/ Por Lucía Ruíz
Mi hogar queda ahí
donde la virgencita
se encuentra anclada en la puerta del hospital
ella guarda el llanto de las familias
y las horas de deceso
el cansancio de las enfermeras
es su alimento
En mi hogar llueven cenizas
y destellos de fuego
empujados por el viento
el cemento silente
fue capaz de construir un puente
que tiene los brazos largos
y la paciencia corta de los genocidas
Sobre la bruma de la Costanera
deambula el fantasma de mi bisabuela
que se refugia en la papelera Witcel
sus manos callosas
(de tanto trabajo )
esconden la tijera
con la que cortaba
el pelo de todo el barrio
Mi abuela fue la guarida
de esas mamás ahuecadas
perseguidas por la policía
y la ausencia de sus hijos
Los recovecos de las bibliotecas
esconden las últimas líneas de los socialistas
que solían pasear en bicicleta
por el camino que surcaba el proletariado
El río más marrón y plateado
se pasea soberbio sobre el costado
y delimita una sucia orilla
que recuerda que
no solo las ostras esconden perlas
Sobre el pesado barro
también se construyen historias
Estamos en Facebook danos un me gusta!