/ Por Daniel Murillo
Quedamos atónitos.
Trump escribiendo en las redes sociales que es el presidente que más ha hecho por la comunidad afroamericana después de Abraham Lincoln.
Tanto cinismo sólo es comparable con los que instalaron la idea de que Lincoln impulsó la guerra contra los estados esclavistas del Sur por ser esclavistas. Nada más lejos de la verdad. No podía permitir la separación de los estados sureños porque esto impediría que Estados Unidos se convirtiera en la gran potencia económica que tanto anhelaba la burguesía más rica del norte.
Tal vez sería mejor recordar a otro blanco, John Brown, que murió ahorcado por las autoridades por defender a los negros luchando contra el ejército en 1859. Como fue un verdadero abolicionista, no tuvo buena prensa.
La de Trump y la de Lincoln, son sólo dos ejemplos de las innumerables mentiras con las que se elaboró la trama histórica en la que se fundamenta el “inextinguible ardor democrático” yanqui. ¡Cuánta hipocresía!
Al nacer la democracia en los estados sureños, un tercio de la población eran esclavos. Los estados norteños, donde la esclavitud era rechazada, aceptaron tolerar, desde el momento de la independencia, que seres humanos fueran comprados y vendidos como ganado dentro del territorio de Estados Unidos. La poderosa burguesía pudo dejar de lado sus principios morales y filosóficos en pos de la bendita unidad territorial y económica que asegurara la concreción futura del Destino Manifiesto.
Democracia esclavista. Un verdadero oxímoron. Dilema moral mediante, y una campaña abolicionista de la parte del pueblo que no podía admitirlo, la Guerra Civil traerá le emancipación de los esclavos, aún cuando sólo fuera como una decisión política para lograr la victoria militar. Emancipación incompleta, pero liberación al fin, en 1865, después de casi un siglo de “democracia” con esclavitud. Después de una guerra fratricida terrible, con centenares de miles de muertos, en su gran mayoría blancos pobres y negros, los esclavos obtuvieron la libertad.
Pero ausencia de esclavitud no equivale a igualdad real. La esclavitud desapareció pero el racismo y la opresión quedaron.
El racismo es un producto de la esclavitud, pero mucho más perdurable que ella. El odio y la discriminación formaron parte de la vida de los negros en Estados Unidos por un siglo más después de la liberación, hasta las luchas de los ’60 del siglo XX, con Malcom X y Martin Luther King. Los asesinatos de ambos conmovieron a la sociedad estadounidense y los derechos civiles para los negros avanzaron, y pareció que la igualdad llegaría pronto.
Pero el racismo siguió vivo. La idea de la supremacía blanca continuó sumando adeptos, y con el beneplácito de algunos presidentes se fortaleció nuevamente.
Teniendo en consideración esta muy breve lista de fenómenos históricos de los Estados Unidos, es imposible sorprenderse por los actos de violencia contra los negros consentidas por el poder político.
El racismo es un factor constitutivo de la sociedad estadounidense, que demandará una gigantesca y continua lucha social para erradicarlo.
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