CULTURA

30 de Julio de 2024

La industria cultural como herramienta de opresión.

/ por Clivia Ricle

Desde que asumió el gobierno de La Libertad Avanza la cultura nacional ha recibido golpe tras golpe, lo mismo quienes se han manifestado en su defensa. 

Recortes y cierre de programas, censura, palos y gases lacrimógenos.

El último ataque a nuestra cultura es el Decreto 662/24 firmado por el presidente Javier Milei. Dicho decreto dinamitó los pilares fundamentales para el crecimiento audiovisual y cinematográfico de nuestro país. No sólo recorta los fondos para las producciones cinematográficas sino que acaba con la cuota de pantalla para el cine nacional en todas las salas del país. 

Ahora bien el contexto nacional lo conocemos. Un gobierno que apuesta a la desaparición del estado, el libre mercado y que ataca la cultura nacional como así también a las mujeres y a la comunidad LGBTIQ+. Un gobierno alineado con intereses europeos y yankees. Alineado con el imperialismo, que a opinión personal, se encuentra en decadencia. Sumemos la fantasía de llegar a un déficit cero como sinónimo de buena gestión de gobierno. Pero ¿Por qué tanto ensañamiento con la cultura? ¿Por qué poner palos en la rueda a las producciones nacionales? ¿Les molestara el mensaje que se puede enviar a través de las películas?

Considero importante retomar la teoría de algunos filósofos, con el fin de entender el por qué de este ataque a la cultura nacional. Por ejemplo, Franz Fanon conocido por sus obras descoloniales.

Para Fanon la alienación cultural es un concepto central de su obra.

Según él, la colonización impone una cultura dominante que anula la identidad y la cultura del colonizado. Los oprimidos, en particular, son forzados a adoptar la cultura del opresor, lo que lleva a una alienación de su propia identidad y cultura.

Dicha alienación se produce a través de varios mecanismos:

En primer lugar,  la imposición de la lengua. Como en el caso de los países africanos colonizados por Francia, a estos países se les impone  la lengua del colonizador, es decir, el francés. Sin ir tan lejos tenemos ejemplos locales, la imposición del castellano por encima de las lenguas indígenas como el Guaraní, el Mapudungun o el Toba.

En segundo lugar, se desvaloriza la cultura del colonizado y se presenta como superior la del colonizador. ¿Cuántas veces escuchamos decir a alguien “las películas argentinas son una porqueria”? Pero al momento de fundamentar su posición simplemente dicen que el cine de afuera es mejor. O ¿Cuántas veces escuchamos decir que “las bandas argentinas son basura”? Pero esas personas ¿Alguna vez fueron a escuchar bandas nacionales o apoyaron su desarrollo? Esto mismo podemos trasladarlo a otras esferas, ¿Cuántas veces escuchamos decir que lo producido en Argentina no sirve o no es de calidad? Durante la última dictadura cívico-clerical-militar del 76’ sacaban sketchs en la tv promocionando la apertura de las importaciones,  alegando que así el consumidor podría encontrar mejores productos. 

Por último,  el colonizador nos impone sus valores y su identidad. Acá podría citar mil ejemplos y remontarme, por ejemplo, a la época en la cual se les impuso el catolicismo a los pueblos originarios. En definitiva, la alienación cultural conduce a la pérdida de identidad de los pueblos.

La alienación cultural que Fanon describe, en sus obras, puede verse reflejada en la industria cultural de Hollywood, que impone una hegemonía cultural global. Hollywood impone valores y narrativas que reflejan la perspectiva occidental, marginando otras voces y perspectivas. Esto puede llevar a la internalización de estos valores y narrativas por parte de las audiencias,dejando de lado propias culturas y tradiciones.

Por otra parte, impone estereotipos y representaciones, un ejemplo es la figura del latino como narcotraficante o los rusos como “los villanos” durante la época de la guerra fría. Más recientemente otto ejemplo es tras la Guerra del Golfo y luego del ataque a las torres gemelas la representación de la comunidad árabe como “los terroristas”. Claro, siempre el hombre estadounidense blanco hetero cis es representado como el salvador. No pudieron gestionar una pandemia y tienen a miles de personas víctimas del fentanilo en sus calles, pero bueno en su universo cinematográfico “son los salvadores mundiales”. Esa idea impregna sus películas, series, libros, canciones y es a lo que estamos mayormente expuestos.

En este punto podemos tomar también las obras de Adorno y Horkheimer, ambos argumentan que la industria cultural es un sistema que produce y distribuye cultura como mercancía, lo que lleva a la estandarización, la banalización y la manipulación de la cultura. 

Las narrativas independientes y nativas de cada pueblo compiten en desventaja frente a la industria de Hollywood. Sin un estado que ayude a su difusión se pierden y sólo llegan a quienes frecuentan nichos como festivales independientes de cine, recis unders o círculos de poesía. Pero no llegan a las masas. De esta forma la industria cultural imperialista homogeniza la cultura, la diversidad se pierde y se logra manipular a las masas. No hay lugar a los discursos críticos. Por lo tanto, la cultura se transforma en una herramienta de poder. La cultura puede ser utilizada como una herramienta de opresión.

El ninguneo a la cultura nacional no es nuevo. Pero en los últimos 15 o 20 años nuestro país tuvo un impulso del desarrollo cultural importante y una revalorización que permitió cuestionar las narrativas hegemónicas. Se le dio espacio para que crezcan actores, directores, productores de cine, escritores, poetas, músicos y una amplia diversidad de artistas nacionales. Artistas que impregnan sus obras de sus experiencias en nuestro territorio. Que impregnan sus obras con nuestra cultura.

No es casual que en este contexto de destrucción y venta por migajas de nuestro territorio que también se ataque a la cultura. No es casual que se intente borrar nuestra identidad como pueblo. Lo que no se conoce no se defiende ¿No? ¿Cómo las futuras generaciones van a defender su territorio del saqueo si crecen creyendo que lo de afuera es mejor y lo de acá es una mierda?

La pérdida de nuestra cultura está estrechamente ligada con la pérdida de nuestra identidad y la crítica hacia nuestros procesos históricos.

Estamos siendo colonizados hace años y ahora nos están dando el golpe final.

En la actualidad, podemos ver cómo la industria cultural globalizada y las redes sociales pueden funcionar como herramientas de colonización cultural, imponiendo valores, discursos y  estéticas que reflejan la perspectiva de las élites globales.

Los discursos de odio proliferan en las redes y se cobran víctimas en las calles. La desinformación viaja por las fibras ópticas a tal velocidad y en grandes caudales que se hace imposible desmentir todo. Así mismo, la percusión y amenazas a quienes cuestionan las narrativas hegemónicas se hacen más frecuentes en las redes.

Tampoco es casual que hace unos días atrás Ibrahim Traoré, presidente de Burkina Faso y figura de las revoluciones antiimperialistas africanas, hiciera referencia al poder de la industria cultural. Allá se están intentando sacar el imperio de encima y acá corremos tras la aprobación de papá “Disparos Unidos”.

Allá durante años les impusieron la cultura de quienes los esclavizaron, al punto de que algunos empezaron a simpatizar con el opresor. ¿Vamos a hacer lo mismo acá?

Estamos frente a una maquinaria enorme que nos aplasta y debemos encontrar la forma de desactivarla si no queremos ser la muleta de un imperio al borde de la muerte.

Por el momento, defendamos nuestra cultura. Es el primer paso. Lo siguiente los invito a que lo pensemos de forma colectiva. Seamos rebeldes en un mundo donde impera el discurso del individualismo y trabajemos en conjunto.

Vayamos a ver la banda local que toca en el centro cultural del barrio, apoyemos los proyectos nacionales, habitemos plataformas como cine.ar, vayamos a escuchar poesía en la biblio del barrio.

Defendamos lo nuestro. Sí suena nacionalista pero es otra cosa. Es defender el territorio y la cultura en la cual nacimos. Al fin y al cabo es apoyar el desarrollo de un pueblo que quiere ser libre, libre de verdad.


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