The Truman Show es una de esas películas que hemos visto más de una vez, ya es un clásico del cine estadounidense, visionaria y de ciencia ficción, pero siempre manteniendo el realismo y, quizá hoy en día, más relevante que nunca.
/ Lautaro Palacio
El filme dirigido por el australiano Peter Weir y protagonizada por el polémico Jim Carrey, cuenta la historia de Truman Burkbank, un hombre de clase media quien cree llevar una vida normal, pero en realidad toda su rutina es parte de un reality show transmitido las 24 horas del día.
El guion original de Andrew Niccol concebía al filme a través de un prisma mucho más desesperanzador, pero fue Weir quien tuvo la idea de que Truman viviera en un mundo idealizado, y esa fantasía de felicidad fuera la razón por la gente querría formar parte de este programa.
Para la mitad de la década de los noventa, el Reality Show no era más que un concepto absurdo, difícil de imaginar. Sin embargo, la película muestra la punta del iceberg de un género televisivo que iba a ser un éxito arrasador en la próxima década, pero a diferencia de lo que concebía Weir –una fantasía de felicidad artificial con una oscuridad latente- en la realidad fue esa misma oscuridad lo que atraía a la mayoría de su público.
Todo largometraje que soporta el paso del tiempo lo hace por cómo lleva a cabo sus grandes ideas y se distinguen de otras películas que quizá tienen cometidos similares. The Truman Show baraja ideas provocativas, principalmente aborda la autonomía e identidad individual, preguntando si realmente Truman puede ser producto de su propio deseo, o simplemente es un derivado de los deseos de su creador. Es este creador, en forma de padre y Dios, quien lo moldea a su voluntad, al mismo tiempo que la misma se rige según lo que los millones de espectadores desean, expresado a través del rating.
A lo largo de su duración, la historia cuenta con grandes diálogos y revelaciones, que aunque a veces explicativos, nunca le faltan el respeto a la inteligencia del espectador. Las actuaciones de todo el reparto son excepcionales, y esto es algo que no se menciona frecuentemente, la idea termina de cerrar por la paradójica actuación de cada extra que compone este mundo, intentando no ser notados de la manera más obvia posible sin resultar exagerado.
Truman vive en Seahaven, una "isla" que imita al típico suburbio norteamericano, donde las vallas son blancas y la gente siempre sonríe; reminiscente a la década de los cincuenta, época asociada al bienestar económico y social de dicha cultura, aunque la turbulencia se gestaba tras bambalinas, en un mundo devastado por La Segunda Guerra Mundial. En este mundo elaborado de confort, la publicidad y la propaganda impresa y televisiva, son las que introducen pizcas de terrores externos, reforzando los miedos y traumas del protagonista, creando una cadena fantasma que lo mantienen siempre en el mismo lugar.
Todos los elementos mencionados anteriormente llevan a cabo la idea principal, pero las facetas que terminan de definirla son la utilización de la música y la fotografía en la diégesis narrativa. Este último término se refiere a todo lo que sucede dentro del mundo de la película, por ejemplo, si Truman escucha música de la radio, esa música se dice que es diégetica. En oposición, la banda sonora, que sólo debería ser escuchada por el espectador, es no diégetica.
Sin embargo, en The Truman Show, todo el tiempo se rompe la separación entre el observador y la obra. En varias ocasiones, vemos que Truman conduce su auto, escuchando música clásica que se transmite en la radio, la cual también escuchamos nosotros como parte de la banda sonora cuando la cámara ya se encuentra fuera del vehículo. De hecho, en una parte emocional clave del segundo acto, se revela lentamente que la música que nos conmueve, está siendo tocada por un musicalizador dentro del estudio de televisión, manipulando a Truman y al mismo tiempo a nosotros.
El concepto de cámaras ocultas es llevado al extremo, las cuales son incorporadas en anillos y botones de la ropa. Vemos los bordes de los objetos que recubren estas cámaras, y cuando creemos que estamos viendo un punto de vista objetivo, luego se muestra que ese mismo ángulo es el que se está transmitiendo por televisión en ese preciso momento.
Es a través de estas elecciones técnicas que el director termina dando forma a las ideas a través de las cuales los personajes se vinculan y motivan; ya que nos convierte en espectador activo de dicho drama, al mismo tiempo que nos convierte en sujetos de su experimentación. El creador hace su obra y la expone al mundo, donde es apropiada por millones, y queda en estos espectadores aprender de la vida, las alegrías y penurias de un sujeto, como reflejo de sí mismos; o consumirlo como una trivialidad más, esperando al siguiente objeto que les haga pasar el tiempo.
Por Lautaro Palacio
Estamos en Facebook danos un me gusta!