Violencia de talle grande: Repensando los medios desde la perspectiva de género

/Por Constanza Garbocci 

Caras, en su nota, remarcaba la “fortaleza” de una joven con un cuerpo que no logra ajustarse a los estándares de lo considerado como normal y que aún así muestra con “orgullo”. Como sabemos, los cuerpos feminizados han sido sometidos al cumplimiento de cánones hegemónicos que establecen a determinados cuerpos como bellos o aceptados por apegarse a la norma social. Allí se produce un vínculo simbólico entre la belleza física y el éxito. Éxito que, en este caso, para la revista no tuvo que ver con el estatus de realeza de la princesa de Holanda, ni su nivel intelectual, sino con su talla.

Los medios del espectáculo se han encargado de la vida privada, los escándalos y secretos de las celebridades y personalidades de interés público. Tradicionalmente, la cobertura de estos personajes femeninos responde a la reproducción de estereotipos, trabajando temáticas relativas al amor romántico y la búsqueda corporalidades hegemónicas perfectas. De esta manera, los medios de comunicación han valorizando la imagen física como un factor central en la construcción de un deber ser de lo femenino. A través de la glorificación  de imágenes o referentes concretos que caracterizan como modelos exitosos refuerzan aquel deber ser normalizado. En otras palabras, los medios reproducen roles tradicionales y patriarcales de mujeres hegemónicas hipersexualizadas en búsqueda de la corporeidad perfecta.

En base a esto, podemos preguntarnos: ¿Son los medios de comunicación los únicos que generan expectativas y presiones de ese deber ser? La respuesta es compleja ya que la normalización de valores y características impuestas a las mujeres - y fundamentalmente a sus cuerpos - deviene de un sistema que nos ha constituido como sujetos de esta sociedad por siglos. Este es el sistema patriarcal, que junto con discursos y expectativas machistas han acosado, violentado y cosificado a las identidades femeninas y las diversidades sexuales. Por otra parte, los medios de comunicación son entendidos como espejos de esa realidad social en la que vivimos. Por ello, son capaces de influenciar en la construcción de sentido y comportamientos sociales, especialmente sobre los niños y adolescentes en desarrollo.

¿Cuál es el rol de los medios?

Pensando en esto, cuando analizamos la polémica generada a partir de la portada de la Revista Caras surge un nuevo cuestionamiento: ¿Es esto un acto de violencia o acoso por parte de este medio contra una adolescente, por no seguir con ese deber ser impuesto desde el discurso patriarcal normalizado? La ley 26485, sancionada en el año 2009, puede ayudarnos a responder esta pregunta. Esta es la ley de Protección Integral a las mujeres, que busca prevenir, sancionar y erradicar todas las formas de violencia contra las mujeres en todos los ámbitos en los que desarrollen sus relaciones interpersonales. En uno de sus artículos, se describe a la violencia mediática como “aquella publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través de cualquier medio masivo de comunicación que, de manera directa o indirecta, promueva la explotación de mujeres o sus imágenes, injurie, difame, o discrimine, deshonre, humille o atente contra la dignidad de las mujeres, como así también la utilización de mujeres, adolescentes y niñas en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato, o construya patrones socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres.”

Muchos podrían discutir si la intencionalidad de la revista fue la de atacar a la adolescente o explotar temáticas con interés popular. La realidad es que el titulo despierta incomodidad social por el uso de un discurso discriminatorio en un momento cultural donde la ESI (Educación Sexual Integral) debería aplicarse en todas las escuelas. Con ello, los niños y adolescentes podrían desarrollarse comprendiendo las diversidades. Jesica Lavia,  nutricionista y co-autora del libro Pese lo que pese, en relación a esto aseguró: "Lo que necesitamos no es que una adolescente tenga fortaleza para enfrentar bullying. Lo que necesitamos es ESI y educación nutricional en las escuelas para que entendamos que no hay que opinar del cuerpo de otra persona y que no está mal tener un cuerpo fuera de los estereotipos normados. La diversidad corporal existe y está bien. No es algo a corregir y no es algo por lo que una adolescente (ni nadie) debería defenderse".

Expertos en comunicación aseguran la gran influencia que pueden tener los medios sobre los individuos, especialmente sobre niños y adolescentes en desarrollo. Los consumos culturales, es decir, programas de televisión, revistas y hasta cuentas masivas de redes sociales, son quienes reproducen modelos culturales y valores morales que logran influenciar en la construcción de sentido común y expectativas sociales. Todo esto se logra a partir del seguimiento de temas en agenda que respondan a los intereses populares de las audiencias y los de cada medio de comunicación.

Cuando hablamos de temas de agenda, referimos a cuestiones consideradas como prioritarias en el debate social. Actualmente entre estas temáticas se encuentran muchas de las aristas de la lucha feminista: la deconstrucción de estereotipos corporales, el amor propio y la inclusión de las diversidades, por nombrar algunas. De esta manera, los medios de comunicación se ven expuestos a repensar su rol a la hora de referir a estos temas de gran interés social. 

Para lograr trabajar con estas temáticas es importante conocer una herramienta central que deviene de la lucha feminista, esta es la perspectiva de género. La perspectiva o visión de género es una categoría analítica que sirve para cuestionar los estereotipos y elaborar contenidos que permitan incidir en el imaginario colectivo de una sociedad al servicio de la igualdad y la equidad.

El ejercicio periodístico nunca es neutral, ni objetivo. Este es el trabajo de personas ejerciendo una profesión, las cuales son integrantes de una sociedad y ponen en juego sus ideas, supuestos y saberes previos. Por esta razón, construir una cobertura periodística que contemple y señale las desigualdades es una decisión activa. Esta es la de desnaturalizar lo normalizado, entendiendo las desigualdades como construcciones sociales para nombrarlas como tales. En este sentido, el periodismo es una herramienta poderosa para cuestionar y abrir el debate sobre situaciones que se presentan como naturales aunque en realidad no lo sean.

La transición hacia un nuevo paradigma de la comunicación requiere del compromiso y la reflexión de prácticas y discursos arraigados en el imaginario social. Esto implicaría  desnaturalizar mandatos y desigualdades reproducidas y transmitidas durante generaciones, las cuales han negado y discriminado la diversidad y pluralidad de maneras de ser y estar en este mundo.

De esta forma, como consumidores de medios deberíamos seguir exigir la interiorización de una perspectiva periodística que respete y responda a la inclusión de las diversidades. Logrando así no exponer a los más jóvenes, ni a nosotros mismos, a las presiones de las expectativas sociales que no construyen sino que acosan y lastiman. Con todo esto, hoy los medios de comunicación tienen el desafío de ser agentes de cambio en la construcción de relatos que respeten los derechos humanos.