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24 de Mayo de 2020

A 20 años de la muerte de Raúl García

Este 24 de mayo, se cumplen 20 años de la desaparición física de Raúl Osvaldo García. Uno de los intelectuales más importantes que haya nacido en Zárate. En estos momentos de reflexión pandémica, donde el tiempo se ha detenido y la muerte amenaza como un fantasma, es bueno rescatar la figura y la obra de alguien que nos interroga.

/ Por Jorge Collado

Este es un texto que hace muchos años vengo escribiendo, hace ya 20 años. Muchas veces escribí que la muerte no existe y realmente lo creo así. Y cuando lo afirmo es porque creo en esa frase que el Che supo enunciar: “El que vive en el corazón de los demás, nunca morirá”. Se sobre la  existencia de la muerte! Silvio Rodríguez, le canta a los muertos de su felicidad. Yo he aprendido a vivir con algunos muertos que me han dado felicidad.  Aprendí a luchar la muerte aquel fatídico día en que la muerte realmente entro en mí. No era mi propia muerte, era la de mi hermano, la de mi amigo. Alguna vez escuche una definición de amigo que dice que es uno mismo con otra piel, entonces la muerte de esa otra piel es también la muerte de uno mismo.

El “Chori”, Raúl Osvaldo García, fue con quien aprendí realmente el valor de la amistad. Algunos pocos saben tanto como yo, cuanto he muerto con su muerte y cuanto he nacido distinto con su muerte.

Yo sabía que quería a Raúl, pero nunca supe cuanto lo podía extrañar, hasta que nos faltó, nunca supe del profundo dolor que podría generar en mí su falta. Desde entonces, dejo que él me visite todos los días. Así, el Chori, en mi vida, es alguien que anda por ahí, que desde un rincón de mi oreja y me aconseja como un buen amigo. No recuerdo un gol de Boca que no haya gritado con él, un comentario de un libro, una película que no esté viciada de su pensamiento, una sesión de análisis, porque sé que mi pensamiento está contaminado, infectado, invadido por el suyo, porque así siempre fue y él me influenció tanto como yo lo influencié a él. Así es la amistad.

Nosotros sabíamos de la muerte, no solo porque la habíamos estudiado, simplemente porque Raúl no fue el primero de la cuenta. Juntábamos muertos en común, admirábamos a nuestros muertos, porque habíamos aprendido que los amigos del barrio podían desaparecer. El Destino o los Dioses nos conceden a cada cual su muerte y los que quedamos vivos cargamos la de los compañeros que se van. A mí me tocó vivir, aunque estoy seguro que si le hubiera tocado a él, su vida sería más útil que toda mi existencia. Por la sencilla razón que él me doblaba en estatura.

Hace algunos años Fabiana me hizo llegar este texto que escribiera Raúl días antes de su muerte, con una pequeña notita que decía: “Jorge, ayer encontré esto en una libreta de las que usaba Raúl para anotaciones varias, pensé que te gustaría tenerlo. Un beso Fabi.

El texto eran estos dos párrafos que siguen:

“Comencé a morir a la edad de 41 años. Hasta el momento -así creía yo- "gozaba de buena salud", pero un cambio del viento que arrastraba mi vida terminó rayando todo mi ser, como se rasga un pedazo de lienzo. Había llegado a un punto donde súbitamente todas las cosas se transformaron violentamente. No se trataba de una transmutación que operara cosa por cosa o grupo de cosas, no, era todo el horizonte existencial el que transmutaba, ya nada era igual, todo era distinto. De ese modo se había instalado en mi vida una diferencia absoluta.

Una diferencia con la que debía ser consecuente, llevar la muerte adelante era también una posibilidad de generar belleza, además de un profundísimo dolor. Ese viento que cambió mi vida era nada más que la enfermedad instalada en mí. Una enfermedad que solo generaría cambios en la vida de los otros, siempre supe eso, siempre supe que de mi dependerían cambios profundos en la vida de otros. Pienso en mi mujer, en mis hijos, en mis amigos y la vida no sería nunca más igual a lo que hubo sido. Es más cuando comencé a morir, no tenía la conciencia de que era finito, a los 41 años nadie piensa que puede morir, a los 41 años en pleno apogeo de mis logros. Ese viento infame que arrastraba mi vida, que termino rayando todo mi ser, como se rasga un pedazo de lienzo, que transmutó todo mi horizonte existencia.  Logró – ese viento- que nada sea ya igual, para siempre este mi mundo sería desigual, instaló en mi vida “La diferencia absoluta”.

***

Raúl “Chori” García, nació en Zárate el 9 de octubre de 1958 y falleció en Buenos Aires el 24 de mayo de 2000, nos dejó a Tadeo y a Miranda para nuestra alegría y su obra escrita, dos libros de poesía: “Cerve(z)as” y “Varriaciones”, una novela “Una Foto Deslustrada”, ensayos literarios “Ceror“ y “Mallarme”; el desarrollo de ideas filosóficas a partir del pensamiento de Gilles Deleuze y Michel Foucault: “El archivo de occidente” y “La Anarquía Coronada” y su propio pensamiento filosófico en “Micropolíticas del Cuerpo – De la conquista de América a la última dictadura militar”. Psicoanalista, escritor y periodista, fue docente en la Universidad de Buenos Aires, publicó artículos en los periódicos Página 12 y   Perfil, y en las revistas Tres Puntos y El Ojo Mocho. Creó una editorial Ediciones del agujero negro donde publicó a poetas excéntricos como Emeterio Cerro, entre otros.

García, de una formación plural filo-marxista, fue cautivado por el pensamiento deleuziano y foucaultiano a partir de las lecturas de “El Antiedipo” y “Mil Mesetas” donde Deleuze y Félix Guatari, procuran estructurar un pensamiento que juegue entre los intersticios del psicoanálisis y el marxismo; y del cuerpo teórico de Michel Foucault,  especialmente el de la “Historia de la locura en la época clásica”, “Vigilar y Castigar” e “Historia de la sexualidad”.  En los ´90 García afirmaba que el psicoanálisis sería deleuziano o no sería, y a la luz de la realidad 2012 podríamos decir que la práctica del psicoanálisis se queda un paso atrás si no introduce este conocimiento en su corpus teórico. Es, a mi entender, uno de los enunciados más serios que se hayan manifestado en los últimos quince años. Allí, en ese espacio que cabalga entre la reflexión social y lo terapéutico. Muchos todavía hoy insisten estancándose en el escalón que la obra de Jacques Lacan representa, es que a la hora de mixturar los fenómenos sociales, Lacan se queda fuera aun del pensamiento freudiano. En ese sentido el pensamiento de Raúl García es el más claro emergente argentino en los últimos años. Su estudio y profundización de la filosofía en general y en particular de Deleuze, Guatari, Foucault, Negri, Spinoza, entre tantos otros le daba un sesgo de compromiso con el mundo que lo rodeaba.

Desgraciadamente la muerte lo arrebató en el mejor momento de su vida como pensador, como intelectual y como científico; y nos privó de su guía, de su saber y de su honestidad intelectual.

Muchas veces el solo hecho de convivir con los hombres diferentes hace que éstos no sean del todo valorados, porque nos son familiares, porque están demasiado al alcance de nosotros y los creemos de nuestra altura, es posible que ellos por ser realmente buenos, en el doble sentido de la palabra, no nos permitan ver la magnitud de tales diferencias y que el amor y la admiración nos opaquen la visión. García es el chico con el que caminaba las calles de la Villa Fox, leíamos como enfermos, vivíamos juntos en departamentos de estudiantes pobres, formamos nuestras familias y disfrutamos de nuestra amistad. Pero además es el pensador más importante que haya dado esta ciudad.


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