"¿Cuáles son algunas de las condiciones materiales actuales del capitalismo globalizado que se están exacerbando?", se pregunta Guillermo Colella en este artículo donde analiza algunos de los desafíos del mundo post-pandemia.
/ Por Guillermo Colella
Muchos pensadores, periodistas, científicos sociales, entre otros, han profetizado el advenimiento de totalitarismos y/o autoritarismos a nivel mundial debido a la pandemia del covid-19 y los protocolos de cuarentena que han establecido diferentes países para frenar los contagios y decesos por el virus, como así también por otras medidas adoptadas.
Sin embargo, estos análisis, en la mayoría de los casos, vienen de especulaciones y no de las condiciones materiales reales del sistema-mundo. Pareciera que están más influenciados por libros y películas sobre distopías, amarillismo conspiranoide y no de lo concreto de la realidad. En ese sentido, parece que están más interesados en profecías autocumplidas que en describir los problemas globales que se están exacerbando con la pandemia. Es verdad que las condiciones materiales del mundo en la actualidad son un caldo de cultivo para el surgimiento de totalitarismos y/o autoritarismos, pero eso no significa que surjan si o si de manera mecánica, y menos en todos los países del mundo.
Pero ¿Cuáles son algunas de las condiciones materiales actuales del capitalismo globalizado que se están exacerbando?
En primer lugar, el capitalismo no muestra señales de colapsar. La estructura productiva y las relaciones sociales que de ella emanan siguen intactas. La pandemia es un puñal para el proceso de globalización capitalista. Ha puesto en jaque las privatizaciones y desfinanciamientos en las áreas de salud a nivel mundial, y en otros sectores, pero no es un jaque mate, no es la estocada definitiva.
Dada las bases materiales actuales, y como sugiere Brenner, el proceso de globalización genera una nueva articulación entre empresas transnacionales, Estados Nacionales, organismos supranacionales, ciudades globales y regiones con características post-fordistas de desarrollo industrial. En este esquema las ciudades globales y/o regiones cumplen un rol fundamental en la economía mundial, pero esto no significa que los “Estado Nación” estén desapareciendo.
En sinto ía con el argumento anterior, Sassen observa que cada vez aparecen más aglomeraciones de ciudades globales llamadas “mega regiones” donde conviven diversos mercados financieros, circuitos culturales, y de capital humano. Economías, ya sean de alta tecnología o de alta especialización de capital humano, como otras más modestas de manufacturas regionales de trabajos-intensivos de salarios bajos.
La otra cara de estas ciudades globales y megas regiones son los barrios híperdegradados –villas miserias y asentamientos- donde pobres estructurales viven en la marginación con condiciones de vidas paupérrimas. Excluidos no solo del sistema productivo, sino también de las políticas públicas y servicios públicos del Estado. Estos asentamientos no están en las afueras de las ciudades, aparecen también en el centro de las ciudades, en sus cascos históricos, etc.
Una de las consecuencias del COVID-19 será una profundización de la recesión económica actual. La pandemia incrementará el número de pobres estructurales que venía generando la crisis económica; porque un paliativo para la recesión no es abrir nuevos mercados, destruir mercancías o destruir fuerzas productivas; sino flexibilizar las condiciones de contratación y subcontratación, además de despedir trabajadores.
Por tales motivos, los barrios híperdegradados crecerán en número, tamaño y densidad demográfica. Aumentará en ellos la pobreza, el hacinamiento, la marginación, el hambre, las enfermedades, etc.
Por otro lado, la pandemia del covid-19 no ha trastocado las bases materiales del Status Quo mundial. Esta no es una crisis de liderazgo mundial o de cuestionamiento de la dominación de unos países sobre otros, es una crisis ético-moral por contagios y muertes que se podrían haber evitado al tener sistemas de salud públicos financiados y funcionando debidamente.
Innegable es la existencia de un terrorismo digital de los medios de comunicación. No solo se mantiene informado sobre el COVID-19, también se infunde terror a los espectadores mostrándoles nuevos contagios y muertes. Nuevamente, esto no deriva mecánicamente en la instalación de regímenes totalitarios y/o autoritarios.
Si como humanidad pretendemos un futuro más equitativo, de mayor igualdad material, donde no mueran personas por desnutrición o por falta de medicamentos; si pretendemos que todas estas muertes no sean en vano y las generaciones futuras nos digan con justa razón “no aprendieron nada” o “¿qué clase de planeta y sociedad es la que nos legaron?”; debemos concentrarnos en las condiciones materiales del capitalismo que se están profundizando y relegar de una vez por todas las lógicas de mercado a la esfera privada y no permitir que imperen en la esfera público-política y en las instituciones públicas.
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