En varias oportunidades la psicóloga Angeles Rios Encina ha compartido en Corré la Voz distintos abordajes para transitar este contexto de pandemia. Ha plasmado distintas reflexiones sobre el tema. Casi como augurando lo que tiempo después le sucedería. Ella también fue encontrada por el virus. En un relato atravesado por las emociones de cada etapa de la enfermedad nos cuenta lo que es padecer covid19.
/Por Lic. Angla Rios Encina
Cuando empezas a sentirte mal, y te vas dando cuenta que lo que sentís coincide con lo que padece el mundo actualmente... te decís...¡"nah a mi no me va a pasar!".
¡La cuestión es que si!, ¡Te pasa! Después de aconsejar durante cinco meses, acerca de como enfrentar la pandemia, me tocó vivirlo en carne propia, y como siempre... hay que aprender de ello.
Desde el momento del primer síntoma, la sensación de angustia y presión comienzan a hacerse más agudas. Cuestionamientos internos acerca de si lo que siento, lo siento o estoy exagerando, revisar los pasos dados para encontrar algún culpable, algún contacto innecesario. Decidir si acudir a una guardia o no, con los riesgos que eso implica, y con el imperioso "quedarse en casa". Finalmente cuando los síntomas correspondientes al cuadro se suman, tomas coraje y pensas: "¡voy! Me saco la duda, seguro es el cambio de clima".
El momento del hisopado realmente es muy incómodo, no sólo por la prueba en sí, sino por todo lo que implica anímicamente. Las miradas desconfiadas de otros pacientes, el papeleo, ver a enfermeros y médicos extremando cuidados para asistirte, -y darte cuenta lo incómodos que están ellos también-. Realmente es de película apocalíptica.
Luego del estrés de todos los estudios médicos y los pensamientos que no cesan en la cabeza y agudizan más la cefalea; empieza otro tramo del proceso que es esperar el resultado: 72 hs. que no pasan nunca. Realmente es muy difícil concentrarse en lo cotidiano durante esas horas; pensás en tu familia, en tener prudencia al contarlo, avisar a los compañeros de trabajo, darte cuenta que no tenías nada en la heladera y ahora, realmente no poder salir. Sumado al malestar físico que no cesa, no cesan las cefaleas, ni la fiebre, ni el dolor de garganta. Y volvés a pensar, "nah... no debe ser nada".
Hasta que el esperado llamado llega, y pasas de ser un "sospechoso" a ser un "positivo". Y realmente el mundo se cae, es una fracción de segundo de un silencio inmenso... te palpita mas rápido el corazón, te quedas sin palabras, sin saber si agradecer o preguntarle cosas a quien te da la noticia. No sabes cómo seguir, porque realmente nunca lo consideraste como una posibilidad.
Surgen un sinnúmero de emociones y pensamientos que atraviesan tu cabeza. Por empezar y creo que una de las más complicadas es la sensación de culpa: ¿cómo me contagie?, ¿dónde fui?, ¿A quién toqué?, ¿En qué momento? Y se complejiza aún más cuando con el correr de los días te das cuenta que es casi imposible saberlo; no dejas de sacar cuentas pero ninguna te cierra. Te cuestionas mil veces por segundo qué puede pasar, a quien pudiste contagiar, que puede pasarle a tu pareja o familia, cuáles son los cuidados que tuviste y cuáles no, hasta incluso buscar culpables externos.
La angustia aparece y casi sin pedir permiso, te ahoga la soledad; no simbólica, porque al contrario, llueven mensajes y llamadas de aliento, de cariño, de buena energía de solidaridad. Pero la soledad es real, tener que aislarte incluso de tus convivientes. Tu salida al mercado se reduce a cuatro paredes. Y no son unos días como todos pensamos, que la mayoría lo atraviesa como una gripe o un resfrío minimizando la enfermedad. Son al menos 13 días continuos de síntomas constantes, con la incertidumbre de no tener demasiada idea de qué hacer para aliviarlos.
Con el pasar de los días vas recuperando fuerzas, te vas acostumbrando a desinfectar cada movimiento, combinas el barbijo con el pijama; con suerte aprendiste a hacer algo si te quedó un poco de energía, miraste varias series, sabes de memoria el noticiero, y como nunca entendés por qué tanto revuelo con la pandemia. Sí, lo comprendés porque te paso a vos -o a alguien cercano-, y porque tuviste la suerte como yo para poder contarlo.
Desde el primer síntoma, pasaron 25 días para que puedan darme el alta. De esos 25, tuve 15 días de síntomas físicos y 5 meses acumulados de consecuencias psicológicas. Realmente no es fácil. Sentís impotencia, incertidumbre, debilidad. Las demostraciones de afecto no alcanzan, ni siquiera esperas un abrazo, sólo necesitas ver a alguien a los ojos. Te duele la espalda de tanto dormir, cuando te alienta sentirte mejor aparece un síntoma nuevo y todo empeora. Y ves por la ventana, y te enoja porque no podes salir, porque aunque sabes que podrías, elegís no hacerlo porque sos un riesgo para cualquiera. Te abren luz a la posibilidad del alta, y lo dudas, porque da miedo, porque pensas de nuevo en que todo se pueda repetir, en contagiar o contagiarte. La mirada del entorno es algo que tiene mucho peso anímico, porque los cuestionamientos no sólo son internos. Cómo, dónde, por qué… la incredulidad, la minimización, la falta de empatía, la discriminación, y sobre todo el mismo miedo a ser contagiados. Insisto, es difícil adaptarse internamente a tal situación.
Hoy después de haberlo vivido, sólo quería contarles mi experiencia para compartir lo que padecí, y también para ayudarlos a comprender la importancia de evitarlo. Todos estamos muy cansados, es verdad. Pero la pandemia todavía no termina, y los centros de salud empiezan a colapsar. Salgan, disfruten, trabajen, vean a su familia, pero no olviden cuidarse. No olviden que hay grupos de riesgo, y que a pesar incluso de ellos, a todos nos puede pasar en cualquier descuido involuntario. Naturalizar los cuidados de higiene y distanciamiento hoy no solo te evita el virus, también te evita un torbellino de emociones que es difícil de maniobrar; ser “positivo de COVID19” es una entidad que vamos a tener que empezar a trabajar para que no termine siendo la nueva pandemia. Es responsabilidad de todos como personas parte de una sociedad, ser conscientes y empáticos, que las consecuencias no sólo son físicas, sino también psicológicas y sociales.
/Por Lic. Angeles Rios Encina
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