Por Fernando Vaccaiani
Vivimos tiempos urgentes donde la dignidad humana y el cuidado de nuestra casa común deben ser prioridades irrenunciables. Como argentinos, no podemos permanecer indiferentes frente a un modelo que promueve la acumulación sin límites, mientras millones son excluidos del acceso a derechos básicos. En este contexto, se vuelve esencial retomar el espíritu de las grandes encíclicas sociales como Rerum Novarum y Laudato Si’, que aunque separadas por más de un siglo, coinciden en lo esencial: no hay justicia sin trabajo digno, ni desarrollo auténtico sin respeto por la vida, la naturaleza y la comunidad.
Rerum Novarum denunció la explotación del trabajador, llamó a la organización sindical y reivindicó el derecho a un salario justo. Hoy, esa misma denuncia resuena más fuerte que nunca. Debemos ser vehementes contra toda forma de precarización, flexibilización o entrega de nuestra soberanía económica. No hay paz social posible si se pisotean los derechos laborales ni futuro nacional si se debilita la producción local.
Por su parte, Laudato Si’ nos invita a mirar el mundo como un todo interconectado. Cuidar el ambiente no es una moda, sino una exigencia ética y política. En un país con tanta riqueza natural y humana como el nuestro, defender nuestros ríos, suelos y montañas es también defender la soberanía nacional. Es unirnos como pueblo en torno a un proyecto común que no excluya a nadie y que ponga la economía al servicio de la vida.
Nuestro compromiso como argentinos debe ser profundo y activo: trabajar por una sociedad más justa, cuidar nuestra tierra, proteger a quienes producen y sostener la unidad nacional.
El nuevo Papa, León XIV, abona a este camino y esperamos que nuestros dirigentes así lo hagan, por una Argentina socialmente justa que sea la casa común de todos nosotros. No es tiempo de resignación. Es tiempo de decisión.
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