Natalicio de Héctor Oesterheld

23 de Julio de 2020

El héroe colectivo

Un perfil del entrañable creador de El Eternauta, una obra de arte política que el autor hizo carne como estandarte de sus ideales.

/ Por Mateo Tedesco

Durante los primeros días de la pandemia la gente comenzó a recordar historias de supervivencia y mundos apocalípticos de ciencia ficción. Está claro que el arte puede ser un interlocutor del debate social de la historia. Un día como hoy pero de 1919, nacía Héctor Germán Oesterheld: un símbolo de la cultura popular argentina que todavía nos habla con sus ficciones.

Antes de ser quién conocemos hoy, Oesterheld se graduó de geólogo en la Universidad de Buenos Aires. Trabajaba de ello para un laboratorio de un banco, pero no dejaba de lado su pasión: la escritura. Escribía cuentos para diarios y revistas con el propósito de volar la imaginación de niños. Pero el joven geólogo veía algo más allá de la tinta impresa en sus relatos: “Si la historieta se hace bien, puede ser un medio útil para niños que no tienen educación”.

Es así como desembarcó en el género de la historieta, o como diría el ensayista Oscar Massota, la literatura dibujada. Con Bull Rocket los jóvenes y niños de la década del 50’ ingresaron en el mundo de la ciencia ficción. Allí el Sargento Kirk, entre un Martín Fierro y cowboy norteamericano, llevó a la fama a Oesterheld.

El temprano éxito lo llevó a emprender junto a su hermano la editorial Frontera. Desde aquí se desprenden distintas versiones de la revista Hora Cero, cuna de El Eternauta que conocemos todos. Las entregas semanales se prolongaron por dos años con un relato dramático nunca antes visto. 

“Prefiero al heroe en grupo antes que al heroe en solitario“ ha dicho alguna vez. La aventura de Juan Salvo y sus amigos contra la invasión extraterrestre fue probablemente la primer obra de Oesterheld que se analizó desde segundas lecturas. Lo dicho (en una historieta de ciencia ficción) por los personajes protagonistas, comunica tanto como lo no dicho.

Este recurso de Oesterheld y el dibujante Solano López lleva a pensar la simbología de las imágenes como un elemento más en el discurso enmarcado de la historieta. Resulta tentador creer que la nieve mortal que caía desde el apocalíptico cielo no distinguía entre buenos y malos como todo aparato coercitivo del Estado. “Cascarudos” y dialécticos “Ellos” siendo meros ejecutores de algo que está más allá, o también el silencio en algunos cuadros como vehículo de miedo y terror.

Años más tarde escribe Mort Cinder, una obra de más trascendencia internacional que doméstica. Esta especie de Terminator conserva ciertas características del Juan Salvo eternauta. También escribe entre los relatos Geminis el cuento El árbol de la buena muerte donde fantasea con la vida en Marte y la muerte placentera; y Exilio, un clásico microrrelato indisociable de El Eternauta donde la alteridad es un tema presente que lleva a la reflexión.

Oesterheld comenzó a comprometer su arte con la política. Primero participando en una historieta que homenajeaba al Che Guevara, recientemente asesinado, y otra sobre Evita que no llegó a publicarse por censuras de la dictadura de la Revolución Argentina. Ya entrados los años '70 se une a Montoneros, al tiempo que sus hijas hicieron lo mismo. Su mujer Elsa Sánchez contó que sobrevivieron a la masacre de Ezeiza.

En 1974 escribe La guerra de los antartes, toda una declaración política sobre una “invasión imperialista” a Latinoamérica pero manteniendo el tenor de ciencia ficción al que acostumbraba. Desestimada por la crítica como un panfleto sin valor, en el año 1976 se reedita El Eternauta y comienza a escribir la secuela de la historieta en clandestinidad.

En esta segunda parte El Eternauta encuentra un país arrasado y casi desolado. Juan Salvo luce un rostro distinto, así como tiene al propio Oesterheld introducido dentro de la historia permanentemente. Se pone de manifiesta la idea de “una lucha sin límites” como única opción “frente a la muerte”, y en algunos fragmentos Oesterheld le pregunta a Salvo por la crueldad en diálogos más que interesantes. 

En abril de 1977 Hector Oestrheld fue secuestrado por las fuerzas armadas. Estuvo cautivo en El Vesubio, donde los torturadores le mostraron fotos de sus hijas muertas en lo que fue un acto miserable. Entre sus cuatro hijas dos estaban embarazadas, y su madre Elsa solo pudo recuperar el cadáver de Beatriz, la menor. El escritor permanece desaparecido hasta el día de hoy.

El compromiso político de Oesterheld se vio reflejado en sus ultimos años, pero su legado trasciende a lo cultural y social. En El Eternauta II Juan Salvo debe decidir entre salvar su familia o a un pueblo. Elige al pueblo. Su familia muere. En una viñeta memorable Oesterheld le pregunta si decide bien. “Sí, hubieran hecho lo mismo que yo”.

 


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