La sociedad española se dirime en un particular y no menos histórico dilema que podría desembocar en un cambio de régimen para el país. Mateo Tedesco analiza en Corré La Voz la particular coyuntura social y política que se vive en el país europeo que busca definirse entre monarquía y república.
/ Por Mateo Tedesco
En un tiempo lejano, hacia 1837, el danes Hans Christian Andersen presentaba un cuento de hadas llamado “El traje nuevo del emperador”. Contaba la historia de un rey obsesionado por su apariencia y vestuario. Un día, inesperadamente, recibió la visita de dos supuestos sastres que le prometieron fabricar la tela más suave y delicada que pudiese soñar, con una capacidad mágica: era invisible para los tontos, solo los sabios podían verla.
Solicitaron ricos materiales para confeccionar la prenda. Esta en realidad no existía, era parte de una estafa de los dos hombres que simulaban hacerla. El rey se preocupó, le probaban la supuesta prenda pero él no la veía. Entonces llamó a sus hombres de confianza para preguntarles si la veían. Ellos, temerosos, decían que sí podían verla.
Al poco tiempo toda la ciudad se hizo eco del fabuloso traje. Se organizó un desfile. Toda la gente reunida miraba al rey y alababa enfáticamente el traje. Nadie admitía que no podía verlo, hasta que un nene dijo:
“¡Pero si va desnudo!”.
Entonces se corrió el rumor de que iba desnudo. Todos se enteraron de lo que no querían ver, incluso el rey, que siguió caminando hasta terminar el desfile.
Hace una semana, Juan Carlos I huía de España por el avance en denuncias de corrupción contra su persona. Todo conduce a que tiene cuentas en Suiza donde le habrían depositado comisiones ilegales (coimas) por una imponente obra ferroviaria llamada popularmente como AVE a La Meca. El dinero que recibió el ex monarca fue de 80 millones de euros, para adjudicar a un consorcio de 12 empresas españolas la construcción de la obra.
El caso llevaba años paseando por la Fiscalía Anticorrupción y la Audiencia Nacional. La justicia española , tradicionalmente obediente con la Corona, se vio apurada por los tiempos de los tribunales internacionales. Se avanzó sobre la Fundación Lucum, gestionada por dos testaferros de Juan Carlos y en el listado apareció su hijo y actual rey, Felipe VI.
En marzo de este año, el monarca renunció a su herencia presumiendo un gesto de decencia y quitó la asignación que recibía su padre como ex Jefe de Estado. Pero no fue suficiente. La ola de críticas desde la política y el clamor popular silenciado por décadas, pusieron sobre el tapete una ilusión: monarquía o república.
Corre el año 2020 y aún existen monarquías, aunque fuesen parlamentarias. Algunos viven para creerlo y otros están despertando desconcertados. Unos pocos reciben una infalible herencia y privilegios solo por formar parte de una familia tradicionalmente apegada a un poder consolidatorio. La dinastía lleva 320 años “reinando” España, con exilios entre guerras y dictaduras.
Juan Carlos fue rey durante cuarenta años. Gozó del privilegio de inviolabilidad constitucional previsto en el artículo 56.3 de la Constitución Española que dice que “la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”. Y ahora la misma inmunidad la goza su hijo Felipe VI.
La última semana se registraron choques en la coalición gobernante. Unos ven todavía el traje, otros no. El Partido Socialista del presidente Sánchez dio apoyo y hasta pactó la salida de Juan Carlos, quien justificó su salida en una carta como parte de “salvar la reputación de la monarquía”. Sin embargo, el partido Podemos, aliado del socialismo, pidió a gritos la posibilidad de votar en el Parlamento un llamado a referéndum por “monarquía o república”.
Es bueno resaltar, que la juventud socialista se avergüenza por el accionar de su líder y sigue pidiendo “igualdad ante la ley” en clara referencia a los reyes Borbones. La posición servicial al statu quo de los dirigentes socialistas no es una novedad, pero la ruptura discursiva entre la militancia y el presidente sí fue una sorpresa que lo dejó expuesto como gobernante.
Volviendo a la coalición que gobierna España; el líder de Podemos, Pablo Iglesias, fue duro ante un rey que “dio la espalda a su pueblo” y mostró esperanza en los jóvenes para una futura consulta popular. Su homólogo Pablo Asens, mostró decepción por el accionar del presidente Sánchez y la vicepresidenta Calvo, quien entre chicanas, dijo que el referéndum sobre la Corona solo se hará si se aprueba en la cámara de diputados.
La llamada “nueva política” juvenil no está sola. Los nacionalismos separatistas de Galicia y Cataluña también denostan a una monarquía que “nunca reconocieron” como propia. Tras expresiones con tono elevado en ambas comunidades, en seguida saltaron denuncias por injuriar la investidura monárquica. Porque, sumado a varios privilegios, el artículo 490.3 del Código Penal, establece penas de seis meses a dos años de prisión a quien “vertiese calumnias o injurias graves contra el Rey, la Reina, sus ascendientes o descendientes en el ejercicio de sus funciones o con motivo u ocasión de éstas”
La gente fue consultada en una encuesta reciente hecha por YouGov. El 55% reclama un referéndum para decidir entre república y monarquía, el 65% ve insuficientes los gestos de arrepentimiento de Juan Carlos I y Felipe VI, y un 35% considera “problemática” a la monarquía para el país. Otros diarios españoles dieron a conocer encuestas favorables a la Corona, con la particularidad de que la segmentación por edades refleja una población de edad mayor apoyando la monarquía, y la joven votando en contra.
En honor a la verdad, las encuestas no son concluyentes pero ciertos núcleos de opinión parecen definidos. Convocar el referéndum es un salto al vacío para Felipe, el presidente y otras fuerzas políticas arraigadas a la monarquía como lo es el Partido Popular. Sumado a ello, hay un poder judicial y sistema constitucional hecho a medida de la dinastía de los Borbones, así como lo era la fantasía del traje para el rey del cuento.
Su vestuario tenía la utilidad de que, quien discrepara sobre su buen aspecto sería tildado como un tonto. Las leyes escritas en el “Reino de España” también recriminan y condenan a los que piensan distinto o dudan sobre los Borbones. Funcionó, hasta que la conciencia cívica y política tocó la puerta al referéndum. La monarquía ya no lleva traje para varios.
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