El recomendado de la semana: “La apropiación mítica en la sensibilidad contemporánea”

Apenas empezamos a leer La zorra nos envuelve una atmósfera sobrenatural. Un colectivo en el que casi todos los pasajeros están dormidos, un brillo de labios que al destaparlo destila una sustancia mágica y una mujer con cola de zorra parece ser la fórmula perfecta para despertar a Kijun, un instructor cuya vida está exenta de sobresaltos. La novela de Bora Chung reescribe la mitología coreana apropiándose de la figura del gumiho, un zorro de nueve colas que devora hígados, presente también en la mitología china y japonesa. La empresa literaria podría haber sido más modesta, sin embargo, al optar por la mezcla de romanticismo, fantasía y horror, logra dar un golpe maestro en la sensibilidad social, poniendo de relieve la eterna cuestión de si el amor, como la profecía, puede ejercer una coacción sobre la realidad humana. La obsesión de Kijun por Jieun, una criatura que pertenece a otra dimensión, plantea nada menos que el problema de los límites de lo real. Los lectores son arrojados a un clima de terror en el que deberán discernir si el afecto es una ilusión o la acumulación de decisiones interconectadas, a veces azarosas, quizá irracionales.
Bora Chung (Seúl, 1976), novelista, traductora y activista, estudió literatura inglesa y rusa lo que subraya su visión cosmopolita y su capacidad de trascender el marco literario coreano. Aunque su primer relato, “La cabeza” en el que una mujer descubre que las heces pueden formar un nuevo cuerpo, ajeno y propio al mismo tiempo, le valió un premio pecuniario en 1998, su reconocimiento a una escala megalítica se ha dado por Conejo maldito, colección de cuentos preseleccionada para el Premio Booker Internacional en 2022. Bora Chung ha declarado que sus obras no son alegorías políticas intencionales, aunque la crítica social pueda inferirse de ellas y se ha autodefinido, sin vueltas, como una "mercenaria de la literatura", que se limita a inventar historias entretenidas, un proceso para el cual se  requiere solamente imaginación y papel. La ficción de género le sirve, por otra parte, como espacio para la experimentación. Cuenta que cuando el flujo narrativo se interrumpe, recurre a escribir sobre fantasmas, un recurso que resuelve el bloqueo y que se asemeja a la búsqueda de una letanía terapéutica. En su visión, los grandes maestros rusos como Dostoievski, al usar lo fantástico, demostraron que se puede escribir buena literatura con las técnicas del género.

La zorra se inscribe en la tradición de las narrativas mágicas y oscuras que utilizan lo sobrenatural para exponer las crueldades de la sociedad moderna. La novela opera sobre la tesis de que las mitologías y supersticiones permanecen profundamente arraigadas en Corea, un país que, a causa de su modernización acelerada por el colonialismo, no tuvo tiempo para procesar sus propias creencias. Si la profecía de la novela fuera capaz de ejercer una coacción, sería en el sentido de recordarnos que el destino no es un factor ajeno a la vida cotidiana. Los libros de Bora Chung conforman un universo absurdo y escalofriante, que obliga al lector a cuestionarse los límites permisibles de la ficción, en un examen mordaz que ilumina los males contemporáneos y la persistencia de lo irracional en nuestro mundo de carne y hueso.
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