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Historia Natural es una novela que logra recrear, con una sutil amalgama entre ficción y realidad, los orígenes del Museo de Ciencias Naturales, cuyo edificio comenzó a ser construido dos años después de la fundación de La Plata. Ya sea por la obra, que como todo mito de origen reclamaba un acto de fe, o por el emplazamiento, se trataba, en cualquier caso, de un lugar hostil para una familia porteña, pero también de una oportunidad política para su primer director y, vaya premio, una mansión gótica para una niña de doce años. Pues la figuración de este peculiar entorno estará mediada para el lector por Virginia Venecia Moreno, personaje creado por Marina Yuszczuk, que además de narradora de esta historia no será ni más ni menos que la única hija mujer de Francisco Perito Moreno, explorador, coleccionista y fundador con una vida signada por los devenires de la patria. Su padre provenía de una familia patricia y su madre, Juana Thwaites, era hija de un oficial prisionero de la segunda invasión inglesa. Con apenas diecinueve años, el pequeño aprendiz de paleontólogo, refugiado en una estancia en Chascomús, donde su familia se había mudado para escapar a la epidemia de fiebre amarilla que asolaba a Buenos Aires, llenó cuarenta cajones con restos fósiles y hasta conservó un caparazón de gliptodonte. Y justamente el día a día en el museo, tal como nos narra Virginia, transcurre entre arribos de cajas de fósiles, cráneos tratados con técnicas taxidermistas y hasta un grupo de quince indígenas que efectivamente vivieron y murieron por aquellos años.
Marina Yuszczuk retoma personajes históricos, que significamente son hombres porque la historia siempre se empeña en documentar los tonos más graves y silencia los agudos, y reconstruye sus figuras al ritmo de la euforia por el progreso, la ciencia y la construcción de una nación en una hoguera de rivalidades. Y en primer plano, como una figura en el tapiz, el explorador y padre de la criatura se manifiesta como un ser soberbio, cuya aspiración por trascender lo convierte en un traidor incapaz de sentir empatía, en especial hacia su propia hija.

Sin embargo, las voces que la historia omitió recuperan protagonismo en Historia Natural. Inventadas, eso sí; pero con apego a la veracidad del universo en el que la autora decide ingresar. Virginia, una niña, que entrando en la edad de la pérdida de la inocencia sostiene un tono entre pueril y solemne frente al misterio y la admiración de un padre distante. Y aun en soledad, a pesar de una madre encerrada en un mundo propio en el que no deja de parir hijos muertos y deshacerse de los vivos, quiere saber, e insiste. Sumémosle a este escenario una cocinera y una tía que miran de lejos, una prima que la conduce a descubrir lo prohibido y lo salvaje, indígenas que se parecen más a fantasmas de un museo oscuro y tenebroso, miradas y cuerpos que transpiran deseo, civilización, barbarie.
Marina Yuszczuk construye una atmósfera opresiva que dialoga tanto con los clásicos como con algunos secretos sepultados en los cimientos de la Nación. Y logra que Historia natural sea, sin lugar a dudas, una obra maestra del gótico contemporáneo argentino, en la que el horror deviene terriblemente real.

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