SALUD

07 de Noviembre de 2020

Las pantallas afectan el desarrollo intelectual de los niños y hacen que la interacción humana sea un lujo

El doctor en neurociencias y director  de investigación  del Inserm, Michel Desmurget, advirtió sobre los peligros de las pantallas para los niños. Este es también el tema de su último libro «La fabrique du crétin numérique», publicado en Le Seuil. (La fábrica de Cretinos Digitales). Desmurget desmitifica a la famosa generación de «nativos digitales», comentando que, por primera vez en la historia de la humanidad, el coeficiente intelectual medio ha bajado, y para el neurocientífico, las pantallas son las responsables. 

Según Michel Desmurger, la observación es clara, los cerebros de los niños no están hechos para estar expuestos a las pantallas: «Es un peligro general que afecta a todos los factores de desarrollo, afecta al desarrollo intelectual, al lenguaje, a la atención, a la memorización, al desarrollo emocional y social.” 

El consumo de tecnología digital en todas sus formas -teléfonos inteligentes, tabletas, televisión, etc.- es un gran desafío. – y para las nuevas generaciones es astronómico. A partir de los 2 años, los niños de los países occidentales acumulan casi 3 horas de pantallas cada día. Entre los 8 y los 12 años, pasan a las 4:45. Entre los 13 y los 18 años, son casi las 6:45. En totales anuales acumulados, estas prácticas representan alrededor de 1.000 horas para un estudiante de kindergarten (más que el volumen por hora de un año escolar), 1.700 horas para un niño promedio (2 años escolares) y 2.400 horas para un estudiante de escuela secundaria (2,5 años escolares). «¡Esto es demasiado! ¡Es extravagante y fuera de lo común! ¡No es excesivo, estamos más allá del exceso!» Comenta el neurocientífico. Este altísimo consumo, alentado por un marketing poderoso, forma, en su opinión,  un ingente cúmulo de horas perdidas  que, concluidos los grandes periodos de plasticidad cerebral de la infancia y la adolescencia,  jamás podrán recuperarse.  

Contrariamente a algunas ideas preconcebidas, esta profusión de pantallas está lejos de mejorar las habilidades de nuestros hijos. Por el contrario, tiene consecuencias graves: en la salud (obesidad, desarrollo cardiovascular, esperanza de vida corta, etc.), en el comportamiento (agresividad, depresión, comportamiento de riesgo, etc.) y en las capacidades intelectuales (lenguaje, concentración, memoria, etc.). Todas estas son violaciones que afectan fuertemente el éxito académico de los jóvenes. 

«Lo que les hacemos a nuestros hijos es imperdonable. Nunca en la historia de la humanidad se había llevado a cabo un experimento de descerebración de tal envergadura», afirma Michel Desmurget. 

¿Qué daños produce la tecnología a nuestros hijos? 

El rendimiento escolar, una especie en extinción, al igual que los docentes 

La literatura científica lo afirma claramente: cuanto más ven la televisión los estudiantes, cuanto más utilizan su Smartphone y  más activos son en redes sociales, peores notas obtienen. Esto no quiere decir que el ordenador no tenga ninguna virtud didáctica, sino que sus contenidos lúdicos opacan el resto. Por otra parte, la galopante digitalización de la enseñanza  oculta la pauperización del sistema educativo. «Un docente cuesta mucho. Es difícil formarlo y difícil contratarlo. Pero  a los padres se les ayuda a digerir el brebaje digital hablando de revolución educativa. Un ordenador no enseña a pensar. Tampoco es capaz de sonreír, guiar, consolar, estimular, tranquilizar o mostrar la menor empatía, elementos fundamentales en la enseñanza», argumenta este experto. 

La inteligencia, principal damnificada 

Para Desmurget, «las pantallas corroen los tres pilares básicos del desarrollo del niño: la interacción humana, el lenguaje y la capacidad de concentración». Cuanto más tiempo pasen niños y adolescentes con móviles y ordenadores,  menos participarán de la vida familiar. Al mismo tiempo, los padres, también usuarios habituales del mundo online, están menos accesibles para sus hijos. Y científicos y expertos están de acuerdo en que  la convivencia entre humanos es básica para el desarrollo. 

Respecto al lenguaje, las pantallas alteran el volumen y la calidad del habla y obstaculizan la entrada en la escritura. En el caso de los bebés de 18 meses, cada 30 minutos que dediquen a un teléfono móvil duplica la probabilidad de sufrir algún retraso lingüístico. 

Sin concentración, es imposible estructurar el pensamiento en torno a un objetivo. Pero la multi-estimulación de las pantallas favorece la distracción y nos impide pensar con claridad. Desde el punto de vista neuronal, cuando el cerebro recibe un flujo sensorial permanente, sufre y tiene dificultades para desarrollarse. Para el experto, »pantallas, smartphones y videojuegos están produciendo un saqueo intelectual». 

Salud: la agresión silenciosa 

El uso excesivo de pantallas altera el sueño, un pilar vital en el desarrollo infantil. La falta de sueño o un descanso poco reparador nos predispone a ciertas enfermedades y a alteraciones emocionales, además de incidir negativamente en nuestro nivel de atención. Las pantallas también incrementan el nivel de sedentarismo. «¡Quedarnos sentados nos mata! En cambio, hacer ejercicio nos construye, tanto desde el punto de vista físico, como emocional e intelectual», explica Desmurget. Por último, el continuo bombardeo con contenidos calificados de riesgo (sexo, drogas, tabaco, alcohol, violencia…) tiene un enorme poder de prescripción hasta el punto de normalizar comportamientos o estilos de vida negativos. 

Las pantallas crean adición 

Desmurget señala que la adicción a las pantallas es un problema real, hay varios estudios que sugieren con fuerza que con las pantallas se puede desencadenar el mismo mecanismo cerebral que con otras adicciones. La mayoría de las investigaciones en ese sentido señalan que entre el 3% y el 5% de los usuarios son adictos. Parece una proporción pequeña, pero sólo un 1% en Francia supone medio millón de personas. Pero incluso si no es una adicción, sigue siendo un problema. 

La interacción humana se está convirtiendo en un bien de lujo 

En las experiencias de vida como aprender, vivir y hasta morir, cada vez hay más pantallas de por medio, excepto para los más ricos. 

Fabricar las pantallas es relativamente costeable, además de que abaratan otras cosas. En cualquier lugar donde quepa una pantalla (salones de clases, hospitales, aeropuertos, restaurantes), puede reducir costos, y cualquier actividad que pueda realizarse en una pantalla se vuelve más barata. 

Cada vez más, las personas con poder adquisitivo alto les temen a las pantallas. Quieren que sus hijos jueguen sin la tecnología y las escuelas privadas libres de tecnología están prosperando. Los humanos son más costosos, y las personas ricas tienen la voluntad y la capacidad de pagarlos. Vivir sin celular por un día, renunciar a las redes sociales y no responder correos electrónicos se ha vuelto un símbolo de estatus.  

Todo esto ha llevado a una nueva y curiosa realidad: el contacto humano se está volviendo un bien lujoso. Conforme aparecen más pantallas en las vidas de las personas pobres, las pantallas están desapareciendo de las vidas de los ricos. Cuanto más adinerado eres, más gastas para no tener pantallas cerca de ti. 

Desde el auge de la computadora personal en la década de los ochenta, tener tecnología en casa y dispositivos que puedas llevar contigo ha sido una señal de poder y dinero. Sin embargo, la revolución del internet y su naturaleza democrática han ido cambiando estos parámetros. Facebook es el mismo, seas rico o pobre. Gmail es lo mismo para todos. Y además son servicios gratuitos. Eso conlleva una imagen de uso por cualquiera que es poco atractiva. Y ahora que los estudios demuestran que el tiempo que se pasa en estas plataformas basadas en la publicidad no es sano, todo el asunto comienza a parecer algo sin clase. 

Los adinerados pueden pagar para que sus datos y su atención no sean vendidos como productos. Quienes son parte de las clases baja y media no tienen el mismo tipo de recursos para hacer que eso suceda. 

La mayoría de los dirigentes de Silicon Valley llevan a sus hijos a colegios en los que no hay ordenadores, y tampoco en casa les permiten usar el iPad u otros dispositivos digitales. A Steve Jobs le preguntó un día un periodista del  New York Times  qué pensaban sus hijos del iPad, y le contestó que en su casa no había iPads ni ordenadores. El periodista se puso a investigar y descubrió que lo mismo ocurría con otros altos cargos de Silicon Valley. Un alto ejecutivo de Google también reconoció que sus hijos no usaban pantallas. Y el exdirector editorial de la revista  Wired, la biblia de las nuevas tecnologías admitió que a sus cinco hijos les restringía el uso de dispositivos digitales porque sabía de primera mano los efectos que provocan. En Francia hay un libro de sociología que analiza por qué los hijos de las familias con más medios económicos obtienen mejores resultados académicos. Y la investigación realizada reveló que lo que tenían en común todas esas familias es que realmente protegían a sus hijos de las pantallas. La gente que sabe los efectos que causan las pantallas protege a sus hijos. 

Así que mientras los niños adinerados están creciendo con menos tiempo frente a las pantallas, los niños pobres están creciendo con más. Por eso, la comodidad que alguien siente al interactuar con otras personas podría convertirse en un nuevo marcador de clase.

 

Por https://noticiasamagi.com/


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