/ Facundo Ojeda
Mientras la segunda ola de la pandemia sacude a toda Latinoamérica, mientras los gobiernos establecen restricciones y avanzan cada uno con su plan de vacunación, por la senda de la agenda electoral tuvimos un domingo en donde los ojos de América Latina estuvieron posados en dos episodios de manera simultánea.
Por un lado, en Ecuador, Guillermo Lasso será el nuevo Presidente al ganar las elecciones ante Andrés Arauz. Según los datos del Consejo Nacional Electoral, Lasso, representante de la derecha, en su tercer intento de llegar a la presidencia, acumuló el 52,56% de los votos, frente al 47,44% del correista Arauz.
Un resultado sorpresivo debido a que las encuestas mostraban como ganador a Andrés Arauz. Sin embargo, en el resultado del ballotage mucho tuvo que ver el voto del movimiento indígena. El voto indígena se dividió mayoritariamente en dos grandes partes; un porcentaje importante llamó al voto nulo o abstención y casi 2.6 millones de votos fueron al conservador Lasso.
Oficializado este triunfo, Lasso deberá emprender una agenda cargada de urgencias a resolver tales como, aliviar la grave crisis económica que vive actualmente el país, enfrentar la crisis sanitaria producto de la pandemia y buscar consensos para lograr una gobernabilidad en un país que quedó extremadamente polarizado.
Por otro lado, habrá segunda vuelta en Perú. Era esperable. Son las elecciones más peleadas e inciertas de la historia del país. El ballotage se disputará entre la izquierda y la derecha. Confirmada la discreta victoria, con alrededor del 18% de los votos, Pedro Castillo, del partido Perú Libre, espera rival para el ballotage del próximo 6 de junio, y aunque el conteo no ha llegado al 100% la tendencia apunta a Keiko Fujimori, de Fuerza Popular.
Ha sido una elección que deja en evidencia el descontento de la población con las opciones políticas, reflejando así la degradación de la clase política peruana debido a los continuos casos de corrupción que acarrean y por la falta de capacidad para enfrentar la grave crisis económica que atraviesa el país en los últimos años.
En lo que respecta a la Argentina y al análisis de las elecciones en clave regional, podemos decir que no existe hasta el momento una vuelta de la ola progresista, ni un giro conservador, ni ninguna de esas categorías que a los internacionalistas nos gusta hacer. Hay elecciones nacionales independientes una de las otras, que nos demuestran claramente la fragmentación actual que vive la región.
Dentro de esa fragmentación que atraviesa la región, la política exterior que está llevando a cabo el Gobierno de Alberto Fernández va por buena senda. Reemplazó la idea de amigos por socios. En política exterior no existen amistades sino intereses particulares. La desromantización de los vínculos con los gobiernos regionales le permitió acercar posiciones con países de distinta orientación ideológica como, por ejemplo, con Chile o Brasil. Con el Gobierno de Chile, acordó un convenio para la puesta en marcha del proyecto del cable submarino transpacífico “Puerta Digital Asia Sudamérica” en el marco de una agenda de integración en telecomunicaciones para ambos países. La participación argentina en esta iniciativa posee un carácter estratégico e integrador para la región, ya que será el primer cable submarino de internet que conecta Sudamérica con el Asia-Pacifico. Y lo hará a través de la empresa nacional de telecomunicaciones ARSAT.
Asimismo, es relevante destacar el gran trabajo de Daniel Scioli como embajador argentino en Brasil, acercando a ambos países. Ha logrado acordar con empresas logísticas la rebaja del 20% de las tarifas para las exportaciones argentinas en el país vecino aumentando así la competitividad.
No se trata de abrazarse a dogmas, de volver a los 90 y el neoliberalismo, ni tampoco cerrarse al mundo. El Gobierno sabe que para lo que viene debe tener una mirada estratégica, con una política de estado regional y mucho pragmatismo para combinar una defensa del interés nacional con una inserción internacional inteligente.
Debe convencer a los líderes de la región sin importar la ideología política, que la salida es el no alineamiento activo. Con esto no me refiero solamente a tomar una posición equidistante de EE.UU y China. Significa también que existe un mundo ajeno a las potencias tradicionales, que Asia es el principal polo del crecimiento en el mundo hoy. Que el futuro será africano, que debemos empezar a trabajar y afinar una estrategia para con el continente.
En otras palabras, América Latina debe virar su mirada hacia el nuevo mundo post-occidental. Debe convencer a la región de ir hacia un no alineamiento activo, que no se incline ante ninguna de las grandes potencias, sino que tome decisiones en bloque teniendo en cuenta los intereses nacionales objetivos de los países latinoamericanos. Para ello, no hace falta que la política tenga un mismo signo ideológico. Esta mirada debe ser un punto de convergencia de gobiernos de distintas orientaciones políticas, que permitan la adopción de decisiones soberanas en beneficio de toda Latinoamérica.
Estamos en Facebook danos un me gusta!