica en su máximo esplendor.

¿Y la Pampa? ¿Buenos Aires? Ya sabemos que tiene el ombú, o al menos lo tenía. ¿Pero qué más? La zona rural de Buenos Aires tiene ese no sé qué: cuna de la tradición argenta por naturaleza, es la combinación perfecta de los sabores, aromas y comidas típicas de nuestro país. Es la materialización del arraigo a nuestras costumbres. Ya dice la canción que somos animales de costumbres argentinas, y en esta región, está más que demostrado.

En nuestro país, el campo es el símbolo de lo que supo ser en su momento el modelo agroexportador, allá por 1880, y hasta la actualidad, sigue siendo la cocina de las actividades agrícolas- ganaderas por excelencia; aunque esta idea comenzó a verse desde hace un tiempo, desde otro enfoque.

Las transformaciones que han ido modificando los espacios rurales son el resultado de ciertos procesos de reestructuración que están direccionados por distintos ejes. Por un lado, siguen siendo espacios de los mercados de producción de commodities (sistemas de producción agrícola- ganadero, lácteo y mixto); aunque por otro lado, comenzaron a desarrollarse en ellos otras actividades vinculadas a las primeras, pero bajo el enfoque de lo que se conoce como “nueva ruralidad”: los nuevos espacios rurales están comenzado a constituirse como escenarios de crecimiento de los productos artesanales con identidad cultural y como objetos de consumo para el desarrollo territorial rural no necesariamente productivo; y una de las actividades que promociona esta visión de los espacios rurales es el turismo rural.

El turismo rural viene a posicionarse bajo esta nueva ruralidad, que supone poner en marcha actividades en los espacios rurales en sinergia con el ambiente: una forma de hacer turismo sustentable, de reunir los saberes locales de los pobladores y materializarlos en gastronomía, fiestas artesanales, venta de productos agroecológicos y otras cuestiones; para ser compartidos por los turistas que se acercan en busca de nuevas experiencias con la naturaleza.

Meses atrás, cuando aun el covid-19 no había llegado a parar aviones y a deshacer la mochila de miles de viajeros en el mundo; estas ideas de ecoturismo, turismo sustentable, turismo rural o agroturismo ya empezaban a notarse.

Según Graciela Nogar, experta catedrática en Desarrollo Rural de Buenos Aires, en las últimas décadas, América Latina en general, y nuestro país en particular, “se han caracterizado por la necesidad que han tenido los actores rurales de reconvertirse competitivamente en un contexto de crisis económica y social”; y la transición de un modelo rural productivista centrado en lo sectorial a otro, que interpretó a los espacios rurales desde una mirada holística y sistémica, entendiendo que son territorios multifuncionales; comenzó a darse paulatinamente.

Así, la re-significación del vínculo entre los espacios rurales y los espacios urbanos, hizo que los turistas comenzaran a buscar momentos de ocio en lugares de cercanía, en pos de nuevas experiencias con lo ambiental y la naturaleza. Ya no es sólo qué comemos. Sino dónde comemos, a quién le compramos, qué es lo que compramos y en qué lugar elegimos disfrutar lo que consumimos.

El turismo rural entonces, en situación de pos pandemia, viene a tomar protagonismo imponiéndose como una de las aristas de la reactivación económica, incentivando el turismo local en las proximidades, sobre todo en la provincia de Buenos Aires: paseos por estancias, escapadas de fin de semana a casas de campo, consumo de regionales, visitas a ciudades cercanas a la capital federal, de fácil acceso por distintos medios de transporte; son algunas de las opciones para re pensar nuestras vacaciones una vez pasada la pandemia y para re-significar el valor de las relaciones entre el campo y la ciudad. Ya no se trata de esta rivalidad absurda ciudad-campo, sino de la conjunción de ambos espacios para encontrar lentamente una salida de la crisis y la reactivación económica a nivel regional, promocionando la actividad de los pequeños productores y dueños de pequeños emprendimientos turísticos locales; y asimismo cuidando el bolsillo de quienes desean irse de vacaciones.

Por estos lados, en el corredor norte de la provincia de Buenos Aires, las ciudades de Zárate, Baradero, Cardales, Capilla, Campana, ofrecen ciertas alternativas bajo esta forma de hacer turismo sustentable, especialmente, bajo la forma de turismo rural o agroturismo; y son algunas de las opciones con las que contamos para animarnos a hacer otro tipo de turismo, aprovechando este contexto, para entender que resulta sumamente importante empezar a repensar nuestros vínculos con el ambiente y la forma en la que nos desenvolvemos en él. Entonces, ¿cuál es el camino?

Considero que el camino está en reconocer la importancia de la integración de los distintos actores sociales con el apoyo de las autoridades gubernamentales locales, en pos del diseño y puesta en marcha de distintos planes de desarrollo turístico rural, que es lo que estaría haciendo falta en la zona. Nogar insiste en que es necesario entender al turismo “como una actividad multidimensional, que requiere la concurrencia de diversos sectores productivos integrando la dinámica socio-territorial y contribuyendo a las esperanzas de relocalización de diferentes flujos”. Planes que tengan por objetivo mantener los recursos naturales, poner en valor los conocimientos locales y revalorizar la identidad cultural y territorial de los espacios rurales; analizando las ventajas comparativas respecto a otros territorios sobre la base de sus propias cualidades.

En algunas notas pasadas hablamos del Covid-19 y su impacto en el ambiente. Fue por esta pandemia que empezamos a darnos cuenta de que todo está conectado (les spoileo dark de paso). Es que con este mínimo ejemplo aplicado a nuestra realidad cotidiana podemos entender la multifuncionalidad de los territorios y el tratamiento interdisciplinario de las cuestiones ambientales. Nuestras acciones impactan directamente en el ambiente que nos rodea y cada una de ellas es parte de una gran sucesión de hechos que desencadenan otros y otros y esto no termina. Los humedales se van a seguir quemando, las pandemias van a seguir existiendo, la contaminación va a seguir creciendo, el plástico se va a seguir haciendo, si no somos capaces de cambiar la mirada. Podemos re pensar todo el tiempo nuevas formas de hacer las cosas que preserven el lugar que nos cobija para que esto empiece a aminorar cada vez más.

La “nueva normalidad” traerá consigo la idea de un cambio de paradigma y esta forma de hacer turismo como estrategia de diversificación de los espacios rurales, será una de las opciones más viables que tendremos; por lo que las propuestas turísticas donde los visitantes puedan experimentar vivencias enriquecedoras en un ambiente natural y puedan darle otro valor a los alimentos, apelando al reencuentro con la comida casera y la naturaleza; son las que tendrán la delantera.

¿Qué más que un buen pan de campo, quesos, mermeladas, sol y ese aroma a tierra mojada cuando llueve?


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